Florencia: un viaje a la cuna del arte y la belleza.
Hay lugares en el mundo que parecen haber sido tocados por la mano de los dioses, donde la historia y el arte se entrelazan en una espiral de inspiración y belleza. Florencia, la joya de la Toscana, es uno de esos lugares. Como viajero que ha conocido algunos de los rincones más bellos del mundo, puedo deciros que Florencia es una ciudad especial.
En cualquier viaje a Florencia, mientras recorres las calles empedradas del centro histórico rodeado de magníficos palacios renacentistas y maravillosas plazas, es inevitable sentir que el tiempo se detiene. Aquí cada rincón, cada edificio, cuenta una historia. En Florencia, la cuna del Renacimiento, las huellas de genios como Leonardo da Vinci, Brunelleschi, Miguel Ángel y Botticelli se hacen omnipresentes.
Hay ciudades del mundo donde el arte, la genialidad, la inspiración y la historia coincidieron en momentos memorables. Es el caso de Kioto, Estambul, París, Angkor o Praga entre otras. Auténticos tesoros de la Humanidad, como también es el caso de Florencia. Un lugar único que cautiva todos los sentidos y despierta la pasión por la belleza. Donde lo mejor del espíritu creador del Renacimiento se muestra en sus calles, iglesias, plazas, palacios y museos.
Si durante tu viaje por Europa quieres tener conexión a Internet sin problemas, te recomiendo comprar una e-Sim para activarla en tu smartphone. Además, tendrás un 5% descuento usando el código «VIAJESYFOTOGRAFIA»
Y recuerda viajar a Italia con el respaldo del mejor seguro de viajes. Con el seguro de HEYMONDO tendrás las más amplias coberturas y la asistencia más completa para todo tipo de viajes, aventuras y contingencias viajeras. Además, contratando tu seguro desde aquí, obtendrás un 5% de descuento.
Cuando la belleza y la genialidad trascienden lo humano para convertirse en inmortales
Viajemos en el tiempo más de 500 años atrás a una calurosa tarde de verano en Florencia. Entre las calles adoquinadas y las imponentes estructuras de palacios e iglesias, la ciudad respira el impulso creador del Renacimiento. En el epicentro de este florecimiento confluyen personajes que marcarán la historia del arte y la cultura durante generaciones. Y también personajes de nombres casi desconocidos, como el de Simonetta Vespucci, la musa más enigmática y fascinante de la Italia renacentista. Aunque todavía no lo sepas, seguro que has visto infinidad de veces la imagen de esta bellísima mujer de cabellos dorados y profundos ojos claros.
Simonetta, una joven nacida en una familia de la nobleza genovesa, se convirtió en la musa que inspiró a los artistas más destacados de la época. Casada muy joven con Marco Vespucci, un noble florentino, su gracia y elegancia no pasaron desapercibidas ni para los Medici, ni para los pintores con más talento de la época.
Entre ellos estaba Sandro Botticelli, conocido por su empeño en plasmar en sus obras la perfección y la sensación de alegría y optimismo propias del espíritu del Renacimiento. El artista había oído hablar de Simonetta. Pero sólo cuando Botticelli la conoció, comprendió que su gracia y su belleza iban más allá de cualquier descripción.
Simonetta, consciente de su magnetismo, accedió a posar para el artista. Primero la pintó como Palas Atenea para el estandarte de Florencia, convirtiéndola en la musa de la ciudad. En el estudio de Botticelli, una habitación acogedora repleta de pinceles, caballetes y lienzos en blanco, la luz natural se filtraba suavemente a través de las ventanas bañando a la joven Simonetta en un resplandor casi divino.
Desde ese primer contacto, Botticelli quedó prendado de la belleza de Simonetta y la Florencia renacentista se convierte en testigo de la conexión casi mística entre el artista y su musa. Pero poco después, en 1476, ella muere de tuberculosis con 23 años. El resto de su vida el pintor vivió obsesionado por Simonetta, que no dudó en seguir plasmando su imagen en algunas de sus obras maestras, como en la “Alegoría de la Primavera” (1477-1482). Aquí la retrató como una de las «Tres Gracias«.
Años más tarde, convencido de que Simonetta era la personificación de la diosa Venus, decidió inmortalizarla en su famosa obra «El nacimiento de Venus«(1485) La imagen de la joven emergiendo de las olas del mar, desnuda y delicada como una concha nacarada, se convirtió en su visión más obsesiva.
