Marsella: de sus peores tiempos a capital de La Provenza.
Recuerdo las primeras veces que visité Marsella y la decepción que me causó. Al fin y al cabo es la segunda ciudad de Francia por habitantes, fundada como colonia por los griegos en el S. VI a.C, principal puerto de entrada y salida de Francia al Mediterráneo y con una carga histórica notabilísima.
Aun así me pareció una ciudad sucia, desangelada y que había dejado décadas atrás sus años de gloria renacida tras la Revolución Francesa. Sencillamente Marsella no me conquistó. Intenté conocerla mejor moviéndome más allá de las terrazas de los cafés del Vieux Port con vistas a los miles de barcos de recreo. Me adentré por la mítica Canebiêre, subí a la Basílica de Notre-Dame de la Garde, conocida como la Bonne Mère, entré a la Catedral la Major y curioseé en los escaparates de las tiendas de La Butte.
Tampoco la famosa sopa bouillabaisse me pareció un ejemplo de finura y elegancia culinaria. Sinceramente los cuscús, tajines y pasteles morunos de los restaurantes magrebíes de las calles peatonales de Noailles me gustaron mucho más. Hasta me adentré por los fríos pasillos de La Unité d´Habitation, experimento arquitectónico de la postguerra diseñada por el arquitecto Suizo-Francés Le Corbusier y uno de sus trabajos más reconocidos.
No había manera. Marsella me seguía pareciendo ruidosa, bullanguera, poco atractiva, con un tráfico caótico y sobre todo, violenta y peligrosa. Una ciudad para andarse con mucho cuidado. Las décadas de los 80-90 no fueron buenas para Marsella: mafia, violencia, corrupción enquistada… Quien quiera saber de qué hablo que vea entre otros referentes cinematográficos, La French, una estupenda película de Cédric Jimenez que cuenta una historia real sobre aquellos difíciles años.
La masiva inmigración magrebí de los años 60-70 posteriores a la descolonización de Argelia añadió un elemento de tensión en una ciudad ya conflictiva. Años después mis amigos franceses me contaban un irónico chiste: “¿Sabes cuál es el segundo idioma más hablado en Marsella?…El francés. ¿Y el primero?…El árabe.”
Mientras tanto el auge del discurso racista de los partidarios de Le Pen no hacía otra cosa que avivar el fuego del enfrentamiento. Durante décadas la ciudad parecía abocada a un estallido social, a un choque entre comunidades. Los “banlieu”, barrios de inmigrantes de magrebíes del norte de la ciudad, eran “territorio Comanche” y la tensión se mascaba en muchos barrios. Gran parte de sus habitantes llegaron a creer que Marsella no tenía arreglo.
Pero Marsella se mostraba, contra todo pronóstico, como una de las ciudades más vivas de Francia con una actividad cultural de vanguardia desbordante. A finales de los 90 fue junto a París la cuna del rap francés que dominó la escena musical del país galo hasta hace bien poco. Grupos de teatro alternativos, exposiciones y conciertos sirvieron de válvula de escape a una juventud con unas tasas de paro de más del 40% y un desarraigo social que a día de hoy sigue sembrando temor en la sociedad francesa.
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Marsella, reinventándose a sí misma
Marsella necesitaba un cambio, reinventarse de nuevo. Y la excusa fue su declaración como Capital Europea de la Cultura del 2013. Para llevar a cabo el proyecto de rehabilitación, adaptación de la infraestructura urbana y creación de los nuevos espacios, se creó un organismo específico, el EuroMéditerranée.
A partir del 2008 comenzaron los trabajos que cambiarían la faz de la ciudad. El simbolismo del proyecto era evidente. Había que abrir Marsella de nuevo al mar Mediterráneo que la vio nacer. Marsella debía convertirse en el puente de unión cultural entre las dos orillas mediterráneas tradicionalmente enfrentadas, recelosas una de la otra, pero siempre en contacto. ¿Y qué mejor ejemplo de esa situación que la propia Marsella?
La rehabilitación del Fuerte Saint Jean ubicado en la bocana de acceso del Vieux Port y la creación del MUCEM además de la Villa Mediterranée, sorprendente edificio de Stefano Boeri, fueron las estrellas del proyecto.
