Bocas del Toro: entre la belleza y la decepción.
Durante años había escuchado referencias cada vez más numerosas a la existencia de unas hermosas islas en la costa noroeste de Panamá: el archipiélago de Bocas del Toro. Para unos era el lugar ideal donde surfear en playas casi vírgenes; para otros era un paraíso del submarinismo.
Y para la mayoría era un lugar donde ir a perderse del mundanal ruido tomando piñas coladas tirado sobre una hamaca de colores. Por supuesto los folletos turísticos del gobierno panameño que habían llegado a mis manos no hacían más que cantar las maravillas de estas islas. Y cito textualmente:
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Con tan poéticas referencias no podía dejar de comprobar si estaba ante un nuevo edén terrenal. O frente a un nuevo caso de la típica campaña turística publicitaria del “paraíso tropical todavía por descubrir”. El caso es que movido por la curiosidad comencé a planificar este viaje que necesariamente pasa Ciudad de Panamá. Y una vez allí tomar alguno de los vuelos hacia Bocas del Toro que salen desde el aeropuerto de Albrook, por cierto, a unos precios casi prohibitivos.
Si os sobra el tiempo y falta el dinero también se puede hacer el viaje por tierra en autobús y luego tomar un barco, aunque hacerlo en temporada de lluvias no es lo más recomendable. Y en Panamá las lluvias tropicales son tan fuertes que pueden convertir el viaje en un remedo de “bailando bajo la lluvia”. Aún así la previsión meteorológica para la semana que iba a pasar en Panamá anunciaba un breve periodo de soleada calma. Sólo quedaba encomendarse al destino y tirar para adelante.
El archipiélago de Bocas del Toro está constituido por 9 grandes islas, más de 50 cayos y unos 200 islotes ubicadas a unos 40 km. de la frontera con Costa Rica. Y muchos están todavía deshabitados. En 1502 Cristóbal Colón pasó por aquí en su cuarto y último viaje haciendo acopio de provisiones para su naves en la isla que a partir de entonces se llamó Bastimentos. A su alrededor se ha constituido el Parque Nacional Marino de Bastimentos que comprende algunas de las islas cercanas.
En esos 500 años transcurridos desde entonces a los indígenas se les sumaron piratas, terratenientes y colonos españoles. Y desde principios del XIX esclavos negros huidos de las plantaciones caribeñas de las Antillas, además de comerciantes y aventureros ingleses y franceses. Esta mezcla étnica y cultural de los habitantes de Bocas del Toro ha creado una amalgama de gentes, colores, costumbres y lenguas de la que podremos disfrutar durante nuestra estancia.
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Aquí encontraremos comunidades de pescadores y agricultores, mayoritariamente indígenas del grupo llamado Ngobe Buglé. También negros descendientes de los esclavos fugados en el XIX que hablan un curioso dialecto afroantillano derivado del inglés mezclado con términos franceses y españoles llamado guariguari. El caso es que blancos, indios, negros, mestizos y ahora también chinos, parecen llevarse razonablemente bien en el día a día de estas islas de relajados ritmos caribeños.
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En el momento de organizar el viaje me surgió la duda sobre si hospedarme en alguno de los muchos hoteles de la ciudad de Bocas o hacerlo en algún hotelito-cabaña playero en alguna de las islas cercanas. En caso de viajar en solitario, como era mi caso, os recomiendo quedaros en Bocas. Aquí la oferta de vida social, actividades, restaurantes y bares de copas es mucho más amplia que en cualquiera de los resorts playeros pensados para los amorosos juegos de las parejas. En Bocas la variedad de precios y calidades de hoteles y hospedajes es muy amplia. Pero casi todos coinciden en que la calidad no se corresponde con el precio que se paga, que suele ser mucho. No es admisible pagar más de 100$ la noche y que te den un cuartucho interior oliendo a humedad donde casi no cabe la cama.