En su estudio, cautivado por el recuerdo, Botticelli convirtió a Simonetta en inmortal. Cada trazo capturó la pureza y la gracia que fluían a través del cuerpo desnudo de Simonetta. Su cabello dorado y su dulce mirada parecían estar hechos de pinceladas divinas. Cuando Botticelli dio por terminada su obra maestra, se encontró con un retrato que trascendía los límites de la realidad. Simonetta se había convertido en Venus, la diosa del amor y la belleza, inmortalizada en un lienzo que sobreviviría al paso de los siglos.
La pintura, un encargo de los Médici (Giuliano Médici se había convertido en el amante de Simonetta), fue colocada en la Villa de Castello. Con el paso del tiempo la obra cayó en el olvido manteniéndose prácticamente desconocida. Y no fue redescubierta hasta el siglo XIX, cuando se reconoció su importancia como una de las obras maestras del Renacimiento.
La belleza de Simonetta y el genio de Botticelli perduran así, dejando una huella imborrable en la historia del arte. Su belleza atemporal continúa cautivando a los espectadores hasta el día de hoy.
Y para que veáis la profunda huella que dejó Simonetta en el alma del pintor, éste declaró que su última voluntad era ser enterrado a los pies de su tumba en la Iglesia Ognissanti de Florencia. Botticelli murió en 1510, 34 años después de Simonetta. Desde allí los dos nos recuerdan que el arte puede capturar la esencia misma de la humanidad y elevar la belleza a lo divino.
La Galería degli Uffizi
Sabiendo todo esto es inevitable dirigir los pasos hacia una de los museos más maravillosos del mundo: la Galería degli Uffizi, un verdadero paraíso para los amantes del arte. Allí se encuentran las obras de Botticelli que he citado, y otras como la «Virgen de la Granada«.
La Galería de los Oficios, Uffizi, conserva una impresionante colección de obras maestras del Renacimiento y otras épocas, creadas por algunos de los artistas más influyentes de la historia. Por ejemplo, «La Anunciación» de Leonardo da Vinci pintada alrededor de 1472. La leyenda dice que Leonardo usó a un joven aprendiz como modelo para el ángel Gabriel. Sin embargo, al darse cuenta de que el aprendiz era más hermoso que cualquier mujer que pudiera retratar como la Virgen María, abandonó la pintura y la dejó sin terminar. Leonardo también dejó inacabada otra de sus obras maestras: «La Adoración de los Magos«, pintura que también podrás admirar en este museo.
Otra obra maestra que verás aquí es «La Venus de Urbino» de Tiziano. El duque de Urbino encargó la pintura como un regalo para su esposa. Sin embargo, por aquella época no estaba bien visto que se representara la desnudez femenina, así que la obra fue considerada escandalosa y se dice que el duque la mantuvo oculta en sus habitaciones privadas. Además de otras muchas obras, siempre me ha fascinado “La Medusa”, una de las obras más conocidas y potentes de Caravaggio.
Esta es sólo una pequeña muestra de las muchas las obras de arte que atesora de la Galería degli Uffizi. Un museo que visitarás rodeado de multitudes, que no es la mejor forma de admirar la belleza y los detalles de cada obra de arte. Aun así, es imposible no sentirse conmovido ante la belleza y los nuevos cánones estéticos impulsados por la ola del Renacimiento italiano durante el Quattrocento y el Cinquecento.
ATENCIÓN: Este es uno de los museos más visitados del mundo, así que recomiendo que compres tus entradas a la Galería degli Uffizi con antelación. Tendrás que seleccionar fecha y hora de la visita. Y si quieres enterarte de lo que estás viendo, también puedes comprar la entrada incluyendo una visita guiada.
Florencia, capital cultural y artística del Renacimiento
A pesar de que hoy Florencia es sobre todo un destino turístico, no hay que olvidar que fue un centro político y cultural de renombre mundial. Durante la Edad Media, Florencia fue gobernada por poderosas familias como los Médici, cuyo mecenazgo artístico impulsó el florecimiento del Renacimiento. La familia Médici transformó la ciudad en un laboratorio de ideas, atrayendo a artistas, filósofos y científicos de todas partes de Europa. Sus palacios, como el Palazzo Vecchio y el Palazzo Pitti, son monumentos a su influencia y poder.
