A los pies del volcán Cotopaxi.
Ahí está por fin el Cotopaxi. Parece que casi lo puedo tocar con la mano cuando por fin se desvanece el manto de nubes. Estoy ascendiendo por la ladera volcánica de uno de los volcanes más majestuosos de Ecuador a más de 4.500m. de altura. Donde las cosas se sienten de otra manera.
Aquí el aire es menos denso, la luz más clara, y las nieves eternas (con permiso del calentamiento global) que cubren el cono del volcán son más blancas y cegadoras.
Me cuesta respirar mientras avanzo lentamente por el camino de tierra que asciende hasta el refugio José Rivas situado a más de 4.800m. Desde aquí y a media noche salían los grupos que ascendían hasta lo más alto del cono volcánico a 5.897m. Una vez hecha cumbre al amanecer se iniciaba el descenso hasta el refugio para descansar, pasar el resto del día y bajar al día siguiente. Las condiciones a esta altura son durísimas y todo parece ir más despacio de acuerdo con el paisaje primigenio, árido, volcánico e inmenso visible desde estas alturas.
Cómo llegar hasta el Parque Nacional Cotopaxi
Sólo unas horas antes me había despertado bien pronto en Quito, la capital ecuatoriana que se extiende a lo largo de un gran valle andino a más de 3.000 metros de altitud. A las 7 de la mañana tras una media hora de trayecto desde el centro de Quito, 10 dólares y una larga conversación sobre mujeres, emigración, política y economía, el taxista me dejó en la puerta de la Estación de autobuses Sur, Terminal de Quitumbe.
Ecuador es un país donde se está invirtiendo mucho dinero en infraestructuras y esta moderna terminal es un ejemplo de ello. Al rato estaba en la planta de arriba comprando el boleto en la taquilla de la empresa Cotopaxi en el bus de las 7:30 con destino Latacunga por 1,50$. También se puede llegar a Latacunga en tren desde la estación de Chimbacalle situada en el centro de Quito. Pero una vez en Latacunga tendrás que contratar un trasporte o un guía que te haga el recorrido por el Parque Nacional.
La ruta es una sucesión de almacenes, talleres, tiendas y pequeños negocios que crecen a lo largo de la carretera salpicada de basura desparramada. Mientras el autobús hace sus paradas, la niebla de la mañana apenas me permite distinguir la silueta de los volcanes que flanquean la llamada Avenida de los Volcanes.
El paisaje urbano da paso a una autopista que atraviesa verdes valles y campos salpicados de eucaliptos y pinos donde pastan las vacas. Me parece estar en Galicia o Asturias. Suena Radio Saracay con un locutor que habla de Dios, de política, de proteger a los niños de la pornografía o de limpieza urbana con música de cumbias, bachatas y publicidad intercalada entre su interminable platica salpicada de «chéveres«.
Pasamos delante de la entrada al Área Recreacional del Boliche. Todo está cubierto de nubes bajas y una luz triste y gris. Las previsiones del tiempo me indican que como estos días atrás, va a ser difícil ver el Cotopaxi pero ya no puedo esperar más tiempo. Hoy tiene que ser el día.
Tras unos 50 minutos y a unos 20 Km. antes de Latacunga el bus me para en la autopista frente a la carretera de acceso al Parque Nacional Cotopaxi por su lado sur. Apenas hay indicaciones y sólo encuentro un mapa indicativo y una caseta en construcción.
Pero allí esperan los conductores de varios 4×4 que me proponen la excursión al Parque situado a unos 30 km. Me piden 50$ por llevarme hasta el Centro de Visitantes, la laguna, el ascenso al Cotopaxi por la carretera hasta el estacionamiento y el paseo a pie hasta el refugio situado bajo el cráter del volcán. Si viene alguien más el precio baja. Toca esperar. Casi una hora. No viene nadie y no puedo esperar más tiempo. Toca negociar y negocio hasta bajar a los 40 dólares para una excursión individual.
