Bizancio, Constantinopla… Estambul.
Un alarido tremendo me hace saltar de la cama preguntándome qué sucede. La quejumbrosa letanía continúa hasta que al fin me doy cuenta: estoy en Estambul. Y de que la potente voz que resuena en mi cabeza es la del muecín de la mezquita Paça Camii situada al lado del hotel. Al momento, desde los altavoces de otras mezquitas, resuena al unísono la llamada a la oración.