El Día de Muertos, una celebración muy especial en México.
Nadie que vaya a México entre finales de octubre y los primeros días de noviembre podrá dejar de sorprenderse ante la pasión que despierta entre los mexicanos la festividad del Día de los Muertos. Te llevo a dar un paseo por CDMX entre catrinas, alebrijes y altares decorados con flores anaranjadas de cempasúchil.
Y es que esta es una tradición con mucho arraigo en todo México. Una celebración que aporta un claro sentido identitario a sus gentes, haciendo de su cultura una mezcla de creencias populares y tradiciones religiosas. Si estás en Ciudad de México te puedes dedicar a recorrer las calles buscando las exposiciones y actividades que animan la vida de la ciudad desde finales de octubre. O si no sabes que hacer puedes buscar un tour organizado nocturno con recorrido incluido por Xochimilco.
Muchos portales, balcones y ventanas se decoran con esqueletos y calaveras que aquí dejan su lado macabro para convertirse en algo festivo donde no falta el sentido del humor con el que el mexicano hace frente al trance de la muerte. Epitafios irónicos, comentarios satíricos y rimas burlonas acompañan a vivos y muertos en esta festividad donde la muerte todo lo iguala haciendo desaparecer clases económicas y jerarquías sociales.
Y es que esta es una festividad donde participan todos, ricos y pobres, niños y mayores, particulares y estamentos oficiales. Las calles se llenan de tianguis, como se llaman aquí los mercadillos populares, con puestos de recuerdos y objetos relacionados con la fiesta (tianguis de los Muertos) donde se puede encontrar todo tipo de objetos curiosos.
Desde las chabolas de los barrios más pobres de las afueras de esta inmensa urbe hasta los soportales del Palacio Presidencial, y por supuesto los cementerios, se decoran para la ocasión, se realizan ofrendas, se levantan altares y se plantan velas y flores, calaveras y esqueletos por todas partes.
Las Catrinas
En Ciudad de México hay numerosos lugares donde celebrar el Día de Muertos. Comenzando por los desfiles multitudinarios el fin de semana anterior al 1 de noviembre por la Avenida Reforma y parte del Centro Histórico, a concursos de disfraces de la calavera Catrina. Las «Catrinas» son una de las creaciones más recientes del identitario mexicano. Su creador fue José Guadalupe Posada y en sus comienzos su diseño era el de una calavera ataviada con ropa de gala. En realidad nació como una crítica social a la aristocracia mexicana en tiempos de Benito Juárez y sobre todo, de Porfirio Díaz a finales del XIX y comienzos del Siglo XX.
El caricaturista José Guadalupe Posada le dio su forma decisiva al diseñar lo que él llamó la «calavera garbancera«. Estaba vestida sólo con un sombrero como una crítica a los pobres que se querían hacer pasar por ricos. Pero fue Diego Rivera quien la pintó en su forma definitiva por primera vez en su famoso mural «Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central» y le dio el nombre con el que nos ha llegado hasta hoy: Catrina.
Durante los días previos al Día de Muertos CDMX se llena de esqueletos y de Catrinas. Las encontrarás por todas partes: en los parques, en los mercadillos, en las tiendas, en los puestos populares… y se organizan fiestas en su honor. Tengo que nombrar aquí las famosas ofrendas estudiantiles y el concurso de calaveras de la UNAM en la Ciudad Universitaria; las ofrendas con las que se decora el patio central de la Casa Azul de Frida Kahlo en Coyoacán, así como las que decoran la casa museo de Diego Rivera. Y además los concursos de lloronas, las carreras populares, los desfiles de Catrinas, o las degustaciones de comida tradicional.
Ciudad de México se convierte estos días en una inmensa fiesta donde resulta difícil elegir una opción. Y eso sin olvidar las exposiciones de alebrijes, una tradición apenas conocida fuera de México Estos días estos seres nacidos de la fantasía de sus autores y las tradiciones mexicanas, decoran la Avenida Reforma hasta mediados de noviembre. En realidad es una tradición nacida en la primera mitad del S.XX cuando un artista local, Pedro Linares, creó estos seres nacidos de su imaginación elaborándolos en cartón y papel. El colorido, formas y tamaños de estas criaturas ha ido creciendo hasta lo que podemos ver hoy día coincidiendo con las celebraciones del Día de Muertos.
Ofrendas y altares en la Casa del Indio Fernández
En una de mis visitas a CDMX durante estas fechas decidí visitar la Casa del Indio Fernández. Desde hace muchos años se realiza allí una de las ofrendas más tradicionales de CDMX. El Indio Fernández fue uno de los actores más conocidos del cine mexicano. Su hija Adelita, fallecida hace pocos años, fue directora de cine, escritora y promotora de las tradiciones mexicanas desde esta casa-fortaleza construida por su padre a mediados del S.XX. Su libro «Sabrosuras de la Muerte» siempre está presente en la cocina de la casa. Desde allí olores intensos a salsas y especias de la más tradicional gastronomía mexicana se esparcen por el resto de la casa.
De verdad que en estas fechas os recomiendo acercaros hasta este caserón de piedra oscura y volcánica ubicada en la calle Zaragoza 51 de la colonia Santa Catarina en Coyoacán. La vistosidad de los altares, el colorido de las ofrendas y el sentimiento de los familiares y amigos que se acercan hasta aquí han convertido esta visita en algo especial. Sólo hay que pagar una pequeña entrada de unos Pesos para poder acceder a los patios y a las estancias abiertas al público de esta gran edificación repleta de salas, pasillos, arcadas, escaleras y recovecos.