Cuando por fin se inauguraron en el 2013 una parte de esa Marsella del pasado, agorera y de malencarada, desapareció de un plumazo. Gran parte del paisaje urbano portuario y del barrio de La Joliette, antes casi inaccesible, se abría a la ciudad de una forma luminosa. El Mediterráneo estaba ahí y Marsella volvía a encontrarse con él. También se descubría una nueva visión de la Catedral La Major. Y unas espectaculares vistas sobre la ciudad desde las torres de vigilancia del Fuerte que llegaban hasta el archipiélago de las Frioul.
El conjunto monumental de la ciudad, su patrimonio y su paisaje marítimo se pusieron, por fin, en valor. Entre el cielo, las colinas que la rodean y el mar, Marsella se descubría de nuevo a sí misma luminosa y resplandeciente.
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Los escenarios del cambio: el MUCEM y el Fuerte Saint Jean
La estrella del proyecto era el MUCEM, Museo de las Civilizaciones de Europa y del Mediterráneo . Su ubicación bajo la protección de las murallas del Fuerte Saint Jean y en la entrada al Vieux Port junto al mar no fue casual. El MUCEM iba a ser el primer museo dedicado al conocimiento de la historia y de las culturas mediterráneas, así como de los cambios que se están desarrollando en las dos orillas.
El MUCEM también debía ser más que un museo, debía ser un lugar de conocimiento y reconocimiento, de expresión y de intercambio de ideas.
El edificio en forma de cubo envuelve otro interior en el que se encuentra el Museo y las salas de exposiciones. Ocupa parte de la gran explanada del antiguo muelle J4 en la que se encuentra también la rompedora estructura de la Villa Mediterranée. No hay que olvidar el valor simbólico y sentimental de esta explanada, pues de este muelle salieron generaciones de franceses hacia las colonias africanas de Senegal, Argelia o Marruecos. Y también fue el lugar desde donde embarcaron muchos de los europeos que escaparon del horror y las persecuciones nazis durante la II Guerra Mundial. De unos y de otros, emigrantes todos, muchos no regresaron jamás.
A un lado del J4 y sobresaliendo sobre el resto se alza la impresionante estampa de la Catedral de Sainte Marie Major, o simplemente La Major. Del otro se alzan las altas murallas de piedra ocre del Fuerte Saint Jean. Y frente a nosotros el mar, el Mediterráneo y su luz que tiñe el cielo de azul.
Lo que a primera vista llama la atención del MUCEM es su forma cúbica de 72 metros de lado, la fachada de cristal oscuro y el llamativo entramado exterior. Esa especie de velo de encaje de formas indefinidas y construido con un hormigón especial deja pasar la luz al cubo interior. El contraste entre lo antiguo y lo moderno es sorprendentemente armónico.
Tras obtener la entrada (8€) que da acceso a las exposiciones permanentes y temporales del MUCEM y al Fuerte de Saint Jean, se visita la Galería del Mediterráneo en la planta baja. Con una visión museística muy actual he de decir que encontré esta exposición semi permanente un tanto escasa de contenido.
Pensé que tras los fastos y las prisas de la inauguración la colección se iría completando. Las culturas del Mediterráneo han dado mucho de sí a lo largo de la Historia y me esperaba bastante más. Supongo que no es fácil encontrar piezas de calidad para un nuevo museo y por ello muchas de las obras expuestas son préstamos temporales. Aun así resulta un recorrido interesante aunque un tanto superficial e inconexo.
En la planta 2 es donde se encuentran las salas de conferencias y de exposiciones temporales. Y aquí tengo que decir de nuevo que la visita fue bastante decepcionante a excepción de una de las exposiciones fotográficas.
Viendo algunas de estas obras me pregunto qué criterio siguen los «especialistas» en arte. En otras salas uno se puede sentir más o menos afortunado si encuentra algo más próximo a su gusto personal.
Como en muchos de estos museos vanguardistas, el edificio en sí es una obra de arte. Y el MUCEM no es una excepción. El arquitecto Rudy Ricciotti ha creado un edificio que se disfruta desde dentro y desde fuera. Y es que el paseo por las rampas ubicadas entre ambos cubos que dan acceso a la terraza superior es todo un ejercicio de luces y sombras, de paisajes portuarios entrevelados. Un lugar por donde caminar y sorprenderse entre tirantes de acero, reflejos en los cristales y visiones del mar y el cielo. Realmente un espacio para disfrutar con la cámara de fotos.
