Descubriendo Normandía: de Caen a Longues sur Mer.
El noroeste de Francia ha sido una región profundamente marcada por la presencia del mar y por los avatares de la Historia. Debido a su posición geográfica en el Canal de la Mancha se convirtió en la frontera natural con Inglaterra que durante siglos la ocupó en parte. Y protagonista de la Historia en la II Guerra Mundial.
Pueblos prehistóricos, celtas, galos, romanos y normandos se sucedieron en estas tierras ambicionando el control de sus puertos en una sucesión de invasiones, conquistas y guerras que han creado un contexto cultural plagado de mitologías y leyendas. Un lugar que ha pasado a la Historia tras el Desembarco de Normandía durante la II Guerra Mundial.
Este encanto atávico permanece hoy día oculto entre viejos bosques, alineamientos de menhires, iglesias y castillos medievales, puertos y ciudades seculares encerradas en antiguas murallas y campos de batalla. A todo esto hay que sumar la omnipresente y poderosa fuerza del océano Atlántico que bate con fuerza ancestral contra rocas, acantilados y construcciones humanas. El flujo y reflujo de sus mareas de varios metros de altura ofrece paisajes cambiantes con playas que aparecen y desaparecen en apenas unas horas, islas que dejan de ser islas y ríos en los que el ritmo de las mareas provoca un ascenso-descenso de sus cauces en un vaivén que se pierde en la memoria de los tiempos.
Marcados por estas circunstancias, sus habitantes han tenido que luchar durante generaciones para sobrevivir en un ambiente hostil donde la climatología no acompaña. Las tormentas, lluvias y vientos se arrastran de forma implacable desde el mar del Norte por estas tierras llanas plagadas de ríos, pequeños lagos y un verde intensísimo. Pero es el mar el que ha marcado la idiosincrasia de normandos y bretones. Siglos de historia de navegación han llevado a generaciones de marinos, comerciantes, aventureros, pescadores y corsarios a recorrer todas las rutas marinas imaginadas. Sus ciudades portuarias con sus diques, murallas y bastiones defensivos son todavía un ejemplo de ello con nombres que nos hacen rememorar viejas historias de olor a brea y salitre: Le Havre, Saint-Malo, Cherburgo o Brest son un continuo recordatorio de la ligazón secular de estas tierras y sus habitantes con el océano Atlántico.
Pero la historia reciente de Normandía, está marcada de forma indeleble por la ocupación alemana durante la II Guerra Mundial y el consecuente desembarco aliado del año 1944. La magnitud del desembarco del “Día D” y la posterior batalla de Normandía sólo es comprensible cuando se recorren durante kilómetros y más kilómetros los distintos escenarios de la invasión aliada. Por desgracia la “liberación” se vio acompañada de una destrucción intensa y masiva de muchos pueblos y ciudades por los bombardeos de las fuerzas aliadas. Esta destrucción sólo es constatable cuando se ven las imágenes expuestas en los diferentes museos, sobre todo en las del Memorial de Caen.
Los habitantes de Normandía fueron las víctimas olvidadas de esta fase de la contienda enfrentados a la cruel ironía de acoger a los mismos liberadores que arrasaban sus ciudades masacrando a miles de familias. A pesar de ello todavía hoy se respira un ambiente de profundo y sincero agradecimiento a las tropas que liberaron Francia de la ocupación alemana, y sobre todo a los norteamericanos cuya bandera ondea por todas partes en villas, pueblos, museos, memoriales y cementerios.
Parto desde París en un coche de alquiler para realizar esta ruta que me llevará a algunos de los lugares más señalados del noroeste de Francia. Mi primer destino es Caen a donde llego después de unas tres horas de viaje por autopistas y carreteras plagadas de radares y controles de velocidad. Por el camino he dejado atrás campos de cultivo y grandes extensiones ganaderas entre pequeños pueblos que hablan de una Francia rural muy viva. Esta sensación será una constante a lo largo de este viaje plagado de campos verdes donde pastan indiferentes miles de vacas lecheras.
