Una experiencia inolvidable.
Una de esas cosas que no se hacen todos los días, pero que sí podemos hacer en Boston, es hacer una excursión para realizar el avistamiento de ballenas. Puede parecer sorprendente poder ver ballenas a poco más de una hora de viaje en barco desde una de las mayores aglomeraciones urbanas de los USA.
El caso es que por unos 33$ los niños y 49$ los adultos esta actividad se ha hecho muy popular entre abril y octubre. Además de ser un gran negocio para las empresas que operan este servicio.
Esta especie de «milagro» se debe a la existencia de una reserva marina en el llamado Stellwagen Bank National Marine Sanctuary, una zona donde las ballenas vienen a alimentarse con sus crías durante esta época del año. Este santuario marino en la bahía de Massachusetts es el hogar veraniego de ballenas jorobadas, ballenas piloto, rorcuales y delfines que encuentran aquí un lugar privilegiado donde alimentarse gracias a unas condiciones especiales de profundidad y corrientes que facilitan la existencia de una abundante vida marina.
Sólo hay que acercarse hasta los embarcaderos que están ubicado a unos minutos a pie del Quincy Market junto al Aquarium de Boston, y acercarse hasta una de las taquillas del Long Wharf claramente señalada con una ballena para adquirir el boleto. Tanto en los barcos del New England Aquarium como en los de Boston Harbor Cruises te aseguran el avistamiento de ballenas y si no, te regalan un ticket para otro día. En verano las colas de turistas se pueden hacer realmente pesadas. Por esto, y para evitar quedaros sin plaza en el horario deseado, os aconsejo adquirir el boleto por internet.
Llega el momento de subir al barco, un gran catamarán de dos cubiertas y que nada más salir del puerto de Boston muestra la potencia de sus motores. El trayecto hacia el santuario marino de Stellwagen Bank transcurre en poco más de una hora desde que salimos del puerto rodeados de veleros.
Mientras paseo entre las cubiertas exteriores y las cabina (con aire acondicionado por supuesto) intento encontrar el lugar estratégico para conseguir hacer fotos. De fondo se escucha la voz de los naturalistas que nos va contando curiosidades y datos acerca de estos animales, los mayores mamíferos del planeta. Cómo identificar las distintas especies, cómo los investigadores siguen a ejemplares concretos de ballenas, formas de comportamiento, migraciones, alimentación, cría, etc.
Tras dejar atrás el reguero de islas e islotes rocosos que conforman el Boston Harbor Islands National Park el barco se adentra en aguas más profundas. Los minutos pasan y el barco maniobra a babor y luego a estribor mientras avanza ¿usarán sonar para localizar a las ballenas? El hecho es que te aseguran el avistamiento de las ballenas, así que algún medio tendrán que utilizar para localizar a las ballenas cada día en una extensión tan enorme de océano. Casi todos los pasajeros del barco son norteamericanos y ya se percibe ese ambiente expectante y nervioso de lo que está por llegar.
El catamarán aminora la marcha y se dirige hacia otros dos barcos que están parados en medio del mar. De pronto vemos surgir en la lejanía el lomo y luego la cola de una ballena. Los que todavía no estaban en cubierta salen corriendo y rápidamente la proa se convierte en una lucha a brazo partido por obtener el mejor lugar para ver por fin a las ballenas.
Nos acercamos muy lentamente, demasiado lentamente mientras vemos como la ballena hace cabriolas entre los dos barcos que ocupan un lugar privilegiado. El animal de considerable tamaño por cierto, les está haciendo un auténtico show a los afortunados pasajeros de aquellos barcos.
Mientras tanto, y para exasperación general, nuestro capitán decide mantenerse a una buena distancia. La ballena desaparece y tras unos minutos los barcos se mueven hacia otra zona mientras nosotros les seguimos muy lentamente.
Más ballenas y una pequeña lancha que se apunta al espectáculo. Una de las ballenas le pasa al lado casi rozándola mientras eleva el lomo para sumergirse. Es una ballena jorobada. Nos acercamos por fin un poco más y vemos como se acercan dos ballenas, una hembra con su cría ya crecidita y de varios metros que se asoma a nuestro lado. Foto, foto, foto…
Desaparecen y los barcos se mueven lentamente maniobrando por una extensa zona intentando localizar más ballenas. A lo lejos se ve otra pero cuando nos acercamos ya ha respirado y ha vuelto a desaparecer. Los minutos pasan y en el catamarán todos corremos de babor a estribor y de proa a popa intentando localizar las ballenas e intentando adivinar por dónde van a salir a la superficie. Allí viene otra y viene directa hacia nuestra proa, la oímos resoplar y nos salpica el chorro vaporizado de agua y aire de su respiración.
Desaparece y vuelve a aparecer enseñando el lomo que ahora se dobla hasta que surge la gran cola y se eleva unos metros en el aire hasta que lentamente desaparece bajo las aguas. Precisamente las marcas y formas de las aletas de la cola de las ballenas son únicas e irrepetibles por eso son la forma más segura de reconocer a los diferentes ejemplares de forma individual, seguirlas y poder confirmar su presencia año tras año en estas aguas.
Desde luego que esta es una oportunidad única para ver a las ballenas evolucionando en el agua, haciendo piruetas, sumergiéndose y emergiendo de nuevo con parsimonia y elegancia a unos metros del casco del barco.
Como todo en la vida y con más razón en la Naturaleza, el avistamiento es cuestión de suerte. He hecho este viaje dos veces y evidentemente no se ve ni la misma cantidad de ballenas en uno que en otro viaje. Además puede que no tengas la suerte de que las ballenas se acerquen al barco o de que tu capitán sea extremadamente riguroso con las normativas de seguridad y no haga ni siquiera el amago de avanzar unos metros para acercarse a la ballena que está dando vueltas ahí mismo (sí, en este viaje sin ir más lejos).
El caso es que el tiempo no corre sino que vuela y desde megafonía nos avisan de que tenemos que regresar a puerto. El barco da media vuelta y los motores rugen a toda máquina mientras atrás quedan las ballenas que siguen haciendo su vida ajenas al trajín y al negocio que se ha montado a su alrededor. Evidentemente mejor esto que no la caza de ballenas que casi las llevó al abismo de la extinción. Parece ser que esa amenaza forma parte del pasado, pero la contaminación de los mares y el calentamiento global son las nuevas «espadas de Damocles» que penden sobre este magnífico animal. Sólo puedo decir que la emoción que provoca ver una cría de ballena a pocos metros no se explica fácilmente y más sabiendo que hace tan sólo un par de décadas atrás un avistamiento de este tipo llegó a ser algo casi imposible.
A proa ya se ve el skyline de Boston sobre el que se ciernen nubes de tormenta. El viaje ha durado unas 3 horas y media. Aprovecho el viaje de regreso para charlar con un par de naturalistas que se acercan por las cabinas con vértebras y barbas de ballena bajo el brazo. Me confirman que la reglamentación para el avistamiento de ballenas se está haciendo cada vez más estricta y que hay capitanes que directamente no se la juegan y se mantiene a media milla de las ballenas. Si la ballena se acerca, suerte, y si no te quedas con la frustración de haberlas visto de lejos, muy de lejos. Son cosas de la Naturaleza y de la difícil relación que mantenemos con ella y así hay que tomárselo porque evidentemente en esta historia los protagonistas, no lo olvidemos, no somos nosotros, son las ballenas.
Y tú, ¿has tenido la suerte de verlas o encontrarte con ellas?
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