Cómo llegar a la Estatua de la Libertad y Ellis Island.
Lo confieso. Me ha llevado muchos viajes a Nueva York tomar la decisión de visitar la Estatua de la Libertad. Sencillamente me parecía una turistada. Y eso que más de una vez me he acercado hasta el Battery Park para comprar el billete de barco que también permite visitar Ellis Island.
Unas veces porque el tiempo no acompañaba, otras porque las colas de gente eran eternas, los años fueron pasando sin acercarme hasta el símbolo de Nueva York por excelencia. Al fin y al cabo la había visto muy de cerca desde los WaterTaxi que rodean Manhattan. También en el ferry a Staten Island que además permite verla de forma gratuita desde una relativa cercanía.
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El caso es que por una cosa u otra la había fotografiado siempre desde la distancia. La Estatua de la Libertad era una enorme dama verde que se me resistía. Hasta que en una mañana otoñal de septiembre, superadas las avalanchas turísticas del verano, me dije: hoy es el día. A pesar de las nubes que van convirtiendo un cielo azulado en otro de color gris a medida que trascurre la mañana.
Si estás en Manhattan toca bajar hasta la zona del Downtown. Puedes tomar la línea verde hasta Bowling Green o la roja hacia South Ferry. Una vez aquí hay que ir hasta el Battery Park y entrar en el patio del Castle Clinton. Desde el muelle adyacente salen barcos continuamente. El billete incluye los viajes de ida a la Isla de la Libertad, la visita a Ellis Island y el regreso a Manhattan. Y lo puedes usar a lo largo del día cuando mejor te venga.
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Recomendaciones prácticas si viajas a Nueva York:
- Antes de viajar a los USA has de gestionar la ESTA. Es el Sistema de Autorización Electrónica que facilita la entrada a los Estados Unidos para estancias por un máximo de 90 días.
- Recuerda que si viajas a los USA una de las primeras cosas que tienes que hacer es contratar un buen Seguro de Viajes. Te puede ahorrar preocupaciones y resolver muchos problemas. Desde aquí te recomiendo MONDO, el Seguro de Viajes con las mejores coberturas. Contrátalo directamente desde aquí y tendrás un 5% de descuento.
- Si viajas a Nueva York y no quieres complicarte la vida, puedes contratar algún tour organizado. Es una buena opción que además te ahorrará tiempo y dinero:
–Entrada al Empire State sin colas
–Entrada al One World Observatory sin colas
–Misa Gospel y recorrido por Harlem
–Tour a la estatua de la Libertad y Ellis Island
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La primera imagen del «American Dream«
La Estatua de la Libertad fue la primera imagen que tuvieron más de 12 millones de inmigrantes que llegaron por mar a Nueva York. Ellos ayudaron a levantar este país, algo que entendí mucho mejor tras visitar Ellis Island. A día de hoy las circunstancias no son las mismas. Pero recuerda que casi 4 millones de personas siguen visitando la Estatua de la Libertad y Ellis Island cada año.
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Hay 3 tipos de entradas: la que sólo te da acceso a la isla donde está la Estatua de la Libertad y a Ellis Island; la que incluye además la subida al pedestal de la Estatua; y la tercera que incluye lo anterior y además acceder a la corona de la estatua. Ten en cuenta que la visita completa te llevará entre 3 y 4 horas como mínimo. En el caso de estas dos últimas os aconsejo adquirirlas antes por internet debido a la alta demanda que tienen. En temporada alta puede haber una lista de espera de varias semanas para subir a la corona ya que el acceso es limitado.
En mi caso decidí comprar el billete más sencillo, y te aseguro de antemano que es un dinero bien invertido. Para acceder al barco has de pasar un control anti-terrorista similar al de los aeropuertos con largas colas, detector de metales, guardias y policías. Así que no esperes hasta el último minuto para embarcar. Una vez dentro del barco ve a la cubierta al aire libre de la proa y disfruta del viaje, del skyline de la ciudad, del mar y de las vistas. Eso si consigues hacerte un hueco entre la multitud que abarrota las cubiertas.
