Recorriendo la Bretaña de siempre: de Dinan a Vannes.
Los pueblos de la Bretaña francesa han sabido conservar algunas de las mejores muestras de arquitectura popular de toda Francia. Las ciudades de Dinan y Vannes son un ejemplo de ello. Sus recintos amurallados todavía protegen su entramado urbano caracterizado por esas viejas casas de colores con entramados de madera levantadas entre los Siglos XV y XVII.
Parece un milagro que estas casas de madera y barro cocido levantadas en varias alturas, con fachadas inclinadas y estructura irregular, se mantengan todavía en pie. Y lo mejor de todo es que siguen estando habitadas varios siglos después de su construcción. Por eso, cuando visitas los centros históricos de estos pueblos bretones, estás visitando lugares vivos y no una mera exposición para turistas vacía de contenido.
Tanto Dinan como Vannes, a pesar de los avatares de la Historia, mantienen estos tesoros de la arquitectura popular con mimo. Y han sabido poner en valor la importancia y el carácter que aportan estas construcciones. Esto es algo a tener en cuenta cuando visitas el noroeste de Francia. Sólo hay que ver como en la vecina Normandía muchos de sus pueblos y ciudades fueron literalmente arrasados tras el Desembarco del Día D durante la II Guerra Mundial.
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La ciudad medieval de Dinan
El punto de partida del viaje por esta zona de la Bretaña es la ciudad portuaria de Saint Malo. Dinan se encuentra sólo a 35 km. de esta ciudad costera conocida por su actividad corsaria y marinera. Y por ser el lugar donde se registran las mareas más altas de Europa.
La pequeña ciudad de Dinan es una auténtica sorpresa. A pesar de que la mañana amaneció lluviosa, el cielo se fue despejando de nubes. Poco a poco un tímido sol me acompañó por las intrincadas callejuelas de esta ciudad de origen medieval que conserva intactas sus murallas construidas sobre un promontorio en las orillas del rio Rance.
Has de saber que Dinan está dividida en dos partes. Por un lado, está su parte alta rodeada por casi tres kilómetros de murallas que conserva 10 de sus torres originales. En lo alto se levanta su castillo de los Duques de Bretaña del siglo XIV donde se encuentra el museo de la ciudad. También en esta parte se concentra la mayor parte de su casco histórico medieval. Y por otro lado está la parte baja, junto a las orillas del Rance. Allí encontrarás el pequeño puerto que es el lugar de inicio para las caminatas a lo largo del estuario fluvial. Y también de excursiones en barco hasta Saint-Malo y Dinard.
Aquí dicen que Dinan es la ciudad más hermosa de toda Bretaña. Gran parte de su muralla medieval permanece tal cual cuando se construyó, dominando el puerto fluvial y las orillas del Rance. Más allá de las murallas y de su castillo, Dinan mantiene el ambiente tranquilo de pequeña ciudad medieval fortificada. Conserva ese aire de lugar estancado en el tiempo, con sus calles empedradas y esas viejas casas construidas con vigas de madera. Entre sus soportales todavía se mantienen abiertos negocios de otros tiempos.
Todo el centro es un ejemplo de conservación dentro de un entramado urbano que se mantiene vivo con sus talleres artesanos y sus cuidados jardines. Entre los lugares más reseñables de Dinan tendría que destacar la Tour de L´Horloge o Torre del Reloj del S.XV, que sobresale entre los tejados de pizarra gris. Se puede subir al mirador situado a más de 40 metros para tener unas vistas de todo el entorno de Dinan. Muy cerca está la Place Duclos donde encontramos pequeños restaurantes, terrazas y creperies, por si aprieta el hambre.
Camino hasta la Place des Cordeliers y Merciers. Porque las plazas de Dinan han conservado los nombres de antiguos oficios que se realizaban en ellas. Aquí los estilos se mezclan. Las típicas casas de entramado de madera XVII se encuentran juntas, como sosteniéndose unas con las otras. Cerca, construida en el siglo XII, está la basílica de Saint-Sauveur que combina influencias bizantinas y románicas. Es uno más de tantos edificios religiosos que por falta de dinero, quedaron inacabados.
Pero la calle que más me gusta, y la más fotografiada de Dinan, es la empinada rue Jerzual. Caminar por esta calle que conecta la parte alta de la ciudad con la parte baja y el puerto fluvial es como hacer un viaje a la Edad Media. Las viejas casas con entramado de madera del S.XV se van sucediendo una tras otra.
Fijaros en los detalles de las fachadas, en las contraventanas de madera, o en las pequeñas esculturas sobre las puertas. Son casas que llevan siglos en pie y que siguen habitadas. Y tal como sucedía antaño, en la parte baja de algunas de estas casas seguirás encontrando talleres y tiendas artesanales.
Por otra parte, Dinan ha sido escogida por muchos artistas y artesanos que siguen trabajando con antiguas técnicas de grabado y soplado de vidrio. Si tienes la suerte de venir en jueves, no te pierdas el mercadillo que se hace en el centro.
A medio camino tenéis que hacer una parada obligatoria en la creperie La Fontaine du Jerzual. Si hace buen tiempo, podéis disfrutar de su terraza al aire libre. Y si no, siempre queda su acogedor interior. Aquí preparan unas galettes y unos crepes deliciosos que os recomiendo acompañar con una botella de sidra. Personalmente me encantan los crepes salados, mucho más que los dulces. Sobre todo, los hechos con trigo sarraceno y que aquí en el norte de Bretaña, denominan galettes. El trigo sarraceno fue introducido en Europa por los musulmanes en la época medieval, y su característica principal es que no tiene gluten.
