Parapente en Río ¡Qué gran experiencia!
Estoy planeando sobre Río de Janeiro en silencio al lado de uno de esos zopilotes tan frecuentes en América. Lo tengo apenas a unos metros. Mantenemos el mismo rumbo, velocidad y dirección gracias a una corriente térmica ascendente. Abajo a 800 metros está la playa de Sao Conrado.
A mi izquierda adivino las playas de Ipanema y Copacabana tras la Lagoa de Freitas. A mi derecha se levanta la mole de la Pedra da Gavea, y detrás se extiende Barra da Tijuca hasta donde alcanza la vista. Sólo escucho el sonido del viento y a mi alrededor todo es cielo azul, selva verde y mar.
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Planear, volar, flotar, subir y bajar, sentirse libre disfrutando de este paisaje único. Esto es lo que se siente cuando vuelas en ala delta o parapente en una de las ciudades más hermosas del mundo: Río de Janeiro. Nunca me arrepentiré de haber vivido uno de esos momentos que se quedan grabados para siempre en la memoria.
Volar en parapente ¿Y por qué no? me pregunté un día paseando por la playa de Ipanema. A lo lejos el morro de Pedra da Gavea sobresalía de la selva de Tijuca tocando las nubes. Había oído que sobrevolar Río en parapente o ala delta era una de las actividades más excitantes que se podían hacer en la ciudad. Realmente debía ser todo un espectáculo volar como un pájaro sobre las playas, la selva y las estribaciones montañosas. En silencio. Además ya había volado en parapente (en tándem) un par de veces. Así que ¿por qué no? Sólo quedaba saber cómo hacerlo y con quien.
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Si te juegas el tipo, busca profesionales
Hay empresas en Río dedicadas al turismo de aventura que incluyen este tipo de vuelos entre sus actividades. Y empresas especializadas con monitores profesionales dedicados en exclusiva a volar ala delta y parapente. Soy de los que me gusta trabajar con los mejores, sobre todo cuando mi físico está en juego. Es así como me puse a buscar y contacté con Daniel Towersey de la empresa RioTandem.
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Tras cruzar unos cuantos correos me quedó claro que estaba hablando con un profesional. Así que Daniel tras comprobar el parte meteorológico me confirmó fecha y hora para encontrarnos en la playa de Sao Conrado. Allí se encuentra el Clube São Conrado de Vôo Livre. Todas las empresas o particulares que practican vuelo libre en esta zona del sur de Río son socios de este Club. Su gran ventaja es que tiene una zona de salto con plataformas en lo alto de Pedra Bonita dentro del mismo Parque de Tijuca. Y para acceder a sus rampas tienes que ser socio. Si no conoces a nadie, en la misma playa el Club tiene un puesto de información y te puedes apuntar a volar con alguno de sus asociados. Pero yo preferí hacerlo con Daniel ya que los precios eran similares.
[box] Información práctica:
Como me había informado Daniel con anterioridad el vuelo tándem en parapente costaría R$490, unos 135€, e incluía:
- Vuelo con instructor certificado ABVL Trasporte desde la playa de Sao Conrado al punto de lanzamiento en Pedra Bonita.
- Grabación y fotos de todo el vuelo con cámara GoPro. Seguro de accidentes, inscripción como alumno y tasas del Clube São Conrado de Vôo.
- Vuelo de entre 15 y 30 minutos según las condiciones meteorológicas, de viento y temperatura.
- Pago con tarjeta o en efectivo en Reales Brasileños.
- Ofrecimiento de trasporte desde y al hotel con un recargo de R$100, unos 28€.
- Para rellenar la documentación debes llevar una copia del pasaporte o su número anotado.
- Vestir con ropa cómoda y sobre todo llevar calzado cerrado. No valen las havaianas porque las vas a perder. Además gafas de sol, crema protectora y poco más.[/box]
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Today is the day
Llegó el día y decidí acercarme a Sao Conrado en uno de los autobuses que hacen este trayecto o que continúan hacia Tijuca. EL trayecto desde Copacabana toma una media hora y cuesta R$3,80, poco más de 1 Euro. Sao Conrado es un lugar privilegiado en el que conviven los grandes contrastes sociales de Río de Janeiro. Por un lado se encuentran las precarias construcciones de la favela de Rocinha retrepando por las estribaciones selváticas de Tijuca. Justo al lado el mejor Club de Golf de Río y elegantes edificios de apartamentos bordean una de las playas menos concurridas de la ciudad. Dos mundos cercanos en el espacio pero separados por una frontera invisible conocida por todos. Aquí cada uno sabe dónde está su lugar y el mundo al que pertenece.