La Piazza della Signoria, situada en el corazón de Florencia, es uno de sus lugares más emblemáticos de la ciudad. Una plaza que ha sido testigo de numerosos hechos históricos y anécdotas artísticas a lo largo de los siglos. Aquí puedes encontrarte cara a cara con la réplica del David de Miguel Ángel. Una estatua imponente de la que hablaré más adelante y que estuvo ubicada en este mismo lugar hasta su traslado a la Galería de la Academia.
También encontraréis otras maravillosas estatuas como la estatua ecuestre de Cosme I de Médici (en mi última visita estaba en proceso de restauración). O la escultura ¨El Rapto de las Sabinas” creada por Giambologna. Se cuenta que cuando se exhibió por primera vez en 1583, los florentinos quedaron asombrados por la habilidad del escultor para capturar la tensión y la energía del instante capturado en piedra.
Otra de las obras más famosas de esta plaza, es “Perseo con la cabeza de Medusa”. Está considerada una de las obras cumbre de la escultura manierista italiana, y es una hipnótica escultura realizada en bronce por Benvenuto Cellini. Si os fijáis bien, en la parte de atrás de la cabeza de Perseo se aprecia un rostro casi oculto. Se dice que es el autorretrato de Cellini, que quiso así pasar a la posteridad.
Aquí sucedieron intrigas políticas y asesinatos como el de Giuliano de Médici. En 1478 la familia de los Pazzi intentó derrocar a los Médici. Giuliano murió a causa de las heridas, pero no acabó con la familia Médici. En 1497 el fraile dominico Girolamo Savonarola organizó la llamada “Hoguera de las Vanidades” para quemar objetos considerados «vanos» o inmorales, como obras de arte, libros, cosméticos y ropa lujosa. La influencia moral y religiosa de Savonarola dejó una profunda huella en la Florencia de este período.
El David de Miguel Ángel. La Galleria dell’Accademia
El «David» de Miguel Ángel es, sin duda, una de las esculturas más famosas y admiradas del mundo. Y con toda razón. Su perfección artística y su relevancia histórica lo convierten en un símbolo del Renacimiento, y en una visita obligada para cualquier amante del arte y la historia.
El tamaño del bloque de mármol original con el que Miguel Ángel trabajó para crear el David era enorme. Y ya había sido utilizado por otros escultores que habían intentado trabajar en él sin éxito por encargo de la Opera del Duomo. Y es que el David estaba pensado para ser ubicado en lo alto de una de las fachadas de la catedral de Santa María del Fiore de Florencia. A pesar de todo esto, Miguel Ángel, que por entonces sólo tenía 26 años, vio el potencial de este bloque de mármol blanco de Carrara de más de 6 toneladas. Y aceptó el desafío de crear una obra única. Y vaya si lo logró.
Así son los genios.
Miguel Ángel trabajó en la escultura del David durante unos tres años, entre 1501 y 1504. Durante ese tiempo se dedicó por completo a su trabajo, esculpiendo casi sin descanso los detalles del cuerpo humano del David con una precisión extraordinaria. Por cierto, Miguel Ángel trabajó en el David oculto en una especie de cajón, y no mostró su obra hasta que la dio por terminada.
Fue entonces cuando la ciudad de Florencia se rindió ante la que era una obra maestra: la imponente estatua de un colosal David de más de 5 metros de altura y casi 6 toneladas de peso. Era tan maravillosamente perfecta, y tan grande y pesada, que se abandonó la idea de situarla en lo alto de la Catedral.
Entonces un comité de la ciudad, de acuerdo con Miguel Ángel, decidió ubicarla en el corazón de Florencia, en la Piazza della Signoria. Se necesitaron 4 días y 40 personas para trasladar en un carromato especialmente diseñado para la ocasión la estatua por los estrechos callejones de Florencia.
Y allí se mantuvo, expuesta a la vista de todos y a las inclemencias del tiempo, hasta que en 1873 se decide su traslado a la Galería de la Academia. Era una obra de arte demasiado valiosa para estar expuesta al aire libre, por lo que se optó por conservarla bajo techo. Y colocar una réplica de igual tamaño en el mismo lugar en el que había sido plantada siglos atrás. Esa copia es la que podemos ver hoy a las puertas del Palazzo Vecchio.