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El ascenso al Cotopaxi
El Parque Nacional Cotopaxi se encuentra a unos 60 Km de Quito. Fue el primer parque nacional creado en el territorio continental del Ecuador en 1975 y el segundo del país tras el de Galápagos. Sus 33.000 hectáreas mantienen una gran riqueza paisajística, vegetal y animal. Además el Cotopaxi es uno de los volcanes activos más altos del mundo y de los más admirados por su silueta cónica casi perfecta. Desgraciadamente su corona de nieve perpetua se encuentra en acelerado proceso de regresión, unos dicen que por el calentamiento global, otros porque la temperatura de su caldera va en aumento. El caso es que como me cuenta Manuel, mi conductor y guía, la nieve ha retrocedido ya centenares de metros como se aprecia en esta imagen.
Manuel, simpático, de sincera sonrisa y de rostro requemado por el sol andino, lleva toda su vida trabajando como guía. Además participó en la construcción del refugio hace ya unos cuantos años. Guía naturalista y de alta montaña es un conocedor experto del Parque y de todo lo que lo rodea. Aquí todos los guías son oficiales y sólo se puede entrar acompañado por uno de ellos. Tras unos kilómetros de carretera asfaltada llegamos al Centro de Visitantes donde Manuel me facilita un formulario de entrada que relleno con mis datos. No es necesario pagar entrada ya que una vez que has contratado al guía oficial este se hace cargo de todo. De paso me aprovisiono de agua y algo de comer.
Comienza a lloviznar y la mañana sigue siendo gris y triste. Pero Manuel, infundido de un ánimo y un positivismo imbatible, me dice que hoy veremos al Cotopaxi. Me cuenta que es un volcán tímido que se esconde siempre tras una capa de nubes, pero que cuando se deja ver ofrece una estampa inolvidable.
Subimos al 4×4 y nos adentramos en la carretera rodeados de pinares de replantación hasta que llegados a un riachuelo. Aquí se acaban el asfalto y los pinos. Comienza entonces un camino de tierra en ascenso que se adentra por un entorno del que va desapareciendo la vegetación. Estamos ya en el Parque propiamente dicho y unos kilómetros más adelante avanzamos por la gran llanura del valle de Limpiopungo.
El paisaje es enorme, altiplánico, agreste y de un aire puro primigenio. El valle, cubierto de líquenes, está despejado y lentamente comienza a aparecer el sol. A la izquierda se adivina entre las nubes en movimiento la silueta del volcán Rumiñahui de 4.700 metros de altitud. A sus pies se encuentra la laguna de Limpiopungo rodeada de pequeños cerros y cubierta en parte de totoras, refugio perfecto para los patos y gaviotas andinas. Mientras paramos en sus orillas, Manuel me cuenta que la laguna ha ido perdiendo parte de su extensión debido a que esta planta no ha parado de ocupar su superficie.
Volvemos al camino que lleva a las laderas del Cotopaxi que parece querer deshacerse de su manto de nubes. El llano está salpicado de arbustos de romero, de líquenes que comen los herbívoros del Parque y de una planta llamada chuquirahua que se usa en infusiones para los males de garganta y de la tos. Además su flor se ha convertido en el símbolo de los alpinistas ecuatorianos.
A partir de aquí, a 4.000 metros, se empieza a notar ya la falta de oxígeno. Pero de pronto el sol luce radiante y la nieve del cono del Cotopaxi a la derecha comienza a adivinarse cada vez más nítidamente. Manuel, mirándome con su sonrisa omnipresente, me dice «hoy lo vamos a ver«.
Y así es. A medida que el 4×4 sube por el camino y el valle de Limpiopungo va quedando allí abajo, el Cotopaxi se descubre en todo su esplendor níveo. Le digo a Manuel que pare un momento y me lanzo como loco a tomar algunas fotografías. La temperatura debe rondar los 10ºC y el valle es una inmensidad de antigua lava volcánica erosionada limpia de vegetación por donde corre el viento.
Un poco más adelante nos encontramos con un par de todo terrenos que están descargando bicicletas BTT mientras algún excursionista se ha lanzado ya cuesta abajo por la carretera. Y es que esta es otra de las actividades de aventura que se pueden realizar en el Parque. Me lo apunto mentalmente para una próxima ocasión.
