Entre trajineras y chinampas en Xochimilco.
Unos días en México DF, o CDMX como se llama ahora Ciudad de Mexico, dan para mucho. Y más si podemos disfrutar de algún fin de semana en el que el ritmo de esta ciudad enorme parece ralentizarse. Uno de esos lugares de casi obligada visita recomendada en casi todas las guías es Xochimilco.
Ubicado en la zona sur de México DF y ya casi en las afueras nos encontramos con este barrio que desde hace generaciones es uno de los sitios preferidos de esparcimiento para familias, amigos y parejas. Aquí, entre los canales de lo que hace siglos fue el gran lago de Texcoco, flotan las declaraciones de amor entre la música de los mariachis, el ambiente festivo y los paseos en trajineras.
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Cuando Hernán Cortés y el puñado de españoles que le acompañaban vislumbraron la gran ciudad de Tenochtitlán desde lo alto de las montañas que rodean el valle de México, quedaron deslumbrados por la vista. La capital mexica estaba situada en una isla en el centro de una serie de lagos interconectados, de los cuales el mayor era el Texcoco. La ciudad estaba comunicada con las orillas del lago a través de una serie de puentes que servían de vías de acceso permitiendo al mismo tiempo una fácil defensa del centro del imperio mexica.
Tanto en las orillas de la isla como en las de los lagos se desarrollaba una agricultura de cultivos intensivos en las llamadas chinampas. Esta forma de cultivo que se realizaba con rellenos de tierra en las orillas de las zonas lacustre fue provocando la desaparición de la mayor parte de las zonas inundadas en beneficio de una agricultura de alta producción. Los canales de Xochimilco son lo que queda de estas grandes extensiones inundadas y todavía hoy se puede apreciar la estructura de las chinampas a sus orillas con amplias zonas de cultivo e invernaderos. Toda esta zona fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1987 para intentar preservarla del avance implacable de la capital en su desaforado crecimiento urbano.
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Y así llegamos hasta el día de hoy en el que poco a poco se intenta recuperar toda esta zona con la constitución del Parque Ecológico de Xochimilco limpiando los canales y recuperando las chinampas abandonadas. Es cierto que parece que la ciudad con sus feas edificaciones se ha comido los kilómetros de canales de Xochimilco. Pero ahí están, escondidos a la vista entre feas edificaciones, callejuelas, carreteras y caminos.
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Cómo llegar a Xochimilco
Cuando me preguntan suelo recomendar buscar alojamiento en el centro histórico o por la Avenida Reforma ya que así se puede acceder a pie o en trasporte público a casi todos los lugares de interés de la capital. Sin embargo Xochimilco es una zona que está bastante alejada y el viaje combinado de metro y tren puede llevarnos una hora y media. Primero hay que llegar en metro hasta la estación “Taxqueña” de donde sale un tren ligero con parada final en “Embarcadero”. Una vez allí hay que seguir a la gente o fijarse en los carteles que señalan dónde está alguno de los embarcaderos.
El estado decrépito de las casas y la anarquía de calles, aceras y vehículos no debe echar atrás a nadie. El barrio vive de la gente que lo visita y los vecinos son sumamente tranquilos y amables cuando les preguntas. Los fines de semana podéis disfrutar de un ambiente casi festivo en sus calles y si tenéis tiempo no dudéis en curiosear por sus mercados e iglesias pues esto también es Xochimilco. Si queréis aprovechar vuestro tiempo negociad el precio con un taxi ya que si vais 3 o 4 os compensará, sobre todo en domingo día en el que apenas hay tráfico.
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Desde la estación del tren lo más seguro es que lleguemos caminando al embarcadero de San Cristóbal, al de Belén o al de Belén de las Flores. Si no queréis pasar tanto tiempo en metros y trenes, otra opción más interesante sobre todo si vais varios, es tomar un taxi. En mi última visita eso fui lo que hice en un domingo por la mañana sin tráfico, y desde el Centro se tarda menos de media hora. En esta ocasión fui al embarcadero de Zacapa, aunque los de Las Flores o el renovado de Nueva Nativitas no quedan lejos.
Una vez que lleguemos a alguno de los embarcaderos nos tocará negociar. Claro, mi “güey”, aquí somos como gringos con bolsillos rebosantes de dólares así que nos intentarán engañar con el precio. Y eso que el precio aparece estipulado en grandes carteles a la entrada de los embarcaderos. El precio oficial del recorrido está indicado que es por trajinera y hora, no por persona! Pero a nosotros os intentarán cobrar el doble o más con cualquier excusa, o 100 pesos por persona, etc. El precio en realidad depende de la capacidad de la barca diferenciándose por el color de su toldo, verde o azul, y por su tamaño. Aclarad bien el precio desde el principio y si tenéis dificultades siempre hay cerca agentes de la autoridad.