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El Clube São Conrado de Vôo se encuentra en el extremo más alejado de la favela de Rocinha, muy cerca ya de la entrada al Túnel de Pepino que lleva a Barra da Tijuca. No tiene pérdida. Veréis alas delta y parapentes sobrevolando la zona y aterrizando en la playa o en un campo de hierba especialmente habilitado. Al fondo, omnipresente, se eleva del verde selvático el imponente morro rocoso de Pedra da Gavea.
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En la playa y en el estacionamiento cercano al club la actividad es continua. Alas delta que esperan ser plegadas para su trasporte, instructores que vienen y van, coches que suben cargados a la zona de lanzamiento cargados con grandes mochilas con los parapentes plegados en su interior. Y gente aterrizando en la playa o volando con parsimonia sobre la orilla del mar. Los chiringuitos playeros sirven zumos de frutas y cervezas mientras en sus mesas hay gente que observa en sus ordenadores la previsión meteorológica. O que hacen copias de las tarjetas de las cámaras con las que han grabado los vuelos.
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Entro con Daniel en las oficinas del Clube São Conrado y relleno en un ordenador los datos que me piden para formalizar la inscripción y el Seguro. Es imprescindible que llevéis los datos de vuestro pasaporte para rellenar los formularios. Mientras tanto en un gran monitor se ve una detallada previsión de los vientos y temperaturas para la jornada. Aquí todos saben para qué han venido y lo que tienen que hacer. Aunque hay algo de nubosidad las condiciones de viento y temperatura son perfectas. Hoy es uno de esos días en los que hay que lanzarse a volar sí o sí. En unos minutos tengo en mi mano un carné que me acredita como alumno de la escuela de vuelo libre. Ya estoy preparado para abordar uno de los coches que esperan en la puerta y subir a Pedra Bonita.
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Por el camino Daniel me va contando que la densa selva de Tijuca es en realidad muy reciente. En la época del emperador Pedro II todas las montañas que hoy conforman el Parque Nacional de Tijuca eran inmensas plantaciones de café. La mayoría pertenecían a la familia imperial brasileña. La brutal deforestación provocó que disminuyera el régimen de lluvias de toda la región de Río. Y esto a su vez la pérdida de cosechas y sobre todo, la falta de abastecimiento de agua a la ciudad. Pedro II desde su palacio en la ciudad de Petrópolis decidió reforestar sus ya resecas plantaciones y devolver la selva a su estado original. En 1961 toda el área fue declarada parque nacional. Todo esto me lo cuenta Daniel mientras subimos por una empinada carretera entre una selva que parece impenetrable. Increíble el poder de recuperación de la Naturaleza. Por cierto, que volvió a llover en las montañas que rodean Río de Janeiro. Toda una lección de ecología.
Llegamos a la zona de lanzamiento y nos bajamos del coche. Subimos una empinada escalinata hacia las rampas de despegue, Daniel con su pesada mochila a la espalda. Dentro está perfectamente plegado su parapente. La plataforma superior está reservada al ala delta y la inferior al parapente. El paisaje es imponente desde aquí arriba.
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Mientras Daniel prepara el material despacio y a conciencia yo me dedico a mirar cómo se tiran los ala delta, en tándem o en solitario. Y también a observar el complicado, preciso y cuidadoso proceso del despliegue de los parapentes. En las plataformas hay personal especializado que camina por las rampas inclinadas como si hubieran nacido aquí. A unos pocos metros de sus pies hay una caída mortal. Observo que no utilizan arneses de seguridad. Su función es ayudar a desplegar el parapente, confirmar que todos los arneses y cables están en su sitio, que el área está despejada y ayudar en todo lo necesario a la persona que se va a tirar. Saben que su trabajo es muy serio y son extremadamente meticulosos. Me gusta confirmar que aquí todos saben lo que hacen, y que lo hacen bien.