Pero volvamos al David original. Una vez dentro de la Galería de la Academia intenta olvidarte de la gente que, en vez de admirar los sutiles detalles del David, sólo quieren tomarse un selfie con la escultura de fondo. Una vez frente al David queda clara la atracción de Miguel Ángel por la anatomía humana. Destacan la profundidad de los ojos, las venas de las manos, la curva del torso, la sensación de movimiento de los músculos…Y a pesar de que en principio la escultura sólo iba a ser vista desde la posición frontal, Miguel Ángel la trabajó por completo. Por eso te aconsejo ir dando vueltas alrededor de la escultura y fijarte en esos detalles que muchas veces pasan inadvertidos.
También te sorprenderán las proporciones de la cabeza y la mano derecha, desproporcionadamente grandes. Esto se explica porque la estatua debía ubicarse a 80 metros de altura, por lo que Miguel Ángel acentuó el tamaño de estas partes para hacerlas más visibles desde la distancia. Quizás esas «imperfecciones» sean el motivo de su perfección a nuestros ojos. Al fin y al cabo, el cuerpo humano es imperfecto. Y Miguel Ángel lo sabía.
Aunque el David es el protagonista de cualquier visita a la Galleria dell’Accademia, en su interior se conservan otras obras de arte de pintura, y, sobre todo de esculturas, como «Los esclavos» de Miguel Ángel, o la curiosa Gipsoteca Bartolini.
ATENCIÓN: Este es uno de los museos más visitados de Florencia, así que recomiendo que compres tus entradas a la Galería de la Academia con antelación.
Si quieres ver todas las actividades que puedes hacer en Florencia y alrededores sin complicarte mucho la vida, puedes hacerlo contratando desde aquí tus excursiones organizadas.
Brunelleschi y sus escaleras al cielo
Florencia es mucho más que sus museos. La ciudad en sí misma es un testimonio vivo de la grandeza arquitectónica y el ingenio humano. Desde la distancia del mirador más famoso de Florencia, el de Piazzale Michelangelo, la cúpula de la Catedral de Santa María del Fiore se alza majestuosamente sobre los tejados, torres y palacios de la ciudad, desafiando al cielo con su grandiosidad.
La catedral, conocida como el Duomo de Florencia, es una de las atracciones más famosas de la ciudad y un ejemplo destacado de la arquitectura gótica italiana. La verdad es la catedral es más bonito por fuera que por dentro, por eso os aconsejo subir a lo alto de la cúpula. Quedaréis maravillados ante la vista panorámica que se extiende ante vosotros. Desde aquí se ver casi entero el Campanile de Gioto, el conjunto de los tejados rojizos de la ciudad, las torres medievales que se alzan como guardianes del pasado y el río Arno que serpentea a través de la urbe.
Pero la belleza y perfección arquitectónica y estética del conjunto de la catedral de Santa María del Fiore, el Baptisterio de San Juan y el Campanario (Campanile), sólo se puede apreciar en su grandiosidad dando un paseo a su alrededor. El exterior del Duomo está revestido de mármol de color verde, blanco y rosa. Estos colores característicos del mármol toscano le dan al Duomo su distintivo aspecto y lo convierten en la construcción más reconocible de Florencia.
El diseño y tamaño de esta magnífica catedral, una de las más grandes de Europa, es de los que causan impresión: se eleva hasta una altura de 114 metros y tiene capacidad para albergar a más de 20.000 personas. El Duomo fue diseñado por el arquitecto Filippo Brunelleschi y su construcción comenzó en 1296. La cúpula, con un diámetro de 45,5 m., es uno de los aspectos más destacados de su diseño. Brunelleschi desarrolló una técnica revolucionaria para levantar la cúpula sin necesidad de un andamio interno. Las estrechas escalinatas que suben hasta el punto más alto de la cúpula se inclinan y retuercen entre los dos muros que forman la cúpula siguiendo la inclinación de ésta. Toda una experiencia que se ve recompensada por las vistas de la ciudad desde las alturas.
Mientras subes a la cúpula podrás observar con más detalle el impresionante fresco que decora la cúpula llamado «Juicio Final«. Pintado por Giorgio Vasari y Federico Zuccari es, además, una de las mayores obras de arte renacentista en Florencia.
