Voy caminando y de pronto me veo rodeado de maikos, tiendas artesanales de alfarería y puestos de comida. Esquivo veloces ricksaws con chicas vestidas de coloridos yukatas que me saludan sonrientes.
Rodeado de un cielo de miles de flores blancas y violetas. Así me encuentro en un día de finales de marzo, tumbado sobre la hierba del parque Ōhori-kōen de la ciudad de Fukuoka ubicada en la isla Kyushu al sur del Japón.
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