Asakusa, el Japón más tradicional sobrevive en Tokio.
Asakusa es para muchos el barrio más atractivo de Tokio. Sobre todo para aquellos que cuando viajan a Japón buscan hacer también un viaje en el tiempo. Aquí encontrarán templos, santuarios, pagodas, artesanías y todo aquello que un occidental busca en ese Lejano Oriente soñado.
Ubicado al este de Ueno el barrio de Asakusa es un tesoro nacional, ya que salvaguarda los únicos restos (reconstruidos) de un pasado casi desaparecido tras los bombardeos de la II Guerra Mundial. Aquí encontrarás lo que queda de un Tokio que nos remonta a una época que se pierde en el tiempo. Ese Japón soñado se vuelve aquí muy real entre el bullicio de las multitudes que siempre abarrotan sus zonas peatonales. Es cierto que no tiene la magia de la mayoría de los templos y santuarios de Kioto, la capital espiritual de Japón. Aún así la espiritualidad y cierto recogimiento está presente en el conjunto de templos mejor preservados de Tokio a pesar de todas sus reconstrucciones. Algo por cierto muy habitual en Japón, donde los incendios, las guerras y el paso del tiempo exige la renovación casi constante de las viejas estructuras de madera.
Cuando Tokio era conocida como Edo, Asakusa era una zona destinada al comercio y al entretenimiento. Aquí se compraba y se vendía de todo, se disfrutaba del arte del Kabuki en sus teatros y las geishas paseaban por sus calles. Hoy algo de ese viejo Edo todavía flota en el ambiente. Las calles están llenas de pequeñas tiendas, tenderetes, bares, restaurantes y gente, mucha gente.
El barrio se sitúa a lo largo de una de las orillas del río Sumida y se llega fácilmente usando el metro en la parada nº 18 de la línea Asakusa, o en la nº 19 de la línea Ginza. Si llegáis en esta última sabréis que estáis en el lugar correcto cuando veáis del otro lado del río el llamativo edificio de la cerveza Asahi. La enorme gota de cerveza dorada en su tejado resulta inconfundible.
Una visita a Asakusa nos permitirá vislumbrar un poco del alma japonesa, aunque siempre sin abandonar la faceta más comercial y consumista. La verdad es que la sorpresa surge en cada pequeño tenderete, en cada esquina, detrás de cada escaparate: kimonos, godzillas, sandalias, pastelitos, doraemons, katanas, sushi, teatros de kabuki, conductores de riksaws, budas, máscaras, cerámicas, medicamentos tradicionales, lectores de manos, karaokes, pachinkos, cantantes de ópera actuando en plena calle… Todo se vende y todo se compra en este gran mercadillo popular. Si estáis pensando en comprar algún souvenir o recuerdo en tradicional en Tokio no busquéis más. Este es el lugar.
El centro de Asakusa está ocupado por el conjunto de templos de Sensō-ji. A veces también se lo conoce como Asakusa Kannon ya que está dedicado a la diosa budista de la misericordia. Es el mayor y más antiguo de Tokio pues su construcción se inició en el año 645. Entraremos al recinto del templo por la puerta de Kaminarimon con su enorme linterna roja (chōchin). Con sus 4 metros de alto resulta inconfundible. A los lados verás sendas estatuas, la de los dioses del trueno y del viento.
Desde aquí parte una vía peatonal, la Nakamise-dōri, repleta de puestos callejeros y masas compactas de turistas, curiosos y paseantes. La variedad de recuerdos, dulces y pastelitos que puedes comprar por aquí resulta casi infinita, así que pasaréis un buen rato curioseando.
Antes de llegar al santuario hay que atravesar otra puerta llamada Hōzōmon, más grande que la anterior y por la que se accede al Hondo. Tras cruzar por debajo de la puerta daros la vuelta y fijaros en los laterales para ver las alpargatas japonesas más grandes que veréis en vuestra vida. Unos metros más adelante se encuentra un gran incensario y las fuentes para abluciones presentes en todo templo sintoísta. Si compras unas barritas de incienso quémalas en el inciensario y agita el humo para dirigirlo hacia las partes de tu cuerpo que quieras mejorar. En mi caso elegí la cara a ver si mejoraba algo, pero nada… Sólo conseguí asfixiarme. Será cuestión de fe.
