Antigua 1ª. parte. Un poco de Historia: conquistadores, volcanes, terremotos y ruinas.
Camino por un suelo empedrado de color gris salpicado de irregularidades. Frente a mi tengo las ruinas de lo que en su día fue uno de los mayores edificios coloniales de Centroamérica. Hoy apenas se tienen en pie algunos muros como el de la fachada donde aparece escrita la fecha de su terminación: 1694.
En las esculturas que decoran su portada todavía se adivina la policromía que alguna vez adornó a una virgen a cuyos pies se encuentra un querubín rodeado por el sol y la luna. A los lados un par de santos de grandes y desproporcionadas orejas se resguardan en sus hornacinas. El conjunto lo rematan un escudo de España flanqueado por el águila bicéfala de los Habsburgo y un Santiago Apóstol a caballo. Estoy frente a lo que queda del Templo de la Concepción destruido por el Terremoto de Santa Marta de 1773 que arrasó casi por completo la ciudad de Santiago de los Caballeros, capital de la Guatemala colonial y hoy conocida como Antigua.
Desde la primera que vez que pisé Antigua cuando Guatemala todavía estaba sumida en una terrible guerra civil, esta fachada siempre me ha fascinado. De un sólo golpe es posible abarcar la potente simbología tallada en la piedra de una época en la que se mezclan la religión, las fuerzas de la Naturaleza, los símbolos de la monarquía hispánica y de la imposición de la fe cristiana. De todo aquello sólo quedan ruinas, pero que hermosas.
No era la primera vez que un temblor sembraba el caos en la hermosa ciudad colonial. Antes se habían sucedido el de 1717 y el de 1751. Demasiados terremotos para las autoridades del virreinato que decidieron trasladar la capital de Guatemala a una nueva ubicación alejada de las continuas sacudidas provocadas por los volcanes Agua, Fuego y Acatenango. Más de 200 años después de aquella hecatombe y tras los muros arruinados del Convento y las casas bajas pintadas de colores pastel distingo la silueta cónica, casi perfecta, del majestuoso volcán del Agua.
Tras el terremoto de 1773 Antigua quedó sumida en el olvido, casi en el abandono. Con su hermosa Catedral y muchos de sus conventos, monasterios e iglesias venidos abajo, la que fue floreciente capital permaneció congelada en el tiempo.
Antigua, primera capital de Guatemala, fue fundada por Pedro de Alvarado al que Hernán Cortés había enviado desde México para la conquista de la región. Tras una serie de seísmos, destrucciones y sucesivos traslados, la ciudad de Santiago de Los Caballeros de Guatemala se trazó en su ubicación actual partiendo de cero. La monarquía hispánica implantó en América el urbanismo en forma de damero tan alejado del concepto de ciudad medieval europea de estrechas, oscuras y retorcidas callejuelas constreñidas tras unas murallas. Y Santiago de los Caballeros era un ejemplo más del nuevo orden hispánico que fue creciendo hasta convertirse en el centro comercial, cultural, político y religioso más importante de Centroamérica durante más de dos siglos.
Pero los terremotos siguieron castigando a la ciudad, y una y otra vez los monumentos y edificios eran reconstruidos siguiendo el trazado reticular de las calles tiradas a cordel desde la Plaza Mayor o de Armas, donde se encontraban los principales edificios gubernamentales, eclesiásticos y comerciales. Pero no fue hasta el terremoto de julio de 1773 que casi destruyó por completo la ciudad que se propuso su abandono y traslado definitivo. Desde entonces se la conoce como La Antigua Guatemala.
Un paseo por las calles de Antigua
Tras casi dos siglos de olvido el renacimiento de Antigua comenzó cuando fue declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco en 1979 y se iniciaron trabajos de reconstrucción en gran parte de la ciudad. Se reconocía así la importancia de sus valores arquitectónicos y monumentales así como los de su patrimonio histórico, artístico, urbano y natural.
Lo primero que sorprende al visitante precisamente es ese entorno natural volcánico que rodea Antigua con los omnipresentes volcanes del Agua, del Fuego y Acatenango. Después viene la admiración por su impresionante arquitectura barroca y la grandeza de sus edificaciones, muchas de ellas en ruinas, que nos hacen pensar en lo impresionante que debió ser la ciudad en el siglo XVIII.