Llegamos al estacionamiento de vehículos situado a unos 4.500m. Desde aquí toca caminar hasta el refugio ampliado recientemente para unas 150 personas y situado a 4.865m.
Nada más comenzar el ascenso a pie el Cotopaxi se cubre de nubes grises que cada vez son más oscuras. Se levanta un viento gélido y la luz del sol desaparece. Desde aquí se ven las capas de las sucesivas coladas de viejas erupciones en los cortes de algunas laderas.
Cuesta respirar y parece que el aire no entra en los pulmones, pero siguiendo un ritmo tranquilo y constante se puede ascender sin mayores problemas. Los bloques de hielo y nieve, inmensos, ya están ahí, sólo un poco más arriba del refugio. Manuel me dice que hasta hace muy pocos años la lengua del glaciar cubría la zona por la que estábamos caminando.
El viento sopla más fuerte y las nubes antes grises, ahora se ponen casi negras. Manuel me mira, yo le miro y entiendo su mensaje. No merece la pena seguir subiendo hasta el refugio y quedarnos allí bloqueados. Esto es alta montaña, las condiciones climáticas cambian en minutos y hay que aceptarlo. Mi intención era ascender un poco más, sólo un poco más. Pero me detengo. Ya cerca de los 4.800m nos damos media vuelta entre jirones de niebla húmeda y comenzamos el descenso.
Mientras bajábamos hacia el valle, el Cotopaxi quedó definitivamente oculto. Mirando de nuevo por la ventanilla del 4×4 con una última esperanza, Manuel me dijo con su eterna sonrisa «ya te dije que hoy lo íbamos a ver«.
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El Cotopaxi y el calentamiento global
Al día siguiente y de nuevo en Quito, me levanto con la luz del sol que entra por una rendija de las cortinas y me da en la cara (siempre hay una rendija). Cuando me asomo a la ventana, a lo lejos y entre los tejados de la capital ecuatoriana, aparece el Cotopaxi en todo su esplendor y totalmente despejado de nubes. Admirando su forma cónica cubierta de nieve me pregunto si será una broma, o un regalo… o quizás una invitación para volver a intentarlo ¿Por qué no?
Espero que su manto de nieve y hielo se mantenga por mucho, mucho tiempo más. Pero todos los indicios señalan que el calentamiento global está fundiendo sus glaciares a un ritmo nunca visto. Así lo indican todos los estudios que se están haciendo en su entorno, y en el de otros volcanes del país. Un proceso que está alterando la no sólo el entorno natural, sino que está afectando gravemente a las poblaciones de los valles cercanos.
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Consejos prácticos:
– Esta es una excursión totalmente recomendable que se puede hacer fácilmente desde Quito. Si lo que quieres es ascender hasta la cumbre del Cotopaxi consulta con alguna agencia especializada o con guías locales. Por supuesto te recomiendo a Manuel Olalla o a su hermano Víctor, ambos guías naturalistas y de montaña. Celulares: 0986694088/ 0991013734.
– Lleva buen calzado de montaña, ropa de abrigo impermeable, guantes, gafas de sol, bebida y algo de comer.
– Tómate el ascenso con calma. Si ves que te asfixias, para, respira, admira el paisaje, haz unas fotos…y continua a un ritmo más tranquilo.
– En el Parque se pueden visitar otros lugares como el Valle de las Piedras Volcánicas o el área recreacional de El Boliche. Bastante más lejos, a unas dos horas al Suroeste de Latacunga, se encuentra la laguna de Quilotoa formada en el interior de un cráter volcánico con sus aguas de intenso color esmeralda.
– También fuera del Parque Nacional no pierdas la oportunidad de visitar los jueves el mercado indígena de Saquisili donde encontrarás además de artesanías, un mercado de los de verdad con productos de ganadería y alimentación como la panela, el maíz, las papas… Está considerado uno de los más antiguos y auténticos de Ecuador y se extiende por varias plazas de la ciudad.
– Finalmente, recuerda que un buen Seguro de Viajes te puede ahorrar preocupaciones y resolver muchos problemas. Así que ni lo dudes. Desde aquí te recomiendo MONDO, el seguro de viaje inteligente. Y si lo contratas desde aquí tendrás un 5% de descuento.
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