¡Qué hermosa que estás Lisboa!
Cuando te visité por primera vez hace ya muchos años eras una vieja dama decadente sumida en el sueño del olvido. Casi nadie pensaba en ti. La verdad es que por entonces no mostrabas tu mejor aspecto. Tus edificios con fachadas de azulejos desconchados parecía que se iban a venir abajo en cualquier momento.