Junto al Duomo se encuentra el Campanile de Giotto, una torre campanario de 84 metros de altura. La campana original, conocida como «Campanone» y con un peso de 18 toneladas, fue instalada en 1472 y todavía se utiliza en ocasiones especiales. Precisamente el campanario se situó en una torre exenta de la catedral para evitar que las vibraciones de las campanas afectaran al Duomo. Por supuesto, os aconsejo subir hasta lo más alto del campanario para tener otra panorámica de la catedral y de la ciudad de Florencia a tus pies.
Os aconsejo haceros con el Brunelleschi Pass, una entrada combinada con la que podrás visitar La Catedral y su cúpula, subir al Campanile, entrar en el Baptisterio y visitar el Museo dell’Opera del Duomo. En el interior de este museo se conservan los diseños de Brunelleschi para la catedral y la cúpula, esculturas de la catedral, maquetas y obras de arte como «La Piedad» inacabada de Miguel Ángel.
Pero sobre todo, aquí se conservan las impresionantes y bellísimas puertas originales del Baptisterio. Las conocidas como «Puertas del Paraíso«. Realizadas en bronce dorado, miden casi 6 metros de alto y 4,5 de ancho y su autor, Lorenzo Ghiberti tardó 27 años en terminarlas (1425-1452). Las puertas cuentan con 10 paneles que relatan pasajes de la Biblia en forma de relieves aportando una perspectiva y un realismo que sorprendieron al mismísimo Miguel Ángel.
En la década de 1990 se decidió conservar esta obra de arte a resguardo de los elementos y colocar en su lugar, en el Baptisterio, una copia casi exacta de las famosas puertas. Por cierto, el Baptisterio de San Juan es una de las edificaciones más antiguas de Florencia ya que data del S.VII. La basílica inicial se fue ampliando y ya en el S.XI presenta su característica planta octogonal y su decoración de mármoles de colores. En el momento de mi vista estaba en obras y un enorme andamio ocupaba casi por completo la nave central ocultando la belleza de los mosaicos venecianos del techo.
El Ponte Vecchio
Pasear por las calles laberínticas de Florencia te permite descubrir tiendas de antigüedades, antiguos laboratorios de perfumes, pequeños restaurantes familiares, coquetas plazas, músicos urbanos…Las calles de Florencia te transportan a un tiempo pasado, cuando los comerciantes y artistas compartían estas mismas calles, inspirándose mutuamente y creando la esencia misma de la Florencia que conocemos hoy.
Es inevitable que tus pasos te lleven hasta el más famoso de los puentes que se levantan sobre el río Arno: el Ponte Vecchio. Este es uno de los lugares más emblemáticos de la ciudad de Florencia. Construido en el siglo XIV es conocido por su arquitectura única y por estar lleno de tiendas y joyerías. Y también por haber sobrevivido a la orden de su destrucción durante la II Guerra Mundial, cuando las tropas alemanas se retiraban hacia el norte de Italia en 1944.
El general alemán Gerhard Wolf dio la orden de destruir todos los puentes de la ciudad, incluido el Ponte Vecchio. Sin embargo, un oficial alemán llamado Gerhard Maurer desobedeció esta orden y se negó a volar el puente. Gracias a su valiente acción, el Ponte Vecchio se salvó de la destrucción y permaneció intacto, convirtiéndose en un símbolo de la preservación del patrimonio histórico. Os animo a descubrir la placa en honor de este oficial alemán que, además, se jugó el tipo salvando familias judías, obras de arte y preservando en lo posible a Florencia de los desastres de la guerra.
El Corredor Vasariano
Una vez en el Ponte Vecchio, os preguntaréis que es ese pasaje elevado que recorre lo alto del puente y parte del centro de Florencia. Es el Corredor Vasariano, diseñado por el renombrado arquitecto y pintor italiano Giorgio Vasari.
La construcción del Corredor Vasariano se llevó a cabo en 1565 por orden de Cosme I de Médici. cuando decidió que quería una forma segura y privada de moverse entre su residencia, el Palazzo Vecchio, y su nueva residencia, el Palazzo Pitti, ubicados a ambos lados del río Arno. El recorrido era complicado, pero finalmente el Corredor Vasariano conectó ambos palazzos a través de la famosa Galería Uffizi pasando por encima del Ponte Vecchio.
