Cómo llegar a Goreme.
Un componente de misterio se oculta tras la sonoridad del nombre de esta región turca de la Anatolia Central: Capadocia. Quizás sea por las imágenes de esas formaciones rocosas que surgen de la tierra horadadas convertidas en viviendas por sus habitantes durante generaciones.
O quizás por las historias de tantos viajeros que regresan extasiados contando experiencias increíbles de vuelos en globo al amanecer, descensos a ciudades subterráneas y paseos entre valles plagados de iglesias bizantinas excavadas en la roca que aún conservan parte de su decoración original. Es por eso que viajo a Capadocia con la intención de vivir experiencias únicas recorriendo una de las regiones más peculiares del planeta. Desde Ankara tomé la D90 hacia el sur con destino a Goreme, el pueblecito que desde este mismo instante recomiendo como base de operaciones para una estancia de varios días en Capadocia.
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Un paisaje de ensueño
Tras parar en el lago salado del Tuk Gölü y pasar por la poco atractiva Neveshir, continué hacia Uchisar y de ahí a Goreme. Fue en este corto trayecto donde tras unas curvas surgió ante mis ojos una de esas panorámicas que te da de bruces con esa Capadocia imaginada tantas veces. Todo un valle de pináculos de piedra horadados y de formas extravagantes se levantaba entre las casas de Uchisar situadas en lo alto de la colina y los puestos de souvenirs que cubrían los arcenes de la carretera. Y paré.
Dejé el coche medio tirado en el arcén y salí casi corriendo con mis cámaras a cuestas para recorrer a pie ese lugar que se convertiría en uno de mis favoritos durante mi estancia. Estaba entrando en un lugar de cuento con esos torreones de piedra volcánica de colores ocre y rosado donde se adivinaban los huecos excavados a pico para encajar puertas y ventanas, balcones y miradores… Sin embargo todo parecía estar abandonado en esta ciudad excavadas en la piedra volcánica y habitada hasta hace pocos años.
Dejé atrás los puestos de artesanías y postales y me adentré por los caminos rodeados de higueras y algunos árboles frutales. En una de esas torres estaba instalado un bar con una terraza bajo un emparrado. Frente a un viejo carro de labranza destrozado se extendía lo que debía haber sido un próspero pueblo tradicional de la Capadocia. ¿Qué había pasado? ¿Por qué estaba abandonado? Me adentré entre las moles de piedra, atravesé huecos donde antes había puertas y trepé por los interiores de lo que habían sido casas. Restos de marcos de ventanas, hornacinas en la pared, huecos de chimenea… Todo el mobiliario había desaparecido y sólo quedaba la roca desnuda donde aparecían claramente las huellas dejadas por las herramientas que dieron forma a las habitaciones, salas, balcones y escalinatas interiores. A veces las pequeñas oquedades abiertas me obligaban a ir casi a rastras y con la cabeza gacha, para a continuación acceder a amplias estancias donde la luz entraba por los huecos donde habían estado las ventanas. No había nada ni nadie. Aún así lo que veía me tenía totalmente hipnotizado y boquiabierto.
Cada vez que me asomaba a un ventanuco o a un balcón el espectáculo del pequeño valle de pináculos horadados se me presentaba magnífico. Impresionado por la belleza del lugar me preguntaba una y otra vez qué habría pasado. Hasta que me interné en una pequeña huerta bien cuidada y la amable cara de un joven apareció al abrirse una pequeña puerta metálica azul. Le pedí disculpas por mi intromisión pero no hizo caso y en un impecable inglés se presentó como Adnan y me invitó a entrar en su casa excavada en la pura roca. La pequeña puerta daba acceso al interior de una vivienda que nada tenía que ver con las que había visitado. Multitud de alfombras forraban suelos y paredes, había mesas, objetos en estanterías y anaqueles y camas en los dormitorios. Todo tenía un aspecto pulcro, ordenado, cómodo y limpio.
Este era un lugar para vivir, y vivir bien. Adnan me acompañó a una pequeña terraza para sentarnos a una mesa decorada con un colorido tapete. Tras preparar un té de manzana nos sentamos a hablar mientras disfrutaba de unas vistas privilegiadas de ese entorno geológico único tallado por la mano del hombre a lo largo de los siglos y testigo del paso de muchas civilizaciones.