Volé hacia Bocas del Toro en un día en el que la ciudad de Panamá amanecía cubierta de nubes y negros presagios de lluvia. Efectivamente, mientras volábamos hacia el oeste las grandes torres de oscuros cumulonimbos se hacían más numerosas y allá abajo no se veía absolutamente nada. Finalmente aterricé pasadas las 7 y media de la mañana en Bocas mientras por la ventanilla apenas si podía ver el verde paisaje debido a la intensa lluvia. Tras recoger el equipaje me subí en una furgoneta que por un dólar me acercó en un par de minutos al hotel ubicado en pleno centro del pueblo. La habitación que me dieron, como siempre que uno viaja solo, estaba lejos de ser una habitación de cuidada decoración con vistas al mar. Lo mejor que puedo decir del hotel es que había wifi y que su personal era muy amable.
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¿Qué hacer en Bocas del Toro? Los tour turísticos
Es lo que tienen estos destinos caribeños. Que como llueva se te pueden pasar los días sin poder hacer nada. Afortunadamente al poco de llegar dejó de caer agua y un tímido sol empezó a asomar entre las nubes. Por fin llegó el momento de salir del bar y empezar a buscar por los embarcaderos alguna lancha que me llevara a descubrir las playas, islas y rincones de virginal belleza anunciados por todos los rincones de Bocas. Por cierto, un pueblo en el que aparte de ver pasar las horas sentado en alguna terraza sobre el mar tomando algo, no hay mucho más que hacer.
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En Bocas hay varias empresas que se dedican a hacer tres tour turísticos que permiten descubrir las bellezas del entorno. En todas los precios son los mismos aunque varían dependiendo del recorrido. La comida no está incluida y se suele parar en los mismos restaurantes porque tampoco hay mucho donde elegir una vez que te alejas de la civilización. Repito, todas las empresas de lanchas ofrecen los mismos recorridos y a los mismos precios, así que os recomiendo contratar aquellas que tengan las lanchas más pequeñas para evitar la masificación en las playas y a la hora de comer. Y por supuesto, a los que sean más simpáticos.
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Primer tour: hacia Cayos Zapatilla
El primer tour que contraté fue el que me llevó a la Bahía de los Delfines, a Cayo Coral y al Parque Marino de Cayos Zapatilla (la entrada al Parque de Cayos Zapatilla se paga aparte). Las lanchas salen entre las 9 y media y 10 de la mañana cuando hace buen tiempo y suelen llevar un máximo de 6 personas además del piloto-guía-navegante. Hoy nuestro guía es Flavio, un joven indígena de la zona, serio y discreto. Junto con una pareja de colombianos y dos chicas panameñas salimos disparados hacia Isla Bastimentos y nos adentramos en una serie de bahías pobladas de unos bosques de manglares muy bien conservados. El mar está como un plato y Flavio se va acercando cada vez más a la intrincada red de raíces y plantas que forman el manglar. Esta zona es una joya de ecosistema que permite crecer a la vegetación costera, lugar donde muchos peces ponen sus huevos a salvo de depredadores. Tras atravesar unos estrechos canales desembocamos en una amplia bahía llamada de los Delfines porque aquí reside habitualmente una familia de estos mamíferos marinos. Tras parar la lancha, al rato aparecen saltando aquí y allá unos cuantos delfines a los que les gusta juguetear con las lanchas en marcha. Flavio nos informa de que tienen prohibido cansarlos mucho, así que nos dirigimos hacia el restaurante sobre palafitos donde comeremos a mediodía para pedir un pescado, unos camarones o una langosta fresca con unos precios que oscilan entre los 20 y los 30$.