Por otro lado me han dicho que por la noche la iluminación azulada del MUCEM reflejada en el agua es de un efecto mágico. Una excusa perfecta para regresar a la gran ciudad francesa en su reencuentro con el Mediterráneo.
Una vez arriba llegamos a un espacio abierto con una terraza, ideal con buen tiempo. De aquí parte una larga pasarela elevada de hierro que conecta con el Fuerte Saint Jean.
Este conjunto defensivo protegía la entrada al puerto de Marsella desde tiempos medievales y permaneció casi abandonado una vez perdida esta función. La recuperación de sus estancias como salas de exposiciones y la creación de un jardín, cafetería, librería y terrazas ha sido todo un acierto. No sé la gente que me rodea, pero yo me siento un privilegiado porque esta fortaleza siempre había estado cerrada al público. Os aconsejo explorar y recorrer todo su camino de ronda, además de subir a la torre defensiva del rey René. Es un excelente mirador y proporciona unas vistas sobre el mar y la ciudad que no dejan indiferente a nadie.
Una segunda pasarela une el fuerte con el barrio de Le Panier a través de la Puerta Real. Aquí se encuentra otro punto de venta de entradas si accedéis desde este punto de la ciudad. Enfrente se encuentra la iglesia Saint-Laurent desde donde se puede ir caminando a la izquierda hacia la Catedral La Major. A sus pies se encuentra Les Halles, un nuevo espacio gastronómico para bolsillos pudientes donde podréis degustar de especialidades culinarias a precios…franceses.
Si a la salida del Fuerte os dirigís hacia la derecha hay unas escalinatas que permiten acceder al Quai du Port que rodea el Vieux Port y su infinidad de embarcaciones de recreo amarradas. Hasta ahora esta ha sido la imagen más conocida de la ciudad.
Reconozco que mi última visita ha sellado el inicio de mi reconciliación con Marsella. Pero queda mucho trabajo por hacer tras la espectacularidad de las fachadas, el brillo de las luces y la rehabilitación de espacios urbanos. Y me refiero a la falta de políticas reales que acaben con la desigualdad económica y de oportunidades que padecen muchos de sus habitantes, a la falta de integración de parte de su población, al desconocimiento del otro que genera desconfianza y al miedo que de una forma u otra se ha instalado en el subconsciente de muchos de sus habitantes.
Pero Marsella sigue ahí, abierta al mar 2.600 años después de que los griegos de Focia establecieran aquí una colonia comercial que denominaron Μασσαλία, Massalia. Llegados desde el otro extremo del Mediterráneo, nunca hubieran imaginado que este lugar llegaría a simbolizar la unión de sus orillas. Vibrante, especial y marítima, 26 siglos después Marsella sigue muy viva.
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Datos prácticos:
Existen varios accesos al MUCEM y al Fuerte Sant Jean:
-Entrada baja del Fuerte de Saint Jean: 201, quai du Port (a 10 min andando de la parada de metro Vieux-Port)
-Entrada Panier: atrio de la iglesia de San Lorenzo, explanada de la Tourette
-Entrada J4: 7, Promenade Robert Laffont (esplanade du J4, a 10 min andando de la parada de metro Joliette)
Se puede llegar hasta aquí:
-En metro: Línea 1 parada Vieux-Port o linea 2 Joliette, y luego unos 10 minutos a pié.
-En el tranvía: el T2 con parada en Joliette
-En autobús: Líneas 60, 82 y 82s: parada Littoral Major o Fort Saint-Jean. O en la Línea 49 parando en Église Saint-Laurent, LittoralMajor o Fort Saint-Jean.
– En coche. Hay un estacionamiento de pago justo bajo la explanada del Muelle J4
– Los precios de la entrada normal al MUCEM y sus diferentes exposiciones cuesta 8€ para adultos y 5€ para niños. Si venís en familia hay una tarifa reducida por 12 €. Si podéis hacerlo, planificar la visita para que coincida con el primer domingo de cada mes ya que no se paga nada. El acceso es gratis. Si solo queréis acceder a los jardines del MUCEM y a los paseos del Fuerte Saint Jean, el acceso es gratuito cualquier día.
– Recuerda que un buen Seguro de Viajes te puede ahorrar preocupaciones y resolver muchos problemas. Así que ni lo dudes. Desde aquí te recomiendo MONDO, el seguro de viaje inteligente para viajeros inteligentes.
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