Por supuesto le formulé a Adnan la pregunta del millón: ¿por qué estaba todo abandonado menos su casa? Y su respuesta me dejó un tanto desconcertado. A raíz de la declaración de Parque Nacional y zona protegida por parte del Gobierno turco, los habitantes de esta parte del valle de Goreme fueron obligados por las autoridades turcas a abandonar los hogares que sus familias habían ocupados por generaciones para ser realojados en feos e impersonales bloques de apartamentos. Los últimos habitantes del pueblo dejaron sus casas de piedra a lo largo de la década de 1990, pero la familia de Adnan había decidido mantener la suya tal cual para enseñarla a los turistas y de paso montar un pequeño negocio de artesanías y recuerdos al tiempo que cuidaban de su huerta. Durante el día mantenían la casa abierta, veían la televisión, comían y cultivaban sus tierras. Pero por la noche estaban obligados a cerrar las puertas para ir a dormir a los bloques de apartamentos donde el Gobierno había trasladado a su familia.
Me quedé helado con la explicación y comprendí mientras Adnan asentía con su mirada. El Gobierno turco se había equivocado totalmente con esa decisión absurda. Evidentemente las viejas construcciones se mantenían en pie gracias a que habían sido cuidadas y mantenidas durante generaciones por sus habitantes. A raíz del vaciamiento forzoso de la población muchas de las casas empezaban a deteriorarse por la acción del clima, de la erosión y de los turistas desaprensivos. Además las tierras de cultivo abandonadas se habían secado contribuyendo a esa sensación de desolación y pérdida. En unas décadas en la «zona protegida» no quedará absolutamente nada que proteger. Cuando paséis por aquí no dejéis de visitarle. Preguntar por la familia Kutlugün y contribuir al mantenimiento de su casa, de sus recuerdos y de su historia comprándoles unos recuerdos en su pequeña tienda. Os sorprenderá descubrir los diferentes espacios, temperaturas y ambientes de estas construcciones seculares y comprenderéis por qué los habitantes de la Capadocia las han habitado desde tiempos inmemoriales. Hasta hoy.
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Goreme, un lugar único en el mundo
Tras una larga conversación me costó dejar a Adnan, a su abuelo que veía tranquilamente la tele en el salón de piedra y a su maravilloso pueblo abandonado. Caía la tarde y debía seguir hacia Goreme pero en el corto trayecto no pude evitar parar dos o tres veces para fotografiar el espectáculo de rocas erosionadas y los juegos de luces y sombras de un maravilloso paisaje que me confirmaba a cada curva que había merecido la pena llegar hasta allí.
La entrada a Goreme es de las que dibujan una sonrisa inacabable en el rostro. Desde cualquiera de los miradores de la carretera con sus correspondientes puestos de recuerdos se tienen unas vistas magníficas del amplio valle donde está enclavado este pueblo que parece construido de la misma piedra del entorno. La entrada a Goreme se hace desde la carretera principal y luego hay que girar hacia la plaza. Aquí se encuentra una multitud de pequeños negocios dedicados a satisfacer las necesidades de cualquier visitante. Sabréis que habéis llegado por la cantidad de gente en la calle y por una de esas formaciones alargadas de roca que se ha mantenido en el centro del pueblo y que sirve de punto de referencia cuando se ilumina al anochecer como un faro enclavado tierra adentro.
El hotel reservado por mis amigos de Ankara estaba en una de las colinas del pueblo y aunque no tenía una acceso fácil, sus magníficas instalaciones y las atenciones de su personal consiguieron que se convirtiera en uno de mis recomendaciones viajeras. El Hotel Kelebek está integrado perfectamente en su entorno, posee unas vistas privilegiadas desde sus terrazas, tiene piscina y spa con diferentes tratamientos de masajes, un gran bufete de desayuno, restaurante y unas «habitaciones cueva» plagadas de detalles que ya les gustaría a muchos hoteles de superior categoría. Todo está muy cuidado, desde la limpieza hasta la decoración. Sobre su personal no tengo más que palabras de agradecimiento ya que incluso me atendieron en español y me ayudaron con información precisa a organizar trayectos y excursiones. ¡Y todo por 90€ la noche incluyendo el desayuno! En los días siguientes me di cuenta de que Goreme estaba lleno de hoteles parecidos llamados «Cave Hotels» con un aspecto similar, cuidados detalles, bella decoración y personal amable y simpático.