Una vez construido, el Corredor Vasariano se utilizó como galería privada de arte para los Médici. Imaginaros cómo tenían que sentirse los miembros de la familia al caminar por su pasaje privado, rodeados de pinturas y esculturas de su extensa colección privada, mientras el vulgo y la suciedad pululaban a sus pies, allí abajo en las atestadas calles de Florencia.
Algo parecido quiso experimentar Adolf Hitler cuando visitó la ciudad durante la II Guerra Mundial y solicitó recorrer el Corredor Vasariano. Aunque era un lugar cerrado al público, se hizo una excepción para él. Se dice que Hitler quedó impresionado por las vistas de la ciudad que se pueden apreciar desde el pasaje.
Os preguntaréis si vosotros también podéis recorrer el Corredor y sentiros como los Médici. El caso es que en 1993 un cortocircuito provocó un gran incendio que destruyó parte del corredor y dañó muchas de las obras de arte. Tras un largo proceso de restauración, el Corredor Vasariano fue reabierto al público en 2018. Pero a día de hoy permanece cerrado a raíz de una inspección del Comando Provincial del Cuerpo de Bomberos que denunció sus condiciones de seguridad.
Comer en Florencia
La gastronomía florentina es un deleite para los sentidos, sobre todo si eres un amante de las carnes rojas. Es inevitable perderse entre los aromas tentadores que emanan de las trattorias y ristorantes, Las osterias tradicionales, acogedoras y llenas de encanto, invitan a los comensales a sumergirse en un mundo de sabores auténticos y rotundos. Aquí, los platos típicos de la Toscana cobran vida, deleitando los paladares con ingredientes frescos y una pasión única por la cocina.
En cada rincón de Florencia, la gastronomía se convierte en un arte. Los ingredientes frescos y de calidad, las recetas caseras transmitidas de generación en generación y el amor por la cocina se entrelazan para crear una sinfonía de sabores que regalan el paladar. Es un tributo a la tradición, una celebración de la vida y una invitación a deleitarse con cada bocado. Florencia también es un tesoro culinario que cautiva los sentidos y deja un recuerdo imborrable en el corazón, y en el estómago, de aquellos que tienen la suerte de saborearla.
Sin duda, aquí el plato protagonista es la «bistecca alla fiorentina«, que transporta al comensal carnívoro a un éxtasis culinario. Un filete jugoso, grueso y tierno, proveniente de una carne de res de calidad superior, cocinado a la perfección a la brasa. El exterior crujiente y ahumado se contrasta con un interior rosado y suculento, liberando una explosión de sabores intensos en cada bocado. Acompañado de unas finas rodajas de pan toscano y un vaso de vino Chianti, es una experiencia gastronómica inigualable. En Florencia encontrarás numerosos restaurantes ofreciendo este plato, y exponiendo las grandes piezas de carne de vacuno en sus vitrinas como si fueran obras de arte. Os dejo aquí algunos de los más tradicionales: I Tuscani, en Piazza San Pancrazio, Trattoria Mario, en Via Rosina 2, y Da Burde, en Via Pistoiese 154.
Las «pappardelle al ragù di cinghiale» son otra delicia toscana que conquista el corazón, y las papilas gustativas, de los comensales. Las largas cintas de pasta fresca, hechas a mano, se mezclan con una salsa de carne de jabalí lenta y cuidadosamente cocinada. La carne tierna y sabrosa se adhiere a cada tira de pasta, mientras los aromas de tomate, hierbas frescas y especias danzan en el aire.
La «ribollita» es un plato reconfortante que reconforta el alma y el estómago en los días fríos de invierno. Esta es una sopa espesa y sustanciosa, elaborada a partir de verduras de temporada como la col rizada, las judías blancas, las zanahorias y el apio. Su cocción lenta y reposada durante un día y una noche, hacen que los sabores se fusionen en una armonía perfecta, creando una experiencia gustativa que calienta hasta el último rincón del cuerpo.
Tampoco hay que olvidar los dulces más emblemáticos de la ciudad. Los «cantuccini» son pequeños bocados de felicidad que acompañan el café o el vino de sobremesa. Estas crujientes galletas de almendra, entre dulces y amargas, se sumergen en la bebida, ablandándose sutilmente y liberando sus sabores fragantes.