La gran pagoda de 5 pisos de color bermellón que sobresale sobre los tejados de tejas verdes de los templos termina por conformar un armonioso conjunto. La pagoda original fue levantada hace unos 10 siglos, pero tras varios incendios y destrucciones (la última en la II G.M.) y reconstrucciones, la que vemos hoy es bastante moderna. Las zonas ajardinadas, los estanques, las estatuas de Buda y el resto de pequeños santuarios hacen de Asakusa uno de los lugares con más atractivo de Tokio. Unas escalinatas conducen hacia las puertas del Hondo o salón principal de este templo fundado en el siglo VII. Fijaros en la rica decoración interior, sobre todo de las paredes y el techo. Claro está si os dejan las multitudes. Este es un lugar que sigue siendo lugar de devoción para muchos tokiotas y que atrae anualmente a más de 30 millones de personas, que se dice pronto.
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Los mejores momentos para visitar Asakusa
Aunque Asakusa siempre es digno de ver en cualquier época del año, si viajas a finales de marzo o principios de abril podrás disfrutar del hanami. Es el espectáculo que la primavera regala a los japoneses en forma de auténticas nubes de flores blancas y sutiles tonos violetas que cubren parques y jardines. El hanami del sakura, el que se produce con la floración de los cerezos, es todo un espectáculo digno de ser visto. No hay mejor fecha para venir a Japón y dejarse arrastrar por la magia y la belleza de una Naturaleza que se impone por unos días al gris del asfalto y el cemento de sus ciudades.
En el recinto hay otros templos, estatuas y santuarios como el Asakusa, el Salón Bentendo o el Yakushido, además de pequeñas pagodas y estanques. En primavera las flores aportan un contraste de color sobre el bermellón en el que están pintadas la mayoría de las construcciones aportando unas estampas dignas de fotografiar.
A mediados del mes de mayo se celebra el festival del santuario Sensoji el llamado Sanja Matsuri. Esta es una de las celebraciones más llamativas que podemos ver en Tokio. Durante el día, y sobre todo por la noche, un centenar de palanquines sagrados ornamentados profusamente son paseados entre las multitudes que ocupan las calles de Asakusa durante tres días. Estos palanquines son una especie de pasos procesionales portados sobre los hombros de hombres y mujeres ataviados al estilo tradicional.
A medida que pasan las horas, y la cerveza y el sake corre por las venas de los porteadores, el movimiento de los palanquines se va haciendo cada vez más errático y bamboleante. Por la noche el espectáculo gana enteros y las oleadas humanas se arremolinan a lo largo del trayecto por donde avanzan los animados porteadores entre gritos, risas y mucho ruido. Si viajas a Tokio durante el mes de mayo te aconsejo que reserves tu estancia en Asakusa en alguno de los hospedajes tradicionales llamados ryokan. Hospedarse por esta zona permite disfrutar al máximo del ambiente que se vive durante las fiestas del Sanja Matsuri.
Como habréis visto ya porque su presencia es omnipresente, Asakusa queda muy cerca de la Tokio Skytree. La torre más alta de la ciudad queda del otro lado del río Sumida y puedes llegar en una caminata de unos 20 minutos. Si quieres subir a su mirador has de tener la entrada comprada por Internet con fecha y hora cerrada.
En las orillas del río Sumida, junto al Puente Azuma bashi, hay un embarcadero desde donde salen los barcos que recorren el río. Es el llamado Water Bus y resulta una opción interesante si luego queréis ir a los jardines Hamarikyu o hacia otras zonas de Tokio como Odaiba haciendo el cambio en el muelle de Hinode ya cerca del Rainbow Bridge. Es un viaje curioso en el que atravesarás infinidad de puentes aunque el recorrido por el Sumida no es muy escénico. Si vuestro destino final es Odaiba sí os lo recomiendo ya que os puede tocar viajar en el futurista Himiku, barco diseñado por el dibujante de mangas Leiji Matsumoto y que sólo tiene 3 salidas diarias.
Como comprobaréis Asakusa es un barrio donde el espíritu del viejo Japón todavía pervive en muchos de sus rincones. Sus viejas tiendas de artesanía, su ambiente familiar y sus pequeños restaurantes contrastan con esa ciudad moderna y un tanto aséptica en la que se ha convertido el Tokio del S.XXI. Personalmente venir a Asakusa es un ritual que repito cada vez que visito la capital japonesa. Un lugar que recomiendo siempre.
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