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Siguiente parada Cayos Zapatilla donde desembarcamos en una playa y pagamos 10$ para acceder a esta Reserva Natural. La marea está alta y las playas están llenas de troncos y hojas arrancadas por las intensas lluvias de los días pasados y arrastrados aquí por la corriente. Aún así el agua está limpia y la temperatura del mar es perfecta para el baño. Lo que ya deja mucho que desear son las bolsas de basura desparramadas por los palmerales del interior de la isla. Así como las botellas de plástico y latas de bebida abandonadas por los turistas globalizados en los arenales de la playa. El sol fue haciendo acto de presencia con más intensidad y el siguiente par de horas transcurrió entre baños en las aguas caribeñas de color turquesa y paseos por las playas sobrevoladas por pelícanos y cormoranes.
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Flavio, sin ninguna prisa, se dirigió a arrancar la lancha cuando ya estábamos todos a bordo muertos de hambre. La comida no estuvo mal y a continuación nos dirigimos a una zona de corales muy poco profunda. Los corales estaban en mal estado por la sobrepesca y el paso de las lanchas así que seguimos el viaje. La tarde se volvió gris y el anuncio de más lluvia se sumó a la decepción por la basura en Cayos Zapatillas y los corales destrozados. Así que un tanto decepcionados regresamos a Bocas. El anochecer llegó rápido tomando unas cervezas junto al mar en la terraza de El Pirata y más tarde, cuando la noche empezaba a animarse en El Toro Loco, comenzó a llover de nuevo.
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Segundo tour: por fin puedo disfrutar del Caribe
El día siguiente amaneció casi despejado y tras desayunar una tortilla de mariscos me dirigí al embarcadero. Estaba dispuesto a intentar descubrir la magia de estas islas con otro tour diferente. Así que me apunté a una excursión que daba toda la vuelta a la isla de Colón para visitar la Isla de los Pájaros, Boca del Drago y la Playa de las Estrellas de Mar. Hoy es otro indígena, Tomás, el que arranca el bote y se dirige hacia el norte con un par de ingleses, un panameño y el que escribe a bordo. Bordeando la costa sobre un mar que parecía un plato dejamos atrás los poblados del Itsmito y Big Creek hasta que empezamos a salir a mar abierto.
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El oleaje se hizo más fuerte mientras batía con sosegada violencia contra la costa poblada de vegetación tropical y farallones de roca oscura. Entonces a nuestra izquierda apareció el gran arenal virgen de la playa Bluff donde cuatro especies de tortugas todavía vienen a desovar entre marzo y septiembre. Seguimos navegando hacia las Islas de los Pájaros, unas formaciones rocosas repletas de palmeras y vegetación que se levantan en medio del océano. Allí cientos de aves tienen su zona de nidificación y refugio contra cualquier depredador. Tomás acercó la lancha con mano experta a las rocas para que viéramos de cerca toda esa avifauna oculta entre la exuberante vegetación. Aquí anidan garzas, garcetas tricolores, pelícanos, fragatas, gaviotines y así hasta 50 especies de aves. Un rincón verdaderamente hermoso que empezó a congraciarme con estas islas mientras enfilábamos hacia las playas de Boca del Drago.
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Allí desembarcamos frente al restaurante Yarisnori. Después de bañarme en las poco profundas aguas de las playas circundantes, comí un exquisito plato de frutos del mar cocinados en leche de coco con arroz y patacones. ¡Delicioso! Las playas tampoco es que estuvieran muy limpias aquí, pero el buen tiempo incitaba al baño perezoso. Entonces Tomás nos recordó que teníamos todavía una parada pendiente en la playa de la estrellas de mar.
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Aquí la diversión consiste en bañarse buscando las anaranjadas estrellas de mar, tomarse algo en el chiringuito playero y dejar pasar el tiempo en el agua cristalina o balanceándose en una hamaca bajo la sombra de las palmeras.
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La verdad es que la costa de Isla Colón, la más grande de las del archipiélago de Bocas del Toro, me estaba gustando. Con pesar y bien quemados por el sol regresamos a Bocas bordeando la costa y dejando atrás las cabañas verdes y amarillas en palafitos del carísimo resort Punta Caracol. Esa noche, tras pasear por las calles al atardecer y cenar en la terraza del Bocas Bambú Beach, me volví a pasar por El Toro Loco para celebrar, por fin, un bonito día en Bocas del Toro.
