La maravillosa isla de Miyajima.

El gran torii bermellón surge de entre la neblina en un día lluvioso y gris de primavera. Plantado en el mar a 200 metros del santuario de Itsukushima se ha convertido en uno de los símbolos más reconocibles no sólo de la isla de Miyajima sino de todo Japón.

A medida que el ferry avanza hacia el puerto de la isla la puerta torii va quedando a estribor. El trayecto desde tierra firme apenas dura unos minutos, el tiempo que nos separa de uno de los lugares considerados entre los 3 más hermosos de Japón.

En Miyajima

Estatuilla Jizo

Y es que Miyajima, además de poder combinar su visita con la de Hiroshima, nos remite a un entorno de tranquilidad no apto para gente acelerada. Templos, pagodas, santuarios, paseos y rincones de gran belleza se ocultan entre los densos bosques de coníferas. Desde épocas remotas toda la isla ha sido considerada como divinidad y venerada como tal en el Santuario de Itsukushima. El armonioso conjunto le han valido el título de Patrimonio de la Humanidad de la Unesco.

Santuario de Itsukushima

Viajo hasta aquí con David Esteban «Flapy» y un reducido grupo de viajeros de Nihon Travel. David, amigo y guía, nos lleva hasta la calle peatonal  Omotesando explicándonos la historia de la isla, mostrándonos las tiendas de recuerdos o curiosidades como la pala de arroz más grande del Mundo. Por supuesto paramos en los puestos donde venden esas galletas en forma de hoja de arce rellenas de queso o de pasta dulce de judía llamadas momiji manju típicas de la isla. Exquisitas y un puro vicio. Si quieres también puedes degustar las ostras típicas de la zona crudas o a la plancha. O comprar cualquier recuerdo para la familia o los amigos. En las tiendas de Omotesando encontrarás cosas para todos los gustos.

Momiji manju de judía dulcetiendas de Omotesando

Este es el epicentro turístico y comercial de la isla con sus 350 metros de tiendas, puestos de comida y restaurantes. En ellos podréis degustar la especialidad local, el okonomiyaki, una especie de tortilla o pizza japonesa hecha a la plancha a base de huevos y verduras a la que se le puede añadir carne, fideos, queso, gambas, algas…delicioso.

Okonomiyaki

No te olvides de probarlo todo, como esta especie de pasteles rellenos de carne que están calentitos, calentitos…

Puesto de comida en Miyajima

Bollitos rellenos de carne

El diluvio que nos acompañó durante la mañana en Hiroshima parece darnos una pequeña tregua. Esquivando charcos caminamos hacia el santuario de Itsukushima por un camino junto al mar salpicado de puertas torii y faroles de piedra tallada.

Itsukushima jinju 1

Allí en el medio de la pequeña bahía, aparece anclado el gigantesco torii de madera hacia el que se dirigen todas las miradas.

Torii de Miyajima 3

Tras pagar la entrada accedemos al santuario construido a finales del S.VI a través de unos pantalanes de madera. La hermosa estructura en tonos rojizos que ha llegado hasta nuestros días es una remodelación realizada en el S.XII y se conjuga en perfecta armonía con el torii ubicado justo delante.

Torii de Miyajima 4

Al fin y al cabo el torii es la Gran Puerta de entrada al santuario de Itsukushima que se puede realizar a pie cuando baja la marea. Camino por el suelo de madera del Santuario construido sobre pilotes a la orilla del mar y me sorprendo admirando de nuevo el gusto estético de los japoneses: las estatuas de leones o dragones, las grandes linternas de bronce…

Torii desde Itsukushima

León de bronce en Itsukushima

Las ofrendas de sake al santuario, el escenario para actuaciones artísticas preparado para recibir al Emperador, el monje que escribe cuidadosamente incomprensibles grafías con un pincel…

Ofrendas de sake en Itsukushima

Escritura tradicional

El escenario es magnífico a pesar del día gris y la niebla que oculta los bosques y las montañas de la isla. A lo lejos, entre los árboles y la niebla se distingue la silueta de la pagoda de 5 pisos del Toyokuni jinja con su combinación de estilos arquitectónicos chinos y japoneses.

Santuario de Itsukushima en Miyajima

A la salida paseamos hacia el Santuario de Kiyomori y desde aquí nos adentramos por la calle Taki Koji entre cerezos a punto de florecer hacia el Templo de Daisho-in. Sus escaleras ascienden por la ladera del monte Misen cubierto de arces hoy ocultos por la neblina. Poco después nos adentramos en el recinto de este templo fundado en el S.IX, uno de los lugares más importantes del budismo Shingon . Escondidas entre las rocas y el musgo empiezan a aparecer pequeñas estatuas Jizo que tradicionalmente se ofrecen a los templos para la protección de los niños, nacidos o no.

Brote de flor de cerezo

Templo de Daisho-in 1

Templo de Daisho-in 2

Mientras comienza a llover me dedico a buscar esas pequeñas y simpáticas estatuas ocultas entre la vegetación que aparecen en los rincones más insospechados.

Templo de Daisho-in 3

Templo de Daisho-in 4

Templo de Daishoin 5

Templo de Daishoin 6

Templo de Daishoin 7

El lugar con sus escalinatas, recovecos, estanques y estatuas cubiertas con gorros de colores es una auténtica maravilla.

Templo de Daishoin 8

Templo de Daishoin 9

Templo de Daishoin 10

Templo de Daishoin 11

Templo de Daishoin 12

Hay figuras muy curiosas de santones con animales, budas protectores sobre pequeños altares o directamente colocados sobre alguna roca en el suelo. O en un tiesto. La sorpresa aparece en el más inesperado rincón.

Templo de Daishoin 13

Templo de Daishoin 14

Templo de Daishoin 15

Y estatuas como la de un personaje narigudo y alado que según se cree fue un judío que llegó a Japón y así se le representó. También se dice que puede ser un Karasu Tengu, pero este demonio suele ser representado en actitud guerrera y portando armas.

Templo de Daishoin 16

La lluvia resbala por las viejas construcciones de madera y humedece el musgo que lo cubre todo creando una mullida sensación de paz en esta tarde desapacible. No hay más visitantes y la calma total apenas queda alterada por el rumor de la suave llovizna al caer.

Templo de Daishoin 17

Templo de Daishoin 19

Templo de Daishoin 21

Paz que sólo queda rota cuando uno de los monjes empieza a tocar la gran campana ceremonial avisándonos que tenemos que salir del templo. Descendemos entonces hacia el Paseo Yamabeno Komichi mientras los ciervos en libertad que habitan en Miyajima se dedican a mordisquear la hierba o las flores caídas bajo algún árbol.

Ciervos en Miyajima

La oscuridad se abate sobre la isla y caminamos hacia el embarcadero por la calle Machiya donde todavía se conservan algunas viejas edificaciones tradicionales de madera.  Las tiendas comienzan a cerrar y apenas quedan ya visitantes en las calles.

Tiendas en Miyajima

De nuevo me alejo de Mijayima con la sensación de que esta visita se me ha vuelto a quedar corta, al igual que la primera vez que estuve. Algún día tendré que regresar sin prisas para tomar el  teleférico que asciende a lo alto del Monte Misen; o para recorrer el parque Momijidani y sus caminos cuando los bosques se cubren del color rojizo del otoño. Y para caminar en marea baja hasta el torii y admirarme de su tamaño, o simplemente para sentarme a la orilla admirando su silueta mientras se ilumina al atardecer.

Porque Miyajima es de esos lugares a los que cuesta decir adiós y a los que siempre apetece regresar.

Estatua Jizo en Miyajima

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