Ruta por Lima y su Centro Histórico y colonial.
Lima, noche del 26 de junio de 1541. Francisco Pizarro, conquistador del Impero Inca y gobernador de la ciudad fundada por él mismo, es asesinado en su propia casa tras recibir 20 estocadas de espada. Tenía 65 años y su muerte fue el fruto de una venganza entre españoles.
El cuerpo de Pizarro fue enterrado en un rincón del patio de la iglesia donde años más tarde se levantaría la futura catedral de Lima. Por aquel entonces la que se llamó “Ciudad de los Reyes” apenas contaba con unas cuantas casas, iglesias y conventos en construcción a orillas del río Rimac.
En 1977 durante unas obras de remodelación de la Catedral apareció una caja de plomo con los restos del conquistador. Hoy la tumba de Francisco Pizarro se encuentra en una de las capillas de la Catedral de Lima. Allí se expone, al lado de su mausoleo, la caja de metal donde se encontró su cabeza. El estudio forense más reciente de sus restos ha determinado que Pizarro tuvo tiempo de defenderse de sus atacantes recibiendo numerosas heridas, tal como afirmaron los cronistas de la época.
Fue el final convulso para uno de los protagonistas de una época convulsa. A la llegada de Pizarro a tierras incas en 1533 se vivía una guerra civil entre los partidarios de Huáscar y Atahualpa, hermanos y sucesores al trono del Tahuantinsuyu. Los beneficiados fueron los españoles que hicieron prisionero a Atahualpa y lograron hacerse con el control del imperio Inca en apenas dos años tras entrar en su capital Cuzco.
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¿Por qué Lima, y por qué aquí?
La fundación de Lima en su actual emplazamiento fue una decisión personal de Pizarro. Para él era un lugar ideal, cercano al mar desde donde podría recibir refuerzos desde Panamá. Pero para sus opositores que preferían las estribaciones de la sierra andina la ubicación de Lima fue una decisión errónea. A día de hoy es difícil apreciar la decisión de Pizarro. La Lima de hoy, con sus 9 millones de habitantes, es una sucesión de atascos, ruido y contaminación que hacen desesperar al más paciente.
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Los secos cerros cercanos plagados de barrios de chabolas rodean a una ciudad que parece estar cubierta siempre por un cielo entre blancuzo y grisaceo. Una “panza de burra” que parece no despejarse nunca, porque en esta parte de la costa peruana casi nunca llueve. Esa es la razón por la que apenas encontraréis alcantarillas para la lluvia en las calles de Lima.
Hoy la capital peruana se extiende al oeste hasta el puerto de El Callao, hasta San Martín de Porres al norte. Y al sur por los barrios costeros de San Isidro, Miraflores y Barranco. Pero el Centro Histórico, a pesar de los terremotos, el abandono y la horripilante arquitectura de ladrillo y cemento de finales del S.XX conserva gran parte del patrimonio arquitectónico, cultural y religioso que dejaron aquí los españoles. Además de una arquitectura de finales del XIX y principios del XX realmente destacable. Esa es la razón por la que la UNESCO nombró al Centro Histórico de Lima Patrimonio de la Humanidad en 1988.
Toda ciudad fundada por los españoles en América tenía una estructura de damero que partía de la Plaza Mayor o Plaza de Armas. Allí se levantaban los edificios símbolo del poder religioso (la Catedral), el político y militar (Palacio de Gobierno) y el poder local y económico (la Municipalidad). Lima no fue una excepción. Si nos plantamos en el centro de la Plaza de Armas podemos ver esta estructura perfectamente conservada, con los poderes del gobierno del S.XXI ocupando los mismos edificios del poder de la época colonial.
Aquella Lima inicial levantada a comienzos de 1535 con ladrillos de adobe y techos de paja se convirtió en poco más de un siglo a una de las ciudades más vitales, ricas y esplendorosas del mundo. La “Ciudad de los Reyes” justificó su nombre convirtiéndose en capital del Virreinato del Perú. Fue entonces cuando se demostró la importancia estratégica de Lima como final de ruta de diferentes caminos incas. Por ellos llegó la plata peruana hacia el puerto de El Callao, a donde empezaron a llegar mercancías y gentes de todo el mundo.
El nombramiento de Lima como sede del obispado provocó que a finales del XVI la mitad de los 6.000 habitantes de Lima fueran religiosos. El poder que tuvo la iglesia en la época virreinal queda muy claro viendo la grandeza y esplendor de iglesias, conventos y monasterios de las diferentes órdenes religiosas.