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Caen, la capital histórica de Normandía
La región de Normandía se divide entre la Alta Normandía marcada por los meandros del Sena y la Baja Normandía, a donde me dirijo. En realidad el objetivo de este viaje es hacer un recorrido por algunos de los puntos más señalados del desembarco del “D-Day”. Y por eso la primera parada la tengo que hacer en la pequeña ciudad de Caen. Aquí se encuentra el Memorial, un museo destinado a guardar la memoria del desembarco con exposiciones, fotografías, documentos y películas que nos adentan en la época de la II Guerra Mundial.
Este museo es uno de los más visitados de Francia y partiendo del desembarco del 6 de junio de 1944 y la posterior liberación de Normandía por las tropas aliadas, intenta hacer reflexionar al visitante acerca de la historia del S.XX. Para todos aquellos interesados en esta etapa de la Historia, la más cruel que ha vivido la Humanidad, el Memorial ofrece un interesante recorrido documental y fotográfico de carácter único marcado por el alto coste humano que supuso para Normandía.
Es aquí donde uno descubreque la mayoría de las ciudades y pueblos de esta parte de Francia fueron literalmente arrasados no por los alemanes, sino por los aliados. La población civil se vio acorralada entre dos fuegos y sufrió las peores consecuencias imaginables. Las escenas de iglesias, castillos, edificios y calles arrasadas hasta los cimientos mientras civiles indefensos se arrastran heridos e indefensos entre el polvo y el humo son la viva esencia del horror de la guerra.
Posteriormente, hablando con algunos habitantes de la región, me sorprendió descubrir que estas heridas no estaban cicatrizadas del todo. Tras la guerra hubo que reconstruirlo casi todo mientras un reguero interminable de muertos pesaba en la memoria colectiva. Y sigue pesando porque no hay familia que no guarde en su recuerdo el pesar de la pérdida por algún familiar querido. Y estamos hablando de hechos que sucedieron hace 70 años. Pero como veré a lo largo del viaje, parece que en Normandía todo esto pasó hace muy poco.
Aunque la tarde es lluviosa, como casi todas por aquí, decido dar un paseo por el centro de esta ciudad que alberga algunos monumentos dignos de mención. El contraste entre las imágenes de un Caen arrasado y en ruinas vistas en el Memorial, y las calles ahora ordenadas y limpias de edificios pequeño burgueses de una ciudad de provincias es impactante. Y todavía más cuando tomamos un café sentados al lado de la iglesia de Saint-Pierre con sus torres góticas de recargada decoración y sus gárgolas representando animales monstruosos.
La imagen de toda la ciudad arrasada y en ruinas vista hace apenas media hora me viene a la memoria y me doy cuenta de lo inconscientes que solemos ser ante los escenarios de la Historia. Un mes después del desembarco, el 7 de julio de 1944, los bombarderos de la Royal Air Force arrojaron aquí más de 2.500 tn. de bombas explosivas para ablandar las posiciones alemanas causando la muerte de centenares de civiles indefensos.
Justo enfrente de la iglesia de Saint-Pierre se encuentran las murallas de lo que fue el castillo ducal de Guillermo el Conquistador que alberga el Museo de Bellas Artes. Pero no es en el centro donde encontramos el monumento más señalado de Caen, sino un poco más hacia el sur. La Abadía de los Hombres fue fundada en el año 1063 por Guillermo el Conquistador duque de Normandía y rey de Inglaterra para conseguir el perdón papal por haberse casado con su esposa, la reina Matilde, a la que le unían lazos de parentesco demasiado cercanos. Por suerte los bombardeos de 1944 apenas afectaron a este hermoso edificio de planta románica normanda que también alberga el Ayuntamiento de Caen. En el otro extremo de la ciudad de encuentra la Abadía de las Damas que acoge la tumba de la reina Matilde fundadora de esta abadía benedictina.