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Como ya he dicho antes el que busque lujos en Bocas no los va a encontrar. Los encantos de este lugar son otros como la facilidad de hospedaje en alguno de los 30 hotelitos que con sus coloridas fachadas de madera intentan destacarse a la orilla del mar. Y sobre todo la oferta de playas caribeñas con abundancia de palmeras y cocoteros. En sus costas es posible la práctica del snorkel y el submarinismo aunque con lo que había llovido las aguas estaban tan turbias que decidí dejarlo para otra ocasión. Y es una pena porque hay zonas protegidas famosas por sus esponjas. Por aquí se encuentran los arrecifes de Mangrove Point, Big Baith y The Garden con abundancia de peces tropicales, cangrejos, morenas, pepinos y estrellas de mar entre otros representantes de la vida marina. Veréis que en Bocas es muy fácil encontrar escuelas y centros de submarinismo.
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Por otro lado la actividad de surferos yendo y viniendo con sus tablas en lanchas por toda la costa indica que este es un lugar que se ha puesto de moda entre aficionados de todo el mundo Y es que la calidez de las aguas tropicales, las buenas olas y las playas llenas de cocoteros son un reclamo irresistible sobre todo entre diciembre y marzo.
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Buscando un lugar auténtico
Llega un nuevo día y sigo mi recorrido por el archipiélago de Bocas buscando algo de autenticidad. Quiero alejarme de los comerciantes chinos, de las tiendas de surferos europeos y de los ruidosos turistas que invaden la famosa Playa Red Frog en Isla de Bastimentos. Finalmente decido embarcar hacia la Isla San Cristóbal. No, no encontraréis esta isla en ninguna de las rutas turísticas promocionales. Tomás, el patrón de la lancha del día anterior, me había invitado a acercarme por una módica cantidad hasta esta isla. En ella los pobladores indígenas se dedican a la agricultura del cacao, a la pesca y al negocio de las barcas y las lanchas en Bocas. Tomás residía allí y me hizo de guía por un poblado donde viven unas 500 familias de la etnia Ngobe Buglé en sus típicas cabañas de madera y techos de cañizo. Desde luego no es un lugar donde los turistas pagarían por ir.
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El hedor del agua estancada en las zonas cercanas al embarcadero y la basura desparramada entre los manglares no incitan a poner aquí el pié, pero es así cómo vive una gran parte de la gente del lugar. Tomás estaba orgulloso de mostrarme el nuevo dispensario médico y la escuela ubicada entre palmeras en lo alto de una colina con hermosas vistas a la bahía Almirante. Allí los niños uniformados recibían clase bajo el tórrido calor del mediodía y no pude evitar comparar la importancia que se da aquí a la educación con la que tiene en otros lugares. Muchos de ellos llegaban hasta remando en su canoa desde las islas más cercanas.
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Por el caminito de cemento que serpenteaba por el pueblo algunas mujeres extendían sobre grandes plásticos las nueces del cacao para secarlas al sol durante unos días. Mientras tanto los niños pequeños, sanos y felices, corrían descalzos por la hierba junto a perros famélicos y ropa tendida.
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A continuación Tomás nos llevo a una zona de arrecifes de coral que los habitantes locales intentaban conservar lo más íntegra posible. Este fue el único lugar donde disfruté de la riqueza marina que esconden estas islas. Milagrosamente no todo parecía perdido en estas islas. Está claro que el gobierno panameño está empeñado en atraer a todo tipo de visitantes hasta esta zona del país. Las promociones basadas en playas vírgenes de arenas blancas y prístinas aguas con arrecifes de coral se unen al reclamo del ecoturismo y del turismo de aventura. Pero desgraciadamente no todo es tan bonito.