Todo ese esplendor arquitectónico de influencias barrocas matizadas con el sentir artístico de los artesanos locales todavía es visible en el centro de Lima. Y eso a pesar del gran terremoto de 1746 que casi destruyó la ciudad por completo y provocó un tsunami que arrasó el puerto de El Callao. El desastre fue casi total, pero las autoridades virreinales y la Corona española decidieron reconstruir la ciudad. Por eso la Lima colonial que vemos hoy es más una ciudad del S. XVIII y comienzos del XIX que de siglos anteriores.
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La Plaza de Armas
Plantaros en el centro de la Plaza de Armas e ir girando en 360º para disfrutar de una perspectiva completa. Este es el corazón de la ciudad. Aquí se encuentra la Catedral y el Palacio del Arzobispado con sus características balconadas de madera. En su interior se guardan auténticas obras de arte de una belleza que se alejan del oscuro arte religioso europeo. No hay que olvidar que en la ciudad de Cuzco se originó una escuela de pintura que quizás sea la más importante de la América colonial española. La influencia de la escuela cuzqueña que fusionó características europeas e indígenas se expandió por todo el virreinato del Perú. Y aquí, en el Arzobispado y la Catedral de Lima, se exponen algunas de sus mejores obras.
La Plaza de Armas es uno de los espacios públicos más queridos por los limeños. Aquí vienen a ver a mediodía el cambio de guardia en el patio de entrada del Palacio de Gobierno. Por aquí pasan las procesiones religiosas, los desfiles festivos, las actuaciones de música y bailes locales. Aquí se celebran conciertos de Navidad y manifestaciones de protesta, además de ser un lugar de paseo y disfrute.
De aquí parten las calles que en forma de damero nos harán descubrir magníficas casonas coloniales con sus fachadas de colores pastel cubiertas de miradores de madera. Afortunadamente muchas de estas edificaciones que se encontraban en un lamentable estado de abandono se están reformando. Estas mejoras urbanísticas están permitiendo la apertura de nuevos negocios, terrazas y restaurantes en las calles peatonales que están dando una nueva vida al Centro Histórico y de paso al resto de la ciudad.
La calle peatonal de Jirón de la Unión sigue siendo la calle comercial por excelencia de esta zona. Aquí hay dos lugares ante los que merece la pena detenerse. La fachada de la antigua Casa Courret, un viejo estudio de fotografía del S.XIX, y la iglesia de La Merced con su recargada fachada barroca de piedra cubierta de columnas salomónicas.
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El Convento de San Francisco
Muy cerca de la Plaza de Armas se encuentra uno de los lugares más visitados de lima, el Convento y Basílica de San Francisco. Esta gran edificación barroca con fachadas de color amarillo es muy conocida por sus catacumbas. En realidad es el cementerio colonial más grande del centro de Lima y alberga los restos de decenas de miles de cuerpos. Si lo que te gusta es ver huesos y calaveras apilados, este es tu sitio.
Personalmente creo que el Monasterio de San Francisco ofrece rincones mucho más interesantes. Al fin y al cabo el conjunto de la iglesia y el monasterio conforman el espacio religioso más imponente de Lima durante la época del virreinato. Aquí se encuentra una de las bibliotecas más bellas del mundo. Atlas, incunables, biblias, libros de ediciones únicas, crónicas de la época y diccionarios conforman un catálogo de libros y pergaminos de varios decenas de miles de ejemplares. Muchos de ellos de los S. XVI y XVII. Este es el auténtico tesoro de valor incalculable que reposa en este lugar.
Además en las paredes del convento se puedan admirar obras de pintores europeos como Rubens que dirigió la ejecución de los 11 lienzos de la serie “La Pasión de Cristo”, de Zurbarán y de otros pintores del Barroco español. Además, claro está, de pinturas de la afamada Escuela Cuzqueña.
Otra de las joyas del convento de San Francisco es la sillería del coro de la iglesia. Una auténtica obra maestra de la talla en madera, en este caso de cedro de Costa Rica, de 22 m. de largo por 12 de ancho. En total el coro tiene 130 asientos, cada uno tallado y decorado con diferentes motivos en relieve perfectamente conservados.
La majestuosidad, dimensiones y valor artístico e histórico de San Francisco lo convierten en una de las visitas obligadas del centro histórico de Lima. Es el legado cultural de una España que durante más de 3 siglos quiso ser América.
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El Convento de Santo Domingo
Compitiendo en tamaño con el de San Francisco, a unas cuadras de distancia se levanta el Convento de Santo Domingo. El gran terremoto de 1746 lo destruyó casi por completo como la mayoría de la ciudad. En el momento de su reconstrucción se decidió abandonar su estilo barroco original para darle un estilo neoclásico más acorde con la época. De ahí que el altar mayor así como la decoración de la iglesia sea menos recargada que el de otros templos de Lima.