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La Estatua de la Libertad desde todos los ángulos
La primera parada es en la isla donde se encuentra la Estatua de la Libertad. Nada más llegar me doy cuenta de que este lugar sí merece una visita. Las vistas de la Estatua desde el paseo que rodea la isla son magníficas. Por no hablar de las que tienes de Manhattan. Mentalmente anoto que tengo que volver para fotografiar un atardecer desde aquí.
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En la isla encontrarás de todo: restaurantes, baños, tiendas de recuerdos, puestos de información y cientos de personas haciéndose selfies en uno de los lugares más simbólicos del mundo. No he subido ni al pedestal ni a la corona cuya entrada se situá en la parte posterior de la Estatua. Sinceramente no sé si merecerá la pena, pero no lo eché de menos en esta visita. Te recuerdo que desde la corona no se ve Manhattan sino el puerto de Nueva York. Viendo a los desesperados visitantes que sacan la mano por las únicas ventanas abiertas allá en lo alto me quedan dos cosas claras: que las vistas no son para tirar cohetes y que los selfies aquí son una auténtica idiotez.
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La Estatua de la Libertad fue un regalo de Francia a los Estados Unidos con ocasión del primer aniversario de su Independencia en 1876. Pero la Estatua no fue terminada e inaugurada hasta 10 años más tarde. Como curiosidad os cuento que la escultura fue una obra del escultor francés Auguste Bartholdi, pero su estructura e ingeniería interior fue diseñada por Gustave Eiffel. Sí, el mismo de la Torre Eiffel de París. Mientras los franceses se ocuparon de construir la Estatua, del pedestal se encargaron los norteamericanos. Para ello aprovecharon como base la estructura en forma de estrella de un antiguo fuerte militar.
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Mientras tanto la estatua viajaba por mar desmontada en 350 piezas. Curiosamente la llama acristalada original de la Estatua fue utilizada como faro hasta 1902 y la podéis ver en el interior del museo localizado bajo el pedestal. La que se ve hoy con su llama dorada se instaló durante la gran reforma de 1986.
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Sólo cuando estás cerca te das cuenta de algunos detalles de la Estatua que refuerzan su simbología: que la tabla en la mano tiene inscrita la fecha de la Declaración de Independencia de los USA en números romanos. Que sus pies calzan sandalias y apenas visibles hay unas cadenas rotas que significan la consecución de la Libertad. O que la corona con 7 picos representa a los continentes y los 7 mares.
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También cuando estás cerca puedes apreciar que la Estatua con sus 46 metros de alto destaca sobre todo porque está elevada sobre el pedestal de 47 m. Y que su color verde no es pintado, sino que proviene de un proceso llamado patinación producido cuando el cobre queda expuesto al aire libre. También se pueden ver los agujeros donde se encuentran los remaches que unen las planchas de cobre a la estructura, visible sobre todo en las planchas con pliegues del vestido.
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Una lección de Historia, inmigración y humanidad en Ellis Island
Me despido de la Estatua de la Libertad en el barco que regresa a Manhattan. Antes el barco hace una parada en la cercana Ellis Island. Quien quiere se baja para visitarla y quien no, sigue hacia la Gran Manzana. Para aquellos que no sepan qué lugar es este basta decir que fue el lugar por el que debieron pasar millones de personas para cumplir el sueño de iniciar una nueva vida en los Estados Unidos. Un lugar con una carga emocional muy potente donde a veces parece sentirse todavía la presencia de las esperanzas y sueños de los que pasaron por aquí.
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Este fue el lugar donde entre 1892 y 1954 desembarcaron unos 12 millones de inmigrantes que ayudaron a construir el Estados Unidos que conocemos. Un país multirracial, diverso y rico que le debe muchísimo a todas aquellas personas que dejaron atrás su hogar, su familia y su pasado para dar un paso definitivo en su vida. Un lugar donde todavía flota en el ambiente la angustia, la esperanza, la incertidumbre, el valor, la desesperación y la alegría que acompañaron a todos los que lo dejaron todo para iniciar aquí una nueva vida.