Cuando me asomé a la terraza del restaurante del hotel mientras atardecía pensé que mi primer día en Capadocia no podía terminar de mejor manera que con esa panorámica y con la deliciosa cena que me esperaba en la mesa. Y de nuevo di gracias a la vida por lo vivido y por lo que me quedaba por disfrutar. Desde el hotel me habían reservado para la mañana siguiente un vuelo en globo para ver el amanecer mientras flotaba sobre esta tierra mágica. Esa primera noche en Goreme asomado a la terraza del hotel disfruté del atardecer como nunca. Sencillamente no me lo podía creer.
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Conociendo Goreme
A las 4.30 de la madrugada suena el despertador. Un viaje en globo me espera para comenzar un día que estará repleto de mociones. Hay cosas en la vida que han de hacerse sí o sí y una de ellas es ver amanecer sobre las formaciones rocosas de la Capadocia subido a un globo y rodeado de decenas de ellos. Os lo cuento con todo detalle en este artículo específico:
Experiencia inolvidable en Turquía: volando en globo sobre Capadocia
Tras regresar de mi vuelo mañanero en globo y todavía embargado por la emoción decidí disfrutar de un prolongado desayuno antes de darme una vuelta a pie por Goreme. Y es que como descubrí durante los días de mi estancia este pueblecito tiene mucho que ofrecer. Para empezar decidí acercarme hasta los puestos de artesanía y recuerdos del centro, compré postales, busqué viejos tesoros en tiendas de antigüedades y curioseé por los puestos callejeros de frutas y verduras. La exportación de antigüedades sin certificación está prohibida en Turquía, pero siempre es interesante darse una vuelta por los mercadillos y tiendas para curiosear a la búsqueda de algún tesoro.
Finalmente atravesé la puerta de una tienda que me llevó a otra hasta que me encontré en un patio central rodeado de alfombras y de tiendas de tapices donde me sentí como en la cueva de Ali Baba. Suelos, escaleras y paredes estaban forrados de alfombras que llenaban las esquinas y se apilaban por pasillos y estantes hasta el techo. Recorrí cada rincón y lo mejor es que ningún vendedor demostró esa pesada insistencia con la que a veces hay que bregar en zocos y mercadillos.
En uno de los soportales una mujer tejía a mano una alfombra en un telar trenzando con sus robustos dedos los distintos hilos de diferentes colores. Le pedí permiso para hacer unas fotos y la mujer que no hablaba más que turco me instó a intentar pasar los gruesos hilos de lana por el entramado del telar. No pude menos que quedarme sorprendido por la tensión y dureza de los hilos y por la facilidad con la que la mujer trabajaba mientras que yo apenas podía pasar un hilo por detrás de otro.
Bajo un calor que amenazaba con derretir las piedras el muecín llamó al rezo del mediodía. Entonces me acerqué a la mezquita donde se reunieron casi todos los hombres del pueblo ya que era el primer día del Ramadán y esa mañana no había excusa para perderse los rezos. Sin embargo las tiendas y restaurantes mantenían el personal necesario para atender a los poco extranjeros que a esas horas deambulábamos por allí. El seguimiento del Ramadán, como pude comprobar durante los días de mi estancia, es bastante laxo en Turquía. Para empezar la gente mayor, enferma, niños y mujeres embarazadas están exentos de seguir estrictamente los preceptos de ayuno total durante las horas del día. Luego están los que no lo siguen abiertamente, o los que se esconden para fumar, comer o beber algo en cualquier rincón. Y al final he visto como en las zonas más turísticas de la costa no lo sigue casi nadie, ni turcos ni extranjeros. Desde luego nada que ver con otro Ramadán que pasé en Marruecos, y eso a pesar de la corriente de islamización promovida por el gobierno turco desde hace algunos años.
Hacia el «Love valley»
Con el pueblo casi vacío de gente decidí acercarme hasta uno de los lugares más curiosos, visitados y fotografiados de la Capadocia y que se encuentra a apenas un par de Km. del centro del pueblo. Poco después de tomar la carretera que conduce al Museo al Aire Libre de Goreme hay que tomar a la derecha un camino de tierra que bordea el moderno Hotel Capadocia. Tras unos metros me adentré en un pequeño valle sembrado de pequeñas huertas donde numerosos árboles frutales ofrecían su sombra durante estos días tórridos del verano. Hasta que como aparecidos de la nada surgen de pronto unas enormes torres de arenisca de inconfundible forma fálica que me indican que había llegado al llamado «Love Valley» o «Valle de los Penes«.
