Quiero perderme por las playas de Samaná.

Playas interminables de arenas doradas y tacto suave, aguas límpidas de color azul turquesa, cocoteros balanceándose en la orilla del mar con la suave brisa del atardecer. Y más palmeras que cubren todo el horizonte de un intenso verdor.

Aguas cálidas, ritmos caribeños, sonrisas, langostas, ron y cerveza mientras la hamaca se balancea…¿Es esto el paraíso soñado? Pues si no lo es, se le debe parecer mucho.

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Estoy es la península de Samaná en la República Dominicana. Y no, no estoy en uno de esos resorts multitudinarios «todo incluido», sino en una playa todavía casi virgen de la que estoy dudando si dar su nombre. En los kilómetros de playa que alcanzo a ver y cuya silueta se pierde en el horizonte apenas si distingo a una decena de personas. Tengo la sensación de que tengo toda la playa entera para mi único disfrute. Y también las olas, ese mar trasparente, la sombra de las palmeras. Y un sol que cuando no está oculto tras una nube blanquecina resulta implacable.

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Afortunadamente el desarrollo turístico ha llegado hasta Samaná de una manera comedida. Con la excepción de unos pocos grandes establecimientos, los pocos hoteles que se han instalado aquí son pequeños, casi familiares. Suelen contar con cabañas de techos de hoja de palma que se integran perfectamente en el paisaje ocultos entre la exuberante vegetación.

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Estoy en uno de esos hoteles donde todo es tranquilidad, ideal para parejitas, regentado por un francés de carácter que ha levantado aquí un pequeño paraíso terrenal. Por una cabaña individual con todas las comodidades cobra entre 70 y 150€ dependiendo de la época del año y del tipo de cabaña que elijas. Hay restaurante, piscina, tumbonas, acceso directo a la playa (y qué playa) en un entorno ajardinado cuidado con mimo. Y es que en lugares como este el valor del dinero es siempre relativo.

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De todas formas en lugares cercanos y más turísticos como Las Terrenas los edificios apenas superan las dos plantas. Hoteles de diferentes categorías, pequeños negocios y bares de copas en los que la música de bachata y salsa suena a todas horas, ocupan los laterales de la carretera que corre paralela a la playa.

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Aún así desde la siempre animada playa de Las Terrenas no se ven las construcciones. Si quieres playa de día y fiesta por la noche con baile, ron y música en la misma playa y en un lugar alejado de las grandes cadenas hoteleras, Las Terrenas es tu sitio en Samaná.

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Pero regreso a mi paraíso particular. Si hay algo bueno de la República Dominicana eso es la facilidad de comunicación con la gente, lo curiosa que es, las preguntas qué hacen, la simpatía y el buen humor contagiosos. Los paseos por la playa me permitieron conocer a algunos de los pescadores locales que ponen sus nasas a varios metros de la orilla mar adentro. Con ellas y con rudimentarios arpones capturan las pequeñas langostas de la zona, además de pulpos y algún que otro pescado.

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Si encuentras la oportunidad no dudes en charlar un rato con ellos y negociar un precio por su captura del día. Así es como una mañana decidí darme un homenaje. Por el equivalente a unos 20€ compré una docena de langostas y un par de pescados a un pescador que me acompañó hasta donde un amigo suyo había instalado su «negocio».

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Unas rudimentarias mesas bajo los cocoteros hacían de comedor y un bidón metálico cortado en dos con una rejilla metálica hacía de barbacoa. A la sombra de los cocoteros una gran nevera portátil llena de cervezas Presidente completaba las instalaciones del improvisado restaurante.

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Por unos pocos pesos dominicanos el amigo me preparó las langostas y el pescado junto a unas patatas al calor de las brasas de carbón, eso sí con mucha calma que aquí las prisas no valen de nada. Después, tras cada cerveza y tres o cuatro langostas, aprovechaba para refrescarme de vez en cuando en ese mar que no es Caribe sino Atlántico.

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Las pocas mesas de madera se fueron ocupando de vecinos de la zona llegados hasta aquí para asar sus pescados y charlar tomándose una cerveza. Todo con mucha tranquilidad. Mis langostas también fueron desapareciendo sin prisas, pero sin pausa. De nuevo volví a confirmar que aquí la palabra estrés no figura en el diccionario, que el tiempo no corre sino que camina pausadamente en esta tierra y que la vida se disfruta de otra manera.

