Paseando por las calles de La Habana Vieja
A medida que avanzamos por las calles de La Habana hacia la Plaza de San Francisco descubrimos una ciudad en la que no hay ni luminosos ni carteles publicitarios. La excepción son los relacionados con las obras y milagros gubernamentales, lo cual es de agradecer.
Tras el primer artículo introductorio a esta ciudad única, me adentro a pie en la Habana Vieja. Las calles estrechas están llenas de gente que se aparta cuando pasa algún camión de reparto de agua. O al pasar junto alguno de los llamativos coches americanos de los 50 y 60 averiados con su capó abierto y sus tripas mecánicas mil veces reparadas esperando un nuevo arreglo. Las viejas puertas dan paso casi siempre a amplios portales desvencijados plagados de cientos de cable eléctricos liados en una maraña inaudita. Unas escaleras en estado precario conducen a los pisos superiores. Al fondo se adivinan patios de aspecto lúgubre, presididos por depósitos de agua y tendederos de ropa.
Pero a pesar de estos escenarios, casi de devastación urbana, de fondo suena la música. Como en casi todos los rincones de La Habana…
En el exterior sorteamos andamios de los edificios en reparación, aceras deformadas por el paso de los años, fachadas descoloridas en los que muchos ventanales carecen de ventanas, viejas balconadas a punto de desmoronarse sobre los viandantes y vegetación creciendo por rincones escondidos y azoteas derrumbadas. Y aún así no queda más que asombrarse ante la belleza de muchos rincones y la magnificencia de muchos de estos edificios. Esta mezcla de decadencia, de restauración, de gentes morenas llenando las calles, de la música que sale de los cafés para turistas, del calor y la humedad, hacen de esta ciudad un lugar único.
Tras callejear un poco llegamos a la Plaza de San Francisco, otro de los lugares más significativos de La Habana. Éste más relacionado con el poder de la burguesía comercial que con el militar o religioso de las plazas ya vistas. Situada en la zona más cercana al puerto donde se encuentra la terminal de Sierra Maestra y los antiguos muelles de La Habana, está enmarcada por el edificio de la antigua Lonja de Comercio y por el Convento de San Francisco. Desde aquí y tomando la calle Oficios y girando a la derecha por las calles Brasil o Muralla, llegamos a uno de los espacios en los que se ha hecho un esfuerzo de rehabilitación más importantes de la ciudad, la Plaza Vieja.
En la época de la colonia los más ricos comerciantes edificaron aquí sus residencias en forma de grandes mansiones. Muchas de sus fachadas están soportadas por hileras de columnas que dejan abiertos unos grandes y aireados soportales. Pero en los años 50 se edificó justo aquí un enorme aparcamiento que afeó la plaza y provocó el abandono de muchos de sus hermosos edificios. Hasta que recientemente y de forma muy afortunada se decidió restituir a la plaza su belleza original. Hoy es uno de los lugares más animados de La Habana. En una de sus esquinas se encuentra el edificio que alberga la «Cámara Oscura«. A través de un periscopio y un juego de espejos se puede ver vistas de La Habana hasta 5 km. de distancia. Una experiencia curiosa.
Saliendo por la calle San Ignacio y tomando luego la calle Sol llegaremos al Convento de Santa Clara, el más antiguo de La Habana. Es uno de esos rincones en los que el tiempo parece haberse detenido y que hoy es la sede del Centro Nacional de Restauración. Sus altos muros exteriores ocultan un claustro columnado de generosas dimensiones. En sus estancias sorprende el trabajo en madera de techos, artesonados y ventanales. Para aquellos con presupuesto ajustado y muy cerca, en la calle Cuba 610, se encuentra uno de los hotelitos más recomendables en la Habana Vieja, el Convento Santa Clara con sus altos techos, su sencilla decoración y buena ubicación.
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El espíritu de La Habana Vieja
Desde la calle Sol podemos tomar la calle Compostela y volver hacia el centro siguiendo este paseo iniciático entre lo que parece un paisaje de guerra y reconstrucción. Nombres antiguos y símbolos de la Cuba revolucionaria de hoy se entremezclan en las calles de La Habana donde siempre hay que mirar con ojos atentos. Caminando os encontraréis con los Comités de Defensa de la Revolución (CDR). Estos locales se distribuyen por cada cuadra de la ciudad para vigilar cualquier acto contra-revolucionario y realizar diversas tareas de carácter social. Entrad en patios, mercados y tiendas y descubrid en qué condiciones vive el pueblo cubano entre hastiado y resignado a su destino. Pero aún así alegre y comunicativo. Y no hay que olvidar que La Habana es el escaparate al mundo de los logros de la Revolución, donde se mueve mucho dinero gracias al turismo y a las inversiones estatales.
Tras callejear un poco se llega a la calle Obispo, ahora mismo la calle más comercial y animada de la Habana Vieja. Siempre hay gente caminando, entrando en sus tiendas, restaurantes, farmacias o librerías. Y también haciendo largas colas en los locales de comida rápida a la hora del almuerzo. Cubanos y turistas se reparten los locales pues unos no tienen la capacidad económica para pagar los precios y a los otros el cambio del peso convertible les resulta abusivo. Este es otro de los absurdos de Cuba es su complejo sistema económico. Aquí los extranjeros sólo pueden pagar en CUC, el peso convertible equivalente a 24 pesos cubanos, dólares o mejor, euros.
De esta forma pagará por el mismo producto mucho más caro que un cubano que paga en pesos cubanos. Es una forma de que el gobierno cubano ingrese divisas explotando la gallina de los huevos de oro. Hasta que le dure o reviente el sistema. Sencillamente al extranjero no se le permite poseer ni pagar en pesos cubanos. En teoría, porque luego en la calle la realidad es otra ya que en muchos sitios nos cambiarán los CUC por pesos.
La calle Obispo comienza en la Plaza de Armas y se prolonga hasta la Avda. Monserrate. Justo aquí veremos uno de los pocos anuncios publicitarios de un local en la ciudad. Y es que el Floridita se merece una excepción por ser lugar de visita obligada. El local lleva abierto casi 200 años aunque la decoración que se conserva es la que poseía en la época gloriosa de los años 50. Pero si el Floridita es conocido por algo es por ser el lugar donde se inventó el daiquiri y por todos aquellos que han pasado por aquí para disfrutarlo. Aquí sí que podemos gozar de un buen servicio de restaurante o tomar unos tragos del famoso coctel apoyados en su histórica barra al estilo de Ernest Hemingway. Su estatua domina el local desde uno de sus rincones. Y es que este hombre estuvo en todos los sitios.
Cerca se encuentra el Museo del Ron en la Fundación Havana Club (calle San Pedro 262 en la Avda. del Puerto). En un portal de al lado y subiendo al primer piso, está una de las mayores tiendas de ron de La Habana especializada en licores cubanos, la Casa del Ron y del Tabaco, con tienda y bar de degustación. Muy cerca se encuentra uno de los edificios más destacados de La Habana, la antigua sede del ron Bacardi. Su decoración Art Decó está rematada por el famoso murciélago con las alas abiertas, símbolo y marca de la casa. La familia Bacardí trasladó toda su actividad a Puerto Rico cuando sus propiedades fueron expropiadas por el gobierno cubano tras el triunfo de la revolución castrista.
Estamos a punto de dejar atrás las estrechas calles de La Habana Vieja. A unos metros se adivina ya el bullicio de tráfico y de gente del Paseo del Prado. Desde aquí vamos a descubrir otra ciudad que en el fondo sigue siendo la misma: La Habana: como tú, ninguna. 3ªparte
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