Viendo las fotos queda claro el porqué de este nombre. Bromas de la erosión y el tiempo que originaron esta procesión fálica que conforma uno de los lugares más curiosos que podréis visitar, y todavía gratis, en Capadocia. Está claro que la mejor hora para fotografiar el sorprendente «Love Valley» no es el mediodía. La luz caía a plomo y era durísima. Durante el viaje en globo pude fotografiarlo en la distancia y al amanecer resultaba mucho más visual.
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El Göreme Milli Parklar
Pero si por algo es conocido Goreme es por conservar en sus alrededores uno de esos lugares de los que cuesta creer su existencia y que por méritos propios se ha convertido en el más visitado de Capadocia: el Museo al Aire Libre de Goreme o Göreme Milli Parklar. Curiosamente este fue el lugar elegido por múltiples congregaciones cristianas para instalarse allá por el siglo IV. Se inició entonces una frenética actividad constructora que alcanzó su apogeo entre los siglos IX y XII con la excavación de numerosas iglesias talladas y decoradas en la roca. Goreme se convirtió entonces en un centro monástico de primer orden en el mundo bizantino y como tal sufrió sus disputas y reyertas cuyas consecuencias son visibles todavía hoy. A pesar de los avatares del tiempo y de las mezquindades humanas que ha provocado daños irreparables, en este valle se concentra un conjunto artístico único en el mundo que por sí solo justifica un viaje a Capadocia. Y así fue reconocido al ser declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1985.
Desde la misma entrada se aprecia la magnitud de las excavaciones en la mole de piedra del llamado «Monasterio de las Mujeres» ubicado a la izquierda. Después hay que ir adentrándose en las pequeñas iglesias ocultas tras oquedades abiertas en la roca y recorrer tranquilamente el resto del valle para ir accediendo a pie a las distintas iglesias rupestres, refectorios y dependencias que todavía se conservan. No hay más que seguir la ruta indicada. Su acceso se encuentra muy cerca del pueblo de Goreme y tras pagar la correspondiente entrada de 25 TL se accede a una explanada rodeada de pináculos de roca horadada.
Subiréis escalerillas y atravesaréis oquedades en la roca para ir descubriendo paso a paso las diferentes iglesias que nada tienen que ver con las grandes construcciones a las que estamos acostumbrados. De muchas apenas si queda el hueco vaciado en la roca de un interior en el que apenas caben unas pocas personas. En otras aparecen señales de viejas pinturas murales y símbolos cristianos como en los arcos, cúpulas y muros de la llamada Iglesia de la Manzana o en la deteriorada decoración de la Iglesia de la Hebilla. Otras sin embargo se han venido abajo debido al inexorable paso del tiempo y a la erosión.
Podemos descubrir curiosas pinturas y motivos como saltamontes y otros animales en la Iglesia de Santa Bárbara que se cree pertenecientes a la época iconoclasta. En la Iglesia de la Serpiente, además de santos como San Jorge y San Teodosio, están representadas las figuras del emperador Constantino y de su madre Elena. Otra de las más conocidas en toda la Capadocia es la Iglesia de la Hebilla, la Tokah Kilise, realmente dos iglesias unidas y construidas en varias etapas con decoraciones pre-bizantinas de intenso colorido de influencia oriental en las que se representan figuras estilizadas y en movimiento. En la parte más moderna la decoración pierde parte de los colores, los detalles y la elegancia de las pinturas que caracterizan a la parte más antigua.
Es casi un milagro que se hayan conservado durante siglos en el interior de los pináculos y paredes de piedra algunos de los más bellos ejemplos de pintura religiosa bizantina existentes en el Mundo. Como en muchos lugares está totalmente prohibido hacer fotos en el interior de las iglesias y siempre hay un vigilante en las que mejor conservan su decoración. Pero cuando accedí a la llamada Iglesia Oscura, la Karinlik Kilise, decidí saltarme todas las prohibiciones. Para acceder a esta pequeña joya hay que pagar un suplemento que merece la pena abonar sin ningún género de dudas. Nada más entrar es imposible no sentirse asombrado ante la magnificencia de las pinturas de estilo bizantino que decoran cada rincón del interior de esta iglesia en planta de cruz griega, la más importante entre las columnadas existentes aquí.
La calidad y el estado de conservación de sus pinturas es excelente a pesar de las agresiones realizadas durante las luchas intestinas del periodo iconoclasta en el que se decidió borrar los rostros de todas las figuras representadas.