Y para terminar de caer enamorado de este lugar están sus habitantes, muchos de ellos de etnias mayas que conservan sus lenguas y costumbres en un admirable sincretismo cultural con la modernidad del S.XXI. Su presencia lleno de colorido, sonidos y artesanía las calles de Antigua.
Lo mejor para conocer la ciudad es empezar por su centro histórico, por la Plaza Mayor o Parque Central donde están el Ayuntamiento, el Palacio de los Capitanes y la Catedral. Daros un paseo por los soportales del Ayuntamiento donde encontraréis una placa que dice:
Entrad y subid las escaleras que llevan hasta el primer piso donde accederéis a una balconada con vistas a la plaza con la Catedral a la izquierda y el Parque Central. Por aquí transcurre gran parte de la vida y la actividad diaria de Antigua y además os encontréis con los guías locales que os pueden acompañar en la visita. Podéis acordar con ellos un precio para que os lleve a descubrir el resto de la ciudad y os aconsejo hacerlo. Evitaréis dar vueltas sin sentido por las calles y os llevarán con sus detalladas explicaciones a lugares que difícilmente encontraríais por vuestra cuenta. Y lo más importante, con su conversación aprenderéis a valorar la discreción, la sencillez y el sentir de los habitantes locales.
Alrededor del Parque los coches de caballos esperan pacientemente a que algún turista demande sus servicios para dar una vuelta por la ciudad. Y entre sus arboledas se pasean vendedores ambulantes, familias, turistas y curiosos. Sentarse en un banco frente a la Fuente de las Sirenas y ver pasar la vida es hacerlo casi en un desfile de moda local: huipiles, blusones, pañuelos, mantos, bolsos, pulseras… Toda la riqueza textil de Guatemala parece pasearse por aquí.
Una vez aquí no se debe dejar de visitar las ruinas de la vieja Catedral que en su momento debió ser una de las construcciones más impresionantes de toda la América Hispana y que como muchas otras fue destruida en el gran terremoto de 1773. Sus columnas blancas y sus ábsides se elevan literalmente al cielo abierto pues las cúpulas desmoronadas yacen destrozadas a nuestros pies. Por ello se hacen trabajos de mantenimiento continuado que intentan conservar estos restos monumentales que hablan de un grandioso pasado.
Aquí se encuentran enterrados los restos de Pedro de Alvarado y de Bernal Díaz del Castillo que acompañó a Hernán Cortés en la conquista de México y fue uno de sus primeros cronistas. Bernal nos legó un vivido retrato de Tenochtitlán y de las impresiones de los europeos en el momento preciso del choque cultural con los mexicas en su imprescindible “Historia de la conquista de la Nueva España”.
Este es sólo el comienzo de un paseo que os llevará a descubrir Antigua porque justo enfrente se encuentra la antigua Universidad de San Carlos, edificio ocupado hoy por el Museo de Arte Colonial. Se trata de uno de los edificios barrocos más interesantes de la ciudad donde puedes conocer cómo eran las universidades creadas por los españoles en América cuyo modelo fue la Universidad de Alcalá de Henares. Y hay que afirmar que sí, que de todas las potencias coloniales España fue la única que levantó universidades en América.
A partir de aquí os aconsejo caminar y perderos entre conventos en ruinas, fachadas barrocas de antiguas iglesias y viejas casonas coloniales en proceso de reconstrucción. Y todo ello por las antiguas calles adoquinadas entre hermosas casas de no más de dos alturas para evitar en lo posible los efectos de los temblores de tierra. Y atención a los detalles con los que los habitantes de Antigua decoran con mimo su ciudad: portalones de madera con remaches metálicos, altos ventanales con enrejados, pesados aldabones, macetas siempre llenas de coloridas flores, azulejos…Y los colores pastel con las que pintan las grandes fachadas que esconden unos maravillosos patios llenos de fuentes y una exuberante vegetación.
Porque el placer del viajero también está en pasear por las viejas calles empedradas de Antigua, ver cómo sus habitantes viven su vida, conversar con unos y otros o entrar en las pequeñas tiendas donde se vende un poco de todo. Tiendas y mercados de artesanía local hay casi en cada esquina, así que visitarlos sin prisas. Seguro que algún recuerdo os traéis porque los trabajos textiles y en madera son realmente admirables.
A partir de aquí os invito a seguir recorriendo Antigua en la 2ª. parte de este artículo dedicado íntegramente a esta maravillosa ciudad colonial. Sólo tienes que seguir el enlace: Antigua, una de las ciudades coloniales más hermosas de América.
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