Caen puede ser una buena base de operaciones para moverse por la costa entre las poblaciones de Ouistreham y Arromanches. El Día D se asignó este sector a las tropas británicas y canadienses que desembarcaron en la que pasó a llamarse Juno beach.
Hoy día toda esta costa es una sucesión de playas que desaparecen cuando sube la marea, y pequeñas poblaciones de pescadores y casas de veraneo encajadas entre pequeños acantilados o ubicadas a pie de playa. En Courseulles-sur-Mer sólo el Centro Juno Beach, el museo canadiense del desembarco, y unas esculturas recuerdan las escenas de lo sucedido aquí.
Sin embargo en Arromanches siguen visibles cuando baja la marea los grandes pontones, los llamados Mulberry, que se utilizaron para construir el enorme puerto artificial que permitió la llegada de todos los suministros necesarios desde Inglaterra para combatir a los alemanes tras el desembarco.
Ingentes cantidades de material bélico fueron desembarcadas en este puerto artificial, clave para el éxito de la operación, ya que las tropas aliadas tardaron semanas en hacerse con el puerto de Cherburgo. También en este pequeño pueblecito de veraneo encontramos un museo del desembarco, el Musée du Débarquement, con una pequeña sala de exposiciones y un cine circular donde proyectan en 360º una película sobre lo acontecido en el D-Day.
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La ciudad medieval de Bayeux
Para recorrer la zona asignada a las tropas norteamericanas voy a utilizar la población medieval de Bayeux como base de operaciones. Esta antiquísima población fundada por los galos, ocupada por los romanos e invadida en la época medieval por vikingos e ingleses, salió casi indemne de la ocupación alemana y de la posterior ofensiva aliada de 1944. Por esta razón Bayeux es una pequeña sorpresa ya que conserva intacta su gran catedral románica junto a viejos edificios en los que la estructura de madera está a la vista.
Además todavía se pueden ver un par de viejos molinos de agua entre los canales del río Aure y uno de los tesoros artísticos medievales de Francia: el tapiz de Bayeux del S. XI, de casi 70 m. de largo bordado a mano para conmemorar la batalla de Hastings (año 1066) que convirtió al duque normando Guillermo en rey de Inglaterra. Una visita al museo de la Tapisserie de Bayeux es una inmersión en el mundo medieval de vikingos, anglos y normandos, además de una forma curiosa de descubrir la historia a través de los viejos tapices allí expuestos. Sin duda una visita muy recomendable.
También en Bayeux se ubica el Cementerio militar británico con las tumbas de 4.144 soldados de la Commonwealth y también de 466 soldados alemanes. Muy cerca del cementerio se encuentra el Museo de la Batalla de Normandía donde se tratan los acontecimientos bélicos de 1944 de una manera global a través de mapas, fotografías, modelos en relieve, equipos y armas y viejas filmaciones de la época.
Puede ser un punto de arranque para el recorrido que vamos a hacer pues Bayeux era el objetivo a alcanzar por las fuerzas británicas que desembarcaron en el sector denominado Gold Beach. Bayeux fue liberada apenas sin combates el día siguiente del desembarco. Una semana después el General De Gaulle, de regreso a Francia tras años de exilio, pronunció aquí un célebre discurso tras el cual comenzó el restablecimiento de la autoridad nacional en suelo francés.
Aparte de los vestigios de la guerra repartidos por la población, Bayeux ofrece algunos paseos agradables que son una pequeña delicia. Recorrer los alrededores de la catedral con sus techos de pizarra gris y rematada por una enorme torre de estilo flamígero es uno de ellos, y más cuando se sabe que es de lo poco original que queda en la región. Otro, el paseo por las orillas del río Aure. En la Oficina de Turismo nos informarán de los horarios de los recorridos con guía.