Por cierto, para entender el Cisma de Oriente y las luchas intestinas durante la época dorada de la Constantinopla medieval y bizantina, recomiendo como lectura imprescindible “El Conde Belisario” de Robert Graves. El caso es que a pesar de todos estos avatares se salvaron muchas de las pinturas debido a su difícil acceso. Por eso todavía hoy podemos admirarnos ante la perfección y el detallado trabajo de los artistas que decoraron cada rincón, pared, columna y bóveda de esta iglesia hace casi 1.000 años en la que no entra la luz natural por ningún sitio.
Pero os estaréis preguntando… si está prohibido fotografiar estas iglesias ¿de dónde salen estas fotografías? Os cuento que mientras admiraba cada rincón de la iglesia maldiciendo mi suerte por no poder sacar la cámara, tuve mi oportunidad cuando el vigilante se ausentó por unos minutos. Aproveché entonces para disparar a toda prisa algunas fotos a pulso, sin flash por supuesto y aumentando el ISO intentando que salieran lo más nítidas posibles. Son las que podéis ver aquí. Espero que no me detengan si vuelvo por allí, pero sinceramente resulta imposible dar a conocer este lugar sin utilizar imágenes.
Es fácil pasarse 2 o 3 horas recorriendo cada rincón de este museo de arte al aire libre. Además de las iglesias y capillas también se conservan algunos refectorios donde los monjes realizaban sus comidas en comunidad. Todos tienen una gran mesa de piedra y unos muretes excavados en la roca que la rodean y que hacen la función de asiento. Además se conservan algunos almacenes y depósitos que nos hablan de la frugalidad de la vida de los monjes que vivieron y rezaron aquí hasta la llegada del Islam a tierras de Capadocia. Entonces estas iglesias fueron abandonadas y milagrosamente se han conservado en un estado bastante aceptable teniendo en cuenta las circunstancias.
Confieso que no soy un admirador del arte religioso. Pero algunas de las pinturas de estas iglesias son auténticas obras de arte que representan a la perfección el mundo bizantino a través de los ojos de los artistas de la época. La expresividad de los rostros y los gestos, además del colorido de las vestiduras o los detalles de guerreros, fortificaciones y ciudades, son de un realismo admirable. Por eso merece la pena hacer la visita a primera hora de la mañana. O ya por la tarde, un par de horas antes del cierre, con poca gente a nuestro alrededor para poder observar con atención estas pinturas que son el reflejo de un mundo perdido ya para siempre.
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En los alrededores de Goreme
A la salida quedaba poco ya para el atardecer y subí al coche para tomar la carretera que va de Goreme a Ürgüp hacia otro de esos lugares que sólo se pueden encontrar aquí: el valle de Zelve. Aquí se da una de las mayores concentraciones de lo que aquí se llama «chimeneas de hadas» y que son esas características formaciones de piedra originadas por la erosión del terreno volcánico durante milenios.
Esa erosión continúa y es la que provocó el abandono de las antiguas poblaciones de Çavusin por donde pasa la carretera, o la del mismo Zelve en la década de 1950. Hoy se pueden visitar las ruinas y las casas rupestres ahora vacías de estas poblaciones que estuvieron habitadas por musulmanes y cristianos de origen griego hasta que en 1924 se decretó la expulsión de la minoría griega del territorio turco. Hoy la antigua Çavucin o la vieja Zelve son pueblos fantasmas a cuyos pies se construyeron pueblos de planta moderna donde se realojó a sus respectivos habitantes.
Los tres valles que rodean Zelve son ideales para caminatas entre riscos y viejas montañas horadadas desde tiempos inmemoriales donde todavía se conservan algunos de los frescos de viejas iglesias excavadas en la roca y hoy ya casi venidas abajo como la Iglesia del Ciervo. El conjunto de valles erosionados de colores ocres rodeados de paredes verticales y de cientos de antiguas viviendas, túneles, despensas, palomares e iglesias entre rocas venidas abajo conforman el paisaje único del llamado Museo al Aire Libre de Zelve, desde luego un lugar que no te dejará indiferente y por el que tendrás que pagar entrada para tener acceso.
A unos pocos Km. de Zelve se encuentra el Valle de las Chimeneas de Hadas donde se encuentra el conjunto de pináculos más fotografiado de la Capadocia. Recorriendo los viejos senderos hollados ahora por el paso de miles de visitantes y tras subir a lo alto de alguna colina es posible apreciar el característico proceso erosivo de la roca volcánica en sus sucesivas etapas. Afortunadamente a estas horas de la tarde ya quedan pocos visitantes y puedo disfrutar de la suave luz del atardecer que empieza a juguetear con las sombras formadas por los grandes pináculos y que me llaman profundamente la atención ya que sostienen en lo alto una capa de roca más dura. Algunos me recuerdan a un cucurucho de helado, otros penes gigantes… ¡qué curioso lugar!
