Las estelas de Quiriguá: una deuda pendiente.
Cuando hace ya unos años recorrí parte de la Ruta Maya tuve que elegir que yacimientos arqueológicos visitar, y cuáles no. Quiriguá se quedó, como muchos otros, a la espera de una mejor ocasión. Y ese momento afortunadamente llegó.
La carretera al Atlántico que discurre desde Ciudad de Guatemala hacia la costa del Caribe guatemalteco es un lastimoso muestrario de lo que la presión humana puede hacer con un hermoso medio natural. Por todo el camino los bosques desbrozados dejan paso a los pastos para ganado. Las zonas quemadas indican que las ancestrales prácticas agrícolas de roza y quema siguen vigente. La basura y las chabolas se disputan los arcenes al borde de las polvorientas carreteras. Atrás va quedando un paisaje de montañas que algún día debieron ser verdes. Hoy gran parte de sus laderas y fértiles valles aparecen secos y agostados. La imparable demanda de carne para consumo humano y para mascotas está acabando con muchos de los bosques centroamericanos.
A unas 3 horas de trayecto de nuevo el verde parece resurgir. Estamos en el departamento de Izabal y por fin aparece la desviación al yacimiento arqueológico de Quiriguá. Aquí es donde se encuentran las mayores estelas mayas encontradas hasta ahora. En 1973 Quiriguá fue declarado por la UNESCO Patrimonio Cultural de la Humanidad. Pero la existencia de estas ruinas ya se conocía internacionalmente tras la visita realizada en 1840 por John Stepehns y Fredireck Catherwood. Tras este viaje publicaron la relación de sus viajes en su obra “Incidentes de viaje en Centroamérica Chiapas y Yucatán”, en el cual aparecían los dibujos de las estelas E y F de Quiriguá realizados por Catherwood. Con el paso de los años todos estos terrenos pasaron a ser propiedad de la United Fruit Company que taló casi en su totalidad la finca para producir plátanos y bananos. En 1910 parte de la propiedad se reconoció como parque arqueológico para ser resguardado a perpetuidad así como el área boscosa circundante. Gracias a ello Quiriguá conserva hoy día ese entorno selvático que nos sumerge en un mundo pasado que ya no existe.
Y ahí están las grandes estelas. Cubiertas por unas estructuras de madera y paja que las protegen de las inclemencias del tiempo. Son como gigantescos dedos de piedra que surgen del suelo apuntando hacia el cielo. En una gran explanada desbrozada presidida por una enorme ceiba, puedo caminar entre las estelas talladas con calendarios y reyes mayas casi olvidados que miran a lo lejos con rostro austero. Una mirada de siglos. A los pies de algunas estelas hay enormes rocas llamadas zoomorfas esculpidas en forma de animales.
Situada al norte de Copán, en Honduras, Quiriguá se edificó en el valle del río Motagua y tuvo su apogeo entre los años 550 a 850 d. de C. Durante esa época vivió una fuerte rivalidad con la vecina ciudad de Copán, a la que sometió en el año 738 d. de C. Los dirigentes de Quiriguá quisieron sobrepasar la belleza de Copán. Pero los conflictos dinásticos, el enfrentamiento con las ciudades vecinas y la sobrexplotación de los recursos naturales provocaron la lenta decadencia de Quiriguá.
De entre los monumentos y estelas del sitio sobresale la Estela E de casi 11 m. de altura y que representa al principal gobernante de Quiriguá, Cauac Cielo. Los principales puntos de interés de este sitio arqueológico se encuentran en La Gran Plaza donde se encuentran la mayoría de las estelas. Además de los Seis Zoomorfos, seis grandes bloques de piedra esculpida con figuras humanas y de animales. En algunos es reconocible la forma de una tortuga, en otra de un jaguar, pero la complejidad de la representación escultórica y el paso del tiempo hacen difícil reconocer lo que estamos viendo.
También en la Plaza Ceremonial encontramos más de estas esculturas zoomorfas. Más adelante encontraremos la llamada Acrópolis, único edificio reconocible del área y que destaca por sus escalinatas de acceso. El estilo artístico de las esculturas de Quiriguá y de su vecina Copán se caracteriza por representar de frente a los personajes con un relieve muy marcado y con decoraciones geométricas. Y poco tiene que ver con el usado por ejemplo en la ciudad de Tikal debido a la influencia artística, política y cultural de la lejana Teotihuacán. Allí las representaciones de los personajes se hacen de perfil, en bajorrelieve y con una profusa decoración meticulosamente trabajada.
El yacimiento de Quiriguá es pequeño y fácil de recorrer en apenas un par de horas. La visita se complementa con un pequeño museo a la entrada donde se explica la historia de esta antigua ciudad maya. Si llegas hasta aquí te recomiendo visitar las ruinas de Copán, situadas a sólo unos kilómetros tras pasar la frontera de Honduras.
Perdida en la selva durante siglos, hoy todavía podemos admirar en Quiriguá parte de su antiguo esplendor.
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