Si queréis evitar problemas podéis contactar directamente con una de las cooperativas que prestan el servicio. Victoria, una de las lectoras de este blog, nos recomienda su experiencia personal totalmente satisfactoria. Incluso fueron a buscarla a la estación del tren ligero para no perderse camino al embarcadero. Le cobraron el precio justo de 350MXN la hora. Y el servicio fue inmejorable por parte de Daniel (el remero) y su esposa Magaly. Aquí os dejo el teléfono +52 55 1091 88 80, el correo electrónico: xoxochiquetzalli@yahoo.com.mx y la web de la cooperativa: http://www.xochiquetzalli7.com.mx/index.html
Si no queréis preocuparos por nada aquí encontraréis una oferta especial con todo organizado que incluye el crucero por los jardines flotantes de Xochimilco y el descubrimiento de las obras de Frida Kahlo en Coyoacán. El precio incluye también la visita de la Universidad Nacional, el acompañamiento de un guía experto y el traslado desde/hasta tu hotel en la Ciudad de México.
Un recorrido básico de un par de horas puede ser suficiente para hacernos una idea de cómo es este sistema de canales y chinampas, lo que queda de los lagos que rodeaban el Tenochtitlán mexica. También podemos contratar una excursión de unas 4 horas recorriendo zonas del Parque Ecológico, más tranquilas y menos frecuentadas por las hordas de visitantes domingueros. Por supuesto el precio aumenta en consonancia con la duración del trayecto, pero todo es negociable.
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Embarcamos….y a disfrutar
Los embarcaderos son como un estacionamiento de trajineras, esas coloridas barcas de madera con fondo plano profusamente decoradas y pintadas de colorines. El lugar es un hervidero de vendedores, barqueros, turistas, parejas y familias que caminan entre puestos de comida rápida, lo que aquí se llaman botanas, anuncios de baños públicos muy higiénicos y vendedores de recuerdos. El olor de los tacos, de las enchiladas y de diferentes especias invade el ambiente otorgando al lugar la categoría y el caché de lugar auténticamente mexicano.
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En cualquiera de los embarcaderos nos esperan decenas de trajineras listas para partir mientras otras permanecen semihundidas y otras parecen recién pintadas. Tras acordar el recorrido y negociar el precio, nos subimos a una de ellas para sumergirnos en un mundo de olores, colores y sonidos que nos alejan del mundanal ruido. Mientras la barca se desliza suavemente por los canales impulsada por el barquero con una larga pértiga de madera, pronto salen a nuestro paso todo tipo de vendedores en canoas, barcas y chalupas.
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Es la hora de pedir una sabrosa, picantosa y refrescante michelada a alguno de los numerosos vendedores que las preparan al instante por un módico precio. La michelada es una cerveza fría servida con jugo de limón y combinación al gusto de salsa inglesa, salsa Tabasco, sal y mucho chile en polvo que es lo que da el color rojizo al borde del vaso… Sin duda un buen remedio para desatascar las fosas nasales y demás vías respiratorias, para refrescarse en días de calor y para acabar con las resacas de pulque o tequila de la noche anterior. Para comer os ofrecerán tacos, tortillas, mazorcas de maíz… Y si venís entre amigos os podéis traer la comida y la bebida de casa para hacer la fiesta en la trajinera.
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Lentamente las trajineras se adentrarán en el canal central donde se apelotonan barcas, lanchas, canoas y trajineras de todas forma, tamaños y colores. Casi todas están llenas de gente que bebe, come, baila o hablan de amor mientras los grupos de mariachis, también en trajinera, ofrecen la música de sus rancheras de barca en barca. Escucharlos es todo un espectáculo. Sólo por esto merece la pena venir hasta aquí.
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A media mañana de domingo los canales se convierten en un hervidero de lanchas que chocan unas contra las otras, que se rozan o que cambian de trayectoria mientras los vendedores de elotes (mazorcas de maíz), de sombreros, de plantas y flores, de mantas, manteles, recuerdos y comidas varias se acercan a unas trajineras y esquivan a otras para ganarse el sustento. La habilidad de esta gente para manejar la canoa entre la marabunta de lanchas mientras al mismo tiempo preparan una comida o una bebida es admirable.
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El paisaje en las orillas está salpicado de pequeñas casas construidas en las chinampas, de huertos e invernaderos de flores y de algún bosquecillo de ribera. Cuando para definir Xochimilco se habla de los “jardines flotantes” hay que tener claro que la suciedad y la basura también flota. En fin, lo mejor es no idealizar demasiado el lugar y dejarse llevar por el ambiente relajado donde lo mejor es la ausencia de ruidos de motor que permite disfrutar de las tonadas de los mariachis durante una hora o dos y de la charla entre amigos mientras las micheladas van cayendo una tras otra refrescando nuestro cuerpo y quemando nuestro gaznate al mismo tiempo.
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Al final del trayecto comprendemos el por qué de la existencia de baños público “altamente higiénicos” repartidos por los embarcaderos. Si queremos adentrarnos todavía más en el ambiente festivo y dominguero de Xochimilco no queda más remedio que acercarse hasta el mercado de Xóchitl que se encuentra junto a la catedral de San Bernardino y ahí podremos probar los platillos y especialidades mexicanas en cualquiera de los múltiples puestos de comida que encontramos por todos lados. Realmente es sorprendente cuánta gente vive aquí de los puestecillos de comida rápida que son realmente abundantes en toda la ciudad.
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Un paseíto hasta la catedral, una de las más antiguas de América, para bajar el picante, las enchiladas, los burritos, los frijoles, el guacamole, la salsa de mole y unas cuantas micheladas más no viene mal para ir pensando en el regreso a la realidad de la gran urbe.
Xochimilco, sin duda, se merece una visita.
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