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Daniel me llama para colocarme los arneses. Guardo mi cámara en la bolsa trasera y termina de asegurar los atalajes. A continuación me muestra exactamente qué debo y que no debo hacer, cómo debo correr por la rampa o cómo debo sujetar el palo donde llevamos la cámara GoPro para tomar las imágenes del vuelo. También me comenta las primeras sensaciones que sentiré como la resistencia al desplegarse el parapente mientras nos tiramos. Nada que no haya vivido anteriormente, pero que no evita que la adrenalina suba un poco más cada vez que me asomo a la pendiente de la rampa.
Llega el momento y me colocó en el punto de lanzamiento. Daniel ancla y asegura los atalajes y los asistentes vuelven a comprobar punto por punto que todo está correcto. Un saludo a la cámara…¡¡y allá vamos!!
Correr, el tirón del parapente, el vacío, volar…Colocarme para quedar un poco por debajo de Daniel, ubicar los brazos por fuera del cordaje para ir más cómodo, sujetar la cámara…Todo trascurre apenas en unos segundos, en un aluvión de sensaciones de sabor inexplicable. En ese mismo instante sólo sé que lo volvería a hacer. Ascendemos, viramos, buscamos el vuelo de los pájaros y flotamos en silencio. No hay palabras para describir el cúmulo de sensaciones tremendamente adictivas. Por eso os dejo un vídeo de 4 minutos en el que resumo los 30 minutos de vuelo. Después de verlo seguro que os animáis:
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Durante los casi 30 minutos que nos mantenemos en el aire Daniel me cuenta cosas de su trabajo, detalles técnicos, climatología de la zona, su experiencia de años como uno de los mejores pilotos de parapente de Brasil, su récord de distancia…Yo me dedico a observar, mirar y disfrutar. Antes le había comentado a Daniel que quería tomar unas fotos y hacer algún vídeo para la web. Ahora que estaba ahí arriba flotando confieso que casi me desentendí de la cámara. Volamos bordeando la selva, nos asomamos detrás de la gigantesca Pedra da Gavea para ver Barra da Tijuca, vislumbramos el Cristo de Corcovado a lo lejos rodeado de nubes. Y salimos al mar para ver la extensión de la favela de Rocinha, las playas de Ipanema y Copacabana con el Pan de Azúcar de fondo. Una y otra vez me venía a la mente una idea que confirmo cada vez que vengo: ¡qué bonita es Río de Janeiro! Y desde la distancia todavía más.
El vuelo trascurre lentamente, sin prisas. Se nota que Daniel está disfrutando con lo que hace. Sabe que es un privilegiado al escoger como trabajo hacer lo que le gusta hacer. Poco a poco descendemos hacia la playa. Sobrevolamos las lujosas mansiones que se esconden entre la selva y los jardines de las laderas mientras nos acercamos al campo de aterrizaje. Salimos al mar y escucho el oleaje rompiendo contra las rocas y la orilla de la playa.
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Para tomar tierra Daniel me explica qué debo hacer, cuando tengo que estirar las piernas y correr un poco si es preciso. Pero no hace falta. La toma es perfecta y al primer paso sobre la hierba nos detenemos de pie como si nada, en un solo paso. El vuelo ha sido sencilla y maravillosamente perfecto. Sólo pienso en que lo volvería a repetir ahora mismo. Ahora sólo queda plegar el parapente ayudados por un asistente del club e irnos a tomar un zumo de frutas natural frente a la playa. Mientras comentamos los detalles del vuelo vemos como maniobran en el aire y aterrizan todos los que están volando en ese momento. Pedra da Gavea, omnipresente, comienza a cubrirse de nubes. Son apenas las 12 de la mañana y Río de Janeiro me espera.
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Aclaración:
Este artículo ha sido pagado al 100% de mi bolsillo. Por lo tanto NO es una publicidad ni ha sido financiado por Rio Tandem. Sólo quiero mostrar aquí el producto del trabajo bien hecho por un grupo de profesionales. Sobre todo el de Daniel Towersey cuya profesionalidad, esmero en el detalle y atención personalizada merecen todo mi reconocimiento y, por supuesto, mi recomendación.
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