Sea como sea, estar en Bretaña y no probar cada día algún crepe es casi un pecado. En la región encontrarás creperías por todas partes y decenas de variedades. Al fin y al cabo, los crepes son el plato más típico bretón. Aquí se acostumbra a comerlo de entrada, de plato principal y de postre. Así que no te extrañe encontrar menús de este estilo.
Tras recuperar fuerzas, la rue Jerzual sigue su descenso hasta llegar al puerto donde encontraremos un pequeño club náutico y algunos restaurantes. La zona portuaria de Dinan no es muy grande, pero su entorno con bonitas casas de piedra que bordean el muelle tiene un encanto especial. Además, las orillas del Rance resultan muy agradables para dar largos paseos a pie.
Dinan, al igual que otras pequeñas ciudades cercanas de la Bretaña como Fougéres o Vitré, han sabido guardar el encanto de otros tiempos. Y lo han hecho sin tener que convertirse en pueblos-museo, compatibilizando un turismo exigente que disfruta del patrimonio histórico y cultural, con el ritmo de vida moderno. Sin duda, los ciudadanos de otros países tenemos mucho que aprender sobre la conservación de nuestro patrimonio más cercano: el de nuestros pueblos y ciudades.
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Vannes, capital de Morbihan
Tras un par de horas de ruta desde Dinan atravesando verdes prados donde pastan millares de vacas, llegamos a Vannes. Esta pequeña y bulliciosa ciudad es la capital del departamento francés de Morbihan. Además es uno de los más bellos conjuntos arquitectónicos de Bretaña gracias a sus murallas y a su casco antiguo repleto de casas medievales perfectamente preservadas.
A ello hay que sumar su proximidad a la costa, su puerto deportivo en el mismo centro de la ciudad y una animada vida que nos sorprende con sus terrazas, su actividad y su dinamismo. Vannes rezuma Historia por sus piedras. De orígenes romanos, su pasado medieval se engrandeció al convertirse en la residencia preferida de los Duques de Bretaña. De esa época se conservan su castillo y sus jardines.
Las murallas de Vannes del siglo XIII están consideradas entre las mejor conservadas de Francia. Ofrecen una imagen de gran belleza junto a los jardines de clásico trazado francés y los viejos lavaderos con tejados de pizarra ubicados a las orillas del río Marle.
Desde la Porte Prison se accede a la Place Brulée. Desde aquí comienza un recorrido entre viejas casas de estructura de madera y fachadas inclinadas que nos lleva hasta la catedral de Saint-Pierre y las plazas de Henry IV y St, Pierre. Toda esta área conforma un conjunto arquitectónico medieval de primer orden. Su atractivo es innegable por el colorido de las fachadas y el amontonamiento un tanto caótico de los viejos edificios del S.XIII donde se instalaron los antiguos comerciantes.
La catedral de Saint-Pierre está construida en una mezcla de estilos. Su construcción se inició allá por el S.XII combinando el románico inicial con el gótico posterior. Curiosamente en esta catedral está la tumba de Vicente Ferrer, monje dominico nacido en Valencia y que acabó sus días en Vannes convertido en un santo de la iglesia católica.
Fuera de la catedral recomiendo caminar sin rumbo por la Rue de St. Salomon y la Rue des Halles. Ambas calles son un auténtico muestrario de casas medievales construidas con vigas de madera, material de construcción que se fue abandonando sustituido por la piedra a partir del XVII.
Si queremos conocer por dentro una de estas construcciones se puede hacer visitando el Chateau Galliard. Es un viejo edificio de 4 plantas construido a principios del S.XV reconvertido en museo y ubicado en la Place Valencia. Os daréis cuenta de que las fachadas con las vigas de madera pintadas de colores y los tejados de pizarra crean una estampa inolvidable en la Place St. Pierre.
Tras un paseo por el centro te das cuenta que el conjunto amurallado de Vannes, rodeado de jardines y con sus viejos lavaderos del S.XIX, forman un conjunto único en Francia. A todo esto hay que sumar la exquisita conservación de su centro histórico de origen medieval. Algo que, repito, deberíamos aprender a hacer en otros países, por ejemplo en España.
Salimos de la zona más antigua del centro para encontrarnos en la Place des Lices donde se celebra el mercado un par de veces por semana. Por cierto, que bien presentan sus productos los franceses. Desde aquí continuamos por la Rue St. Vincent dejando atrás el mercado de pescado para salir a la zona del puerto por la gran Porte de St. Vincent.
Hemos cambiado de época y nos encontramos en el S.XIX. Fue entonces cuando se construyeron los edificios que se levantan en forma semicircular alrededor de la Place Gambetta además de los que bordean la explanada del puerto de Plaisance. El puerto, una vez pesquero y comercial, se ha convertido en un enorme amarre para barcos deportivos y de recreo. A la vez que un lugar de paseo y esparcimiento para locales y turistas. Aquí abundan las terrazas donde tomar un café o una cerveza mientras observamos el movimiento de los barcos en el puerto.
Visto lo visto, Vannes se convierte en la base de operaciones ideal para recorrer el departamento de Morbihan. Este comprende, además de la ciudad, la península de Quiberon y toda la zona de los yacimientos megalíticos de Carnac donde se encuentra la mayor concentración de menhires del Mundo.
“Mor Bihan” quiere decir “mar pequeño” en bretón. Y en cuanto uno se acerca a la costa entiende la razón de ese nombre. El golfo de Morbihan es como un pequeño mar salpicado de islas, entrantes, pequeñas ensenadas y tortuosas costas. Desde luego esta zona es un paraíso para los amantes del mar y de la navegación deportiva.
Sus paisajes cambiantes por el efecto de las mareas, el olor a mar y algo que no sé definir me recuerdan los paisajes costeros y marinos de las costas de Galicia más céltica ¿Será por eso que en Bretaña me siento como en casa?
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