La tarde de verano parece prolongarse en este día que parece no tener fin así que decido aprovechar los minutos de luz que todavía me quedan antes de que el sol desaparezca tras las lejanas montañas. Subo al coche y enfilo de nuevo la carretera para intentar fotografiar otra de esas imágenes icónicas de la Capadocia, la del conjunto de las chimeneas de hadas cercanas a Ürgüp. Pero cuando llego el sol se está ocultando tras el horizonte y los pináculos tan característicos quedan ya a la sombra y no consigo la foto con la luz que quería por unos pocos minutos. Atardece definitivamente y decido regresar a Goreme exhausto pero con la cámara cargada de imágenes y el alma desbordante de sensaciones en un día que empezó de madrugada y que parecía no tener fin.
En los días siguientes descubrí los atardeceres desde las colinas que rodean Goreme y recorrí el resto de la región parando en Uchisar para adentrarme en esa mole de piedra horadada llamada el Castillo. Llegué hasta el valle de Ilhara para caminar a pie por las orillas del rió descubriendo sus iglesias bizantinas excavadas en la roca. Me adentraré en los túneles de la ciudad subterránea de Kaymakli y visité pueblos rodeados de paisajes imposibles donde todavía se mantiene la esencia de una vida tradicional que se moderniza a ojos vista como Güzelyurt o Yaprakhisar. Y terminé adentrándome en el gran caravansarai de Sultanhani del S.XIII. Todo esto y más lo podéis leer en este artículo: Qué ver en Capadocia viajando por libre
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Información práctica:
– Mi primera recomendación es que alquiléis un coche para recorrer Capadocia a vuestro aire, ya lleguéis por tierra en autobús o por aire a algún aeropuerto cercano como el de Nevsehir. Lo podéis hacer en el mismo aeropuerto o al llegar a Goreme.
– Haceros con un buen mapa. Las carreteras no están nada mal, las indicaciones son buenas, las distancias no muy grandes y los paisajes son fantásticos.
– Si no tenéis mucho tiempo y queréis ir al grano, existe la opción de contratar excursiones organizadas por el norte de Capadocia o por el sur de la región visitando los lugares de mayor interés.
– Recuerda que un buen Seguro de Viajes te puede ahorrar preocupaciones y resolver muchos problemas. Así que ni lo dudes. Desde aquí te recomiendo MONDO, el seguro de viaje inteligente para viajeros inteligentes. Además contratando tu seguro desde esta página tienes un 5% de descuento.
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– Aunque aquí recomiendo el Hotel Kelebek por su relación calidad-precio, encontraréis que en Goreme hay una amplia oferta hotelera para todo tipo de bolsillos. Eso sí, no dudéis en hospedaros en algún «Cave Hotel».
– A pesar de su coste que ronda los 150€, el viaje en globo al amanecer es una de las experiencias más fantásticas que puedes vivir en Capadocia. Sólo por esta razón merece la pena venir hasta aquí. Tened en cuenta que los precios pueden incrementarse en agosto debido a la alta afluencia turística.
– Las mejores horas para fotografiar los paisajes de Capadocia son el amanecer y el atardecer, sobre todo en verano. A mediodía la luz es muy dura y se intensifica con el color calizo de la tierra.
– Trae calzado cómodo para caminar por terrenos pedregosos ya que hay muchas rutas a pie. Y siempre viaja con mucha bebida y algo de comer. En verano el calor es un factor a tener en cuenta así como el frío en invierno. Eso sí, no olvides el bañador porque muchos hoteles tienen piscina.
– La comida turca es sencilla pero sabrosa y con unos productos de primera. Las frutas, hortalizas y verduras son una delicia. Como curiosidad probad el vino local que aunque no es una maravilla resulta interesante.
– Mucha gente no habla otro idioma que el turco así que nunca está de más conocer algunas frases y palabras en turco. Aún así no encontré problemas para comunicarme: la gente es sumamente agradable y hace infinitos esfuerzos por que tu estancia sea lo más agradable posible. La mayoría de los carteles en los lugares de visita así como los folletos de información turística están escritos al menos en turco e inglés. También en francés y alemán. Pero en español…pues no.
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