En Ellis Island se construyo el que fue uno de los mayores centros para inmigrantes del mundo. Hoy es el Museo Nacional de la Inmigración, un lugar donde descubrir una parte fundamental del alma que vertebra este país. Porque lo quieran los Republicanos de Trump o no, la inmigración ha hecho a los USA. Y si no que se lo pregunten a sus bisabuelos. Ellos les repetirían uno de los lemas del Museo que parecen haber olvidado: «Honra a tu familia».
Hoy la Sala de Registro con su alicatado techo blanco abovedado todavía resulta impresionante. Por aquí pasaron todos los inmigrantes que llegaban hasta aquí en barco. Aquí se habló en todos los idiomas y en silencio se pidió ayuda a todos los dioses mientras tornaban sus ojos hacia ese cielo de baldosas blancas. Aquí se registraron los datos de todos y cada uno de los que por aquí pasaron. Entre 1900 y 1924 se llegaban a juntar en esta sala hasta 5.000 personas diarias. Sólo en 1907 llegaron a Ellis Island 1 millón y cuarto de personas. En el silencio y pulcritud de hoy resulta difícil imaginar el bullicio y el ruido, los sonidos de las diferentes lenguas, el llanto de los niños y los olores que invadían este lugar. Pero todo aquello fue muy real.
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Así se puede ver en los pasaportes y y en todo tipo de documentos personales que se exponen a lo largo de algunas salas. Pero sobre todo en la maravillosa colección de fotografías de la época. Sala tras sala, pasillo tras pasillo, avanzamos por el proceso de clasificación al que se vieron sometidos todos y cada uno de los inmigrantes. Bueno, no todos.
Las grandes compañías navieras dominaban el trasporte mundial de pasajeros en aquella época. Y entre sus pasajeros aquellos que viajaban en primera o segunda clase estaban exentos de pasar el proceso de registro en Ellis Island. Las autoridades simplemente hacían una encuesta a estos pasajeros en el mismo barco, y desembarcaban en Nueva York sin mayores problemas. El resto iban a Ellis Island. Esta primera forma de «clasificación económica» se mantuvo a lo largo del tiempo. Se consideró que aquellos capaces de comprar un billete en 1ª o 2ª no iban a provocar problemas en el país ni necesitarían posteriormente asistencia médica o ayuda económica. Fueron los más humildes, los pobres y los desesperados los que pasaron por Ellis Island.
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Para todos aquellos que llegaban en aceptable estado físico aquí se iniciaba un proceso de clasificación inicial que podía llevar entre 3 y 5 horas. El primer paso era la inspección médica. Los doctores de Ellis Island necesitaban apenas 6 segundos para distinguir cualquier tipo de enfermedad física, marcarlo con una clave con tiza en una prenda del inspeccionado y dar paso al siguiente. A pesar de que sólo un 2% de los inmigrantes fueron rechazados (o eso dicen aquí), Ellis Island pasó a ser conocida como «Island of Tears», Isla de Lágrimas. Cuando por motivos médicos o legales un inmigrante no era aceptado, era devuelto al barco y la Naviera estaba obligada a repatriarlo al puerto de origen sin cargos.
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Pasaportes, cartas de presentación o de reclamación de familiares y moneda de todos los países. Estos y otros muchos documentos se guardan como un tesoro en los sótanos de estos edificios. Se calcula que casi la mitad de la población actual de los USA desciende de los que por aquí pasaron. La crónica de la inmigración a los Estados Unidos se conserva aquí, entre sus pasillos embaldosados o grabada a veces con grafitis en sus paredes.
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A estas alturas queda muy claro que una parte fundamental de la historia de este país se escribió entre estos muros. Y aquí es donde también la puedes descubrir tú.
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