Aquí todos los rincones, absolutamente todos, están decorados con infinidad de motivos relativos a la festividad de los Difuntos. Amigos y familiares han invertido una ingente cantidad de tiempo a decorar con cariño y esmero cada rincón de la casa cuidando hasta el último detalle. Toda una celebración donde la fantasía, el colorido y el sentido del humor se combina con el recuerdo a los seres queridos. Y todo ello de una forma casi mágica que ha despertado mi más sincera admiración y respeto.
Recorrer las diferentes estancias es una fuente constante de sorpresas y de estímulos visuales. Aquí apetece perderse una y otra vez entre las distintas ofrendas que decoran la casa. En muchas ofrendas aparece la figura del difunto rodeada de familiares que la esperan. Todos representados tal como aprecen en alguna vieja fotografía en blanco y negro hecha hace ya mucho tiempo.
La ofrenda del Día de Muertos es una festividad que hunde sus raíces en las creencias del México prehispánico cuando existía la costumbre de colocar alimentos, joyas, armas y otros objetos en las tumbas de los fallecidos. También se solían conservar las calaveras convertidas en símbolo de muerte y renacimiento. Los religiosos españoles prohibieron esas costumbres y los indígenas pasaron a recordar a sus muertos en el interior de los hogares. Pero aprovecharon la conmemoración católica del Día de Todos los Santos y de los Fieles Difuntos los días 1 y 2 de noviembre para que estas ofrendas perduraran. Con el paso del tiempo se originó un sincretismo religioso, no sólo en México sino en toda Centroamérica, que fue integrando las creencias prehispánicas sobre la muerte con los símbolos y las creencias católicas. Al fin y al cabo en tiempos prehispánicos la muerte significaba el inicio de un nuevo ciclo de vida, hecho que en el Catolicismo se refleja también con la resurrección de las almas.
Pero es en México donde esa fusión cultural y religiosa ha terminado por convertirse en una auténtica festividad llena de creatividad y color. Es durante esos dos días cuando las almas de niños y adultos regresan a visitar a los vivos que se preparan para recibirlos preparando ofrendas a base sobre todo de alimentos y bebidas en decorados altares que son todo un espectáculo visual.
La ofrenda se suele dividir en dos partes:
- el altar o mesa donde se colocan alimentos, bebidas y objetos que recuerdan a las personas fallecidas de las cuales se colocan retratos rodeados de velas, flores y decoraciones en papel picado. En estas ofrendas no faltan el pan de muerto un pan dulce que se hornea en diferentes figuras aunque suele ser redondeado y espolvoreado con azúcar y que se puede tomar con chocolate.
también es frecuente encontrar frutas caramelizadas: camotes, calabazates (dulce de calabaza), limón de coco, dulce de amaranto y las tradicionales calaveritas de azúcar. También se colocan jarrones, botellas, macetas y fruteros para adornar la escena además de sal, agua, botellas de mezcal, tequila o pulque, cigarrillos o cualquier cosa que fuera del gusto de los fallecidos. Por supuesto aquí no pueden faltar las calaveritas de dulce con los nombres de los difuntos, o como una broma, de personas todavía vivas.
- La otra parte del altar está al nivel del suelo. Ahí se colocan las herramientas de trabajo con las que se identificaban los difuntos, acompañados a veces de alguna silla para el descanso de las almas. También en algunos lugares se hacen caminos de flores, sobre todo de las llamadas flores de muerto, las cempasúchitl. Ellas señalan el camino que sirve para guiar a las almas de los difuntos desde la puerta de las casas hasta el altar. Alrededor de los altares las paredes y los techos de decoran con papel picado en el que se han recortado figuras de esqueletos y calaveritas. Tampoco faltan la cruz de tierra para recordar al muerto su fe, ni las velas y los cirios que si son morados significan señal de duelo además de cromos o postales de santos y de almas del Purgatorio.
En esta ocasión el punto álgido de la visita sucedió al poder entrar en la cocina de la casa para recorrerla entre fogones y pucheros en ebullición. De ollas, cacerolas y cacharros de barro al fuego brotaba el intenso perfumes especiado de los moles, hervía el pozole, se cocían lo tamales, se calentaban los chilaquiles y las cocineras preparaban afanosas las tlayudas, unas tostadas de maíz azul majado servido con puré de judías pintas, pico de gallo con nopal y queso rallado. También había pambazos, arroz Pakal, atole champurrado y por supuesto el omnipresente Pan de Muerto. Todo preparado para ser degustado en el patio central sentado entre las ofrendas y altares dedicadas a los amigos y familiares fallecidos.
Pero no puedo terminar esta visita sin detenerme ante la ofrenda dedicada al Indio Fernández colocada sobre la larga mesa del comedor. Justo a su cabecera se encuentra el altar presidido por un retrato del actor y rodeado por banderolas de papel picado morado decorado con su rostro. En la mesa del altar flores, granos de maíz, nopales, frutas, caña de azúcar, velas y vasijas de barro completan la escena. Una escena que se repite de forma semejante en los hogares de México desde tiempos ancestrales y una tradición que merece la pena conocer.
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