Si buscas algo más informal, no vas a poder resistirte a los bocadillos más famosos de Florencia: los enormes, jugosos y sabrosos schiacciate de All’ Antico Vinaio en vía dei Neri 65. Lo encontrarás muy fácilmente. Sólo tienes que buscar la cola de gente que supera en dimensiones a la de la entrada de la cercana Gallería degli Uffici.
El schiacciate es una focaccia hecha al horno con aceite de oliva, que puedes rellenar a tu gusto a base de vegetales, quesos o embutidos (pero qué rica está esa mortadela). Salami, pecorino, gorgonzola, crema de pistachos, stracciatella, pocheta, melanzane o crema de trufa son algunos de los ingredientes de este maravilloso bocado. Además, las dimensiones pantagruélicas de estos bocadillos los han convertido en los más fotografiados del mundo (busca en la galería de imágenes de Internet) convirtiéndolos en un nuevo icono de la ciudad.
El Mercato Centrale
El sol se filtra entre las estrechas calles empedradas de Florencia, pintando de cálidos tonos dorados los antiguos edificios renacentistas que pueblan la ciudad. La mañana es el mejor momento para entrar en el Mercado Central, un edificio de hierro de dos pisos, con grandes ventanales y arcadas, ubicado en el barrio de San Lorenzo, en pleno centro histórico.
Nada más entrar, te verás rodeado por los colores, las formas y el aroma embriagador de los productos que evocan los placeres más exquisitos de la gastronomía italiana. A pesar de que se ha vuelto un lugar un tanto turístico, en la planta baja de este mercado es posible encontrar puestos tradicionales de quesos, embutidos, verduras, frutas y carnes. Para degustar comida casera toscana a buen precio, os aconsejo los restaurantes que elaboran los platos del día en la cocina abierta a vista de los clientes y curiosos.
En la planta alta la oferta gastronómica es más amplia, con numerosos puestos de comida preparada, carnicerías y panaderías, además de una escuela de cocina y enoteca. Si te gustan los mercados y disfrutar del buen comer, el Mercado Central es perfecto para pasar un buen rato a mediodía.
Y por supuesto, no puedes viajar a Italia y no regalarte con un buen gelato 🙂
Mercato del Porcellino
El Mercato del Porcellino es el más turístico de los mercados de Florencia ya que está dedicado a los recuerdos, pieles y souvenirs. Lo encontraréis en los soportales de la Plaza de la República. Y lo identificaréis por la estatua del Porcellino, un jabalí de bronce. La tradición dice que, si queréis tener buena suerte, hay que acariciar el morro del porcellino.
Florencia eterna
A pesar de que ya he venido otras veces, todo viaje por Florencia es un viaje de descubrimiento, un encuentro con el asombro y la admiración ante la grandeza del arte y la creatividad humana. Cada rincón de la ciudad alberga tesoros de valor incalculable, desde los frescos de la Capilla Sixtina en la Basílica de Santa Maria Novella hasta la Biblioteca Medicea Laurenziana, con sus innumerables manuscritos antiguos.
Si queréis ver cómo se pasa de la gloria terrenal a la eternidad, os aconsejo acercaros hasta la Basílica de Santa Croze, que es la iglesia franciscana más grande del mundo. Pero Santa Croze es conocida porque a mediados del S. XIX se convirtió en el Panteón de las glorias italianas. Aquí están enterrados la flor y la nata de las letras y las artes italianas, como Miguel Ángel Buonarroti, Nicolas Maquiavelo, Dante Alighieri, Galileo Galilei, Vasari, Rossini… El gran vacío interior de esta iglesia sólo se ve roto por la decoración de su altar principal, y por las esculturas de los mausoleos dedicados a estos insignes personajes. De Florencia a la eternidad.
Mientras me despido de Florencia me siento afortunado por tener la oportunidad de seguir conociéndola, poco a poco, para no caer en el temido «Síndrome de Stendhal«. Porque Florencia es esa ciudad que nos enseña que el arte no solo es una expresión estética, sino también un reflejo de la historia, la cultura y la esencia misma de la Humanidad. El lugar donde los sueños de algunos de los mayores genios de la historia del Arte se hicieron realidad convirtiendo a la belleza en una forma de vida.
Dejar un comentario