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Las tardes eran el momento ideal para recorrer otras playas de esta península como Las Galeras, las de Cayo Levantado o Playa Rincón. De complicado acceso entre un paisaje exuberante de palmerales y verdes valles, esta playa ha sido elegida como una de las mejores del mundo.

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El día que decidí visitarla la policía dominicana bloqueaba el acceso ya que estaban rodando una serie del tipo supervivientes para la cadena mexicana Televisa. Tras hablar con unos y con otros conseguí acceder con el coche hasta la misma playa bajo la condición de que me alejara hasta la otra punta para no salir en la serie. El equipo constaba de no menos de 40 personas y los «supervivientes» parecían muy bien acompañados en todo momento. En fin,  todavía hay quien se cree lo que se ve en la TV.

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La verdad Playa Rincón no me pareció tan espectacular como otras playas que conozco. Quizás porque el viento se había levantado con fuerza y el fuerte oleaje apenas permitía el baño. Eso sí, hay que reconocer que Playa Rincón se mantiene en un estado casi virginal.

Si te aburres de playas, en Samaná te puedes dedicar a otras cosas como darte un paseo por la selva hasta la cascada del Salto del Limón, hacer tirolina, montar a caballo o bucear.

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En el pintoresco y colorido pueblo de Las Galeras encontrarás centros de buceo que te llevarán hasta barreras de coral como la de Los Carriles, Tibisi o Cabo Cabrón. Cada inmersión te saldrá por unos 50 dólares con el alquiler del equipo. Cuantas más inmersiones hagas, más barato te saldrán. También hay centros de buceo en Las Terrenas y en la ciudad de Samaná.

Y de paso aprovecha para pasear, mirar, ver, hablar y curiosear por las calles de sus poblaciones.

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Información práctica:

– Lo primero es NO confundir ni generalizar: Santo Domingo es la capital de la República Dominicana, no el país. Este es un error de denominación que he oído a muchos turistas.

– La península de Samaná se encuentra al norte de la República Dominicana y a unas dos horas y media por autopista y carretera de la capital, Santo Domingo.

– La mejor forma de moverse es en automóvil, pero si alquilas uno conduce con mucha precaución y sigue estos consejos:

* No conducir de noche para no llevarse por delante a algún transeúnte. La gente camina por las carreteras, se sienta a su vera a ver pasar la vida, monta su negocio en los cruces y badenes. Por eso la atención ha de ser máxima ya que también te cruzarás con gallinas, cerdos y gente a caballo, con niños, motos sin luces con toda una familia a cuestas, bicicletas. Y todo eso en una oscuridad casi total apenas iluminada por los faros de tu vehículo.

* De nuevo cuidado por la noche. Muchas tapas de alcantarilla han «desaparecido» de su lugar dejando un oscuro agujero donde destrozar las ruedas, llantas y trasmisiones de tu vehículo. Susto de muerte.

* Cuidado con la policía local. A mí me pararon buscando todo tipo de excusas para que les soltara la típica mordida (que no obtuvieron).

– Recuerda que un buen Seguro de Viajes te puede ahorrar preocupaciones. Así que ni lo dudes. Desde aquí te recomiendo MONDOel seguro de viaje inteligente. Además contratándolo desde aquí tendrás un descuento adicional.

– Viaja con poco equipaje. La vestimenta oficial es el bañador, las chancletas y las camisetas. Como el sol pega de lo lindo no dudes en usar crema de protección máxima.

– La población local es muy amable, sonriente y comunicativa, pero si pueden intentarán cobrarte de más. No te olvides que a primera vista eres una billetera andante y aquí mucha gente vive en condiciones precarias. Negocia y regatea, pero sin dejarte el alma en ello.

– Antes de viajar a la República Dominicana toma unas cuantas clases de baile. Así estarás a la altura a la hora de bregar con la salsa, la bachata, el merengue y demás ritmos pegadizos y repetitivos de nombres desconocidos.

– Disfruta de la gastronomía local, sobre todo de las sabrosas frutas tropicales y de los diferentes rones locales, si puede ser en buena compañía.

– Y prepárate mentalmente para regresar a la rutina diaria en tu lugar de origen. Tras una estancia en Samaná la vuelta será dura, muy dura.

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Ah, se me olvidaba…pero no lo digas muy alto: el nombre de la playa es Playa Bonita que se prolonga hasta casi unirse con Playa Cosón. Y el nombre del hotelito es Hotel Bahía Las Ballenas.

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