Otra realidad se impone cuando el visitante ve como las aguas fecales van a parar directamente al mar; que la calidad de algunos hoteles no se corresponde con el precio que cobran o que algunas playas están sucias. Además parte de los fondos coralinos se encuentran en grave proceso de degradación evidenciando que de ecoturismo hay más bien poco. Es cierto que bien cuidadas estas islas serían una maravilla, pero la gente no parece muy interesada en preservar lo que tienen y sí en sacarle su máximo jugo. No puedo evitar las comparaciones con la región de San Blas donde los Kuna sí cuidan de sus islas y de su mar con auténtico amor. Esto es algo que se ve en sus fondos marinos llenos de vida y sus arrecifes coralinos increíbles en su vivacidad y colorido.
El gobierno panameño y los habitantes de Bocas del Toro deberían respetar un poco más su entorno ofreciendo al visitante un lugar al que desee regresar y que, por supuesto, quiera aconsejar a sus amigos. Aún así una mayoría de las personas que han visitado Bocas del Toro comentan que, efectivamente, este lugar es todo un paraíso. Pues estupendo. Para gustos, los colores.
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Información práctica:
. – La compañía local Air Panama ofrece hasta Bocas, como se la conoce popularmente, varios vuelos diarios por un precio que oscila entre 150 y 200$ ida y vuelta. IMPORTANTE: No olvides viajar con el pasaporte porque como extranjero te lo pedirán para sacar la correspondiente tarjeta de embarque en cualquier vuelo interno.
– Recuerda que un buen Seguro de Viajes te puede ahorrar preocupaciones y resolver muchos problemas. Así que ni lo dudes. Desde aquí te recomiendo MONDO, el seguro de viaje inteligente para viajeros inteligentes.
Y recuerda que contratando tu seguro desde esta página tienes un 5% de descuento.
– En este mapa de Bocas del Toro están indicadas las rutas y visitas que hice en los días que pasé en el archipiélago.
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– Acertar con un buen hospedaje en Bocas del Toro es cuestión de suerte y sobre todo, de dinero. En las redes sociales encontré muchas críticas a la mayoría de los hoteles por sus pésimas instalaciones, condiciones higiénicas deficientes y nula relación calidad-precio. Por supuesto hay algunas excepciones como el Hotel Bocas del Toro o lodges como el de Punta Caracol, ¡pero a qué precios! Desde luego si se busca un turismo de calidad a buen precio Bocas del Toro no es el lugar más adecuado. Ahora sí, si eres un mochilero hecho a todo tipo de aventuras y no te importa compartir el baño, pagar por el agua caliente y compartir cama con la fauna local, aquí encontrarás tu lugar ideal rodeado de surferos descalzos de melenas rizadas agitadas por el viento.
– Una de las actividades estrella en estas costas es el surf con hotelitos playeros como el Bluff Lodge, Bastimentos Lodge y Carenero Lodge. En estos 3 puntos se concentran los surf-spots más populares y de más nivel. Los de Bastimentos son los menos frecuentados porque sólo se puede acceder a ellos en barco. En cambio en Isla Colon los spots de Punch y Dumper son accesibles a pie desde el Bluff Lodge. También en Carenero, la pequeña isla que se encuentra frente a Bocas, hay una zona donde las olas rompen desde la izquierda durante más de 100 m. en uno de los arrecifes.
– Lo mejor de Bocas del Toro: la gente que habita estas islas, su gastronomía y la posibilidad de no hacer absolutamente nada salvo perderte por islas, playas e islotes todavía casi intactos. La esperanza de que se conserven los fondos marinos que todavía no han sido muy alterados.
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– Lo peor de Bocas del Toro: la oferta hotelera a precios desproporcionados por la calidad que ofrecen. La limpieza de la Reserva Natural que deja mucho que desear: los plásticos y la basura abundan entre la arena y las palmeras. Las condiciones higiénico-sanitarias en las que viven muchos de los habitantes originarios de las islas…Y que Bocas está en camino de convertirse en otro paraíso natural destrozado por un turismo cada vez más masivo.
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