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Los escenarios de la guerra
Siguiendo las huellas del desembarco de Normandía, desde Bayeux podemos llegar a la costa en unos minutos y el primer punto de interés que encontramos son los restos de las baterías alemanas ubicadas sobre los acantilados de Longues sur Mer.
A pesar de que los alemanes esperaban el desembarco aliado en las costas de Calais, mucho más cercanas a Inglaterra, decidieron establecer una serie de baterías de costa a lo largo de toda la costa francesa atlántica. A esta línea defensiva se la denominó el “Muro Atlántico” y todavía hoy se pueden encontrar a lo largo de la costa francesa numerosos bunkers y grandes construcciones de hormigón utilizadas como puestos de observación, defensa antiaérea, etc.
Aquí, en Longues sur Mer encontramos una serie de las más modernas baterías de costa armadas con cuatro grandes cañones Krupp de 150 mm. A 60 m. de altura sobre los acantilados se encuentra casi intacto el puesto señalizador de blancos y algunos puestos de baterías antiaéreas.
El día D el acorazado USS Arkansas junto al crucero francés Georges Leyges uno de los pocos barcos franceses de guerra que participó en el desembarco de Normandía, intercambiaron fuego directo con las baterías alemanas hasta acallarlas por completo. Hoy quedan los restos de un par de baterías totalmente destrozadas y otras dos con sus cañones apuntando todavía hacia el Atlántico silenciadas para siempre.
Los escenarios del Desembarco de Normandía: 2ª parte
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No somos conscientes del peso de la Historia en nuestras vidas
El día 6 de junio de 1944 un francés de origen español llamado Francisco Montesinos estaba embarcado junto a otros 763 hombres en el crucero francés Georges Leygues. Este navío de guerra francés que había escapado a la Francia Libre y luego a Dakar y Oran tras la invasión alemana de Francia, fue de los pocos navíos de guerra franceses presentes en el Desembarco de Normandía.
A las 05:30 horas de esa mañana los cañones del George Leygues abrieron fuego contra las baterías alemanas de Longes-sur-Mer apoyando el desembarco de las tropas norteamericanas en la playa de Omaha. Las baterías alemanas respondieron abriendo fuego sobre el crucero Emmons, el USS Arkansas, el crucero francés Montcalm y el HMS Bulolo. Finalmente tras varias horas de intercambio artillero el Georges Leygues silenció definitivamente a las baterías alemanas ya por la tarde. Ese día y en pocas horas miles de hombres se dejaron la vida en las playas de Normandía luchando por una causa justa.
El destino quiso que Francisco Montesinos y el resto de la tripulación del Georges Leygues salieran indemnes de esta batalla. También de los contraataques alemanes de los siguientes días, así como del desembarco de Toulón en el que participó el 13 de septiembre de 1944. Si ese día Francisco Montesinos hubiera caído, mi vida no hubiera sido la misma. Hasta el día de su muerte Francisco se negó a hablar de lo que vivió en la II Guerra Mundial y de los acontecimientos del Día D que marcaron el principio del fin de la guerra y del régimen nazi. Pero todos los años a principios de junio viajaba hasta las playas de Normandía para rendir homenaje a todos los que allí se dejaron la vida junto a sus compañeros y otros veteranos.
Años después recorrí los escenarios de aquella inmensa batalla que cambió el curso de la Historia. Y caminé sobre los bunkers y las baterías alemanas destrozadas por los cañones del Georges Leygues. Los mismos cuyos disparos retumbaban en los oídos de Francisco Montesinos haciendo temblar todo el barco sin saber si aquel día sería el último de su existencia. Francisco Montesinos era el bisabuelo de mis hijos. Si el hubiera muerto aquel día, ellos no existirían. Por eso estas palabras son mi pequeño homenaje a todos los que lo arriesgaron todo para legar a sus descendientes un mundo mejor.
No les olvidemos.
El Georges Leygues
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