Pero si es conocido este convento es porque aquí se conservan los restos de los 3 santos peruanos más venerados: Santa Rosa de Lima, primera mujer nombrada santa en América, el mulato San Martín de Porres y el español San Juan Masías.
Pero aparte de altares y santos, Santo Domingo me gusta por tres motivos principales. La primera es su gran torre. Se dice que desde aquí los ricos comerciantes de Lima observaban la llegada de los barcos cargados de riquezas de México, España y Filipinas al puerto de El Callao. Hoy se puede subir a la torre para tener las que quizás sean las mejores vistas del centro colonial de Lima. con sus edificios de fachadas amarillas y sus tejados planos cubiertos de ese polvo mezcla de tierra y contaminación que flota sobre la ciudad. Y con mucha suerte en días despejados podrás ver a lo lejos el océano Pacífico, la costa de El Callao y las islas de El Frontón y San Lorenzo.
El segundo lugar que me gusta de Santo Domingo es su magnífico claustro. Sus jardines, junto a las columnas rojizas decoradas con azulejos traídos desde Sevilla, al igual que las paredes del claustro, forman un conjunto de una belleza inusitada.
Y para terminar está su magnífica biblioteca, que compite en la riqueza de sus fondos bibliográficos con la del vecino convento de San Francisco. Su colección de libros escritos en varios idiomas es de las más importantes de América. Además fue en este convento donde se fundó en 1551 la Universidad Mayor de San Marcos, la más antigua de América.
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Esplendor, desastre y reconstrucción de Lima
El Siglo XVII y la primera mitad del XVIII fueron la época dorada de la Lima virreinal. Desde aquí se exportaba la plata del Perú a China vía Filipinas. De allí llegaban sedas, porcelanas, especias y jades a México en el Galéon de Manila. Y de México viajaban a Europa y a Perú. Por primera vez la economía se hizo global abarcando todos los rincones del planeta.
El esplendor de Lima por aquella época se convirtió en leyenda en Europa. Pero todo terminó de forma abrupta la noche del 28 de octubre de 1746. Un gran terremoto sacudió toda la costa peruana destruyendo casi por completo la floreciente capital del virreinato. Por aquel entonces Lima contaba con más de 60.000 habitantes y se calcula en unos 10.000 el número de fallecidos. Las crónicas dicen que de las más de 3000 casas de la ciudad apenas unas decenas resistieron en pie las sacudidas del terremoto. La destrucción fue casi total porque además el vecino puerto de El Callao fue arrasado por un gran maremoto.
Sin embargo el Virrey Manso de Velasco decidió la reconstrucción total de Lima y de El Callao. Por esto se le considera el segundo fundador de la ciudad. Las autoridades españolas no cejaron en su empeño de reconstruir calles, edificios, torres, iglesias y fortalezas. De esa época viene la actual configuración arquitectónica de Lima. Y la razón de que la mayor parte de las grandes casonas y palacetes no supere las dos plantas de altura para evitar mayores daños en caso de un nuevo seísmo.
Es cierto que recorrer el Centro Histórico de Lima no te va a trasladar directamente al pasado. Esto exige un gran esfuerzo de imaginación porque las nuevas construcciones, muchas de ellas de una fealdad aberrante, impiden ver de forma global la belleza del conjunto arquitectónico. Sin embargo los detalles de ese pasado esplendor son todavía visibles. Y se está haciendo un notable esfuerzo por recuperar un legado que se encontraba en estado de abandono.
La Lima del S.XXI parece estar despertando de un prolongado letargo y ya es un destino más que interesante para dedicarle unos días en un viaje a Perú. El Centro Histórico es el lugar perfecto para empezar una visita a Lima que se puede prolongar por los barrios de Miraflores y Barranco. También para disfrutar de la maravillosa colección de civilizaciones pre-incaicas del Museo Larco, de mercados populares como el de Surquillo o para visitar las ruinas pre-incaicas de Pachacamac. Y como no, para hacer un recorrido por lo mejor de la gastronomía peruana que ahora mismo es sinónimo de una de las mejores gastronomías del mundo. Una recomendación: no dejes de probar las especialidades de la comida Nikkei.
Viajar a Lima es hacerlo a una ciudad que acaba sorprendiendo a pesar de los inconvenientes que tiene toda mega urbe. por eso os invito a superar esas incomodidades para descubrir una de las ciudades con más proyección del continente americano.
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