La Isla de Pascua, la isla más isla.
Por fin he llegado. Camino ansioso por la estrecha vereda que asciende suavemente por la colina cubierta de hierba. Y ahí están por fin. Ante mis ojos aparecen las enormes moles de piedra de los moái tallados en la roca volcánica. Imponentes, hieráticos, inmóviles desde que hace siglos fueran abandonados a su suerte. Tengo que detenerme para creer que lo que estoy viendo es real